Entre presiones académicas y económicas viven las alumnas de la Normal Rural Carmen Serdán en Teteles, Puebla, en la Sierra Norte del estado, una institución combativa por antonomasia, y la segunda Normal Rural más antigua de México, con 90 años de existencia, sólo superada por la de Tiripetío, Michoacán, que tiene 94.
María Guadalupe Hernández e Isabel Cuevas son alumnas de segundo y tercer año de la normal femenil. Vinieron a la ciudad de Puebla el sábado 26 de septiembre para marchar y exigir justicia a un año de la desaparición forzada de sus compañeros de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero.
Isabel dice que desde entonces la situación no ha sido fácil en Teteles: “nos las hemos visto hasta cierto punto negras”, aunque explica que la represión que viven no es necesariamente física o policiaca sino económica debido a los recortes de recursos y las disposiciones de la reforma educativa. “Igual no van a llegar directamente los policías, pero a través de reformas, de nuevos cursos que incluso ya nos empiezan a cobrar”, dice Isabel.
La Beca de Apoyo para Prácticas Intensivas (Bapis) que reciben las normales les ha sido retenida. Además les han aumentado la carga académica y aunque saben que también es bueno para su aprendizaje, les limita el tiempo para realizar otras actividades comunes en las normales, como la docencia, para conseguir recursos extras.
Uno de los principales problemas que han vivido después de la desaparición de los 43 normalistas guerrerenses es el rechazo de la sociedad. Las dos alumnas coinciden en que la gente las señala, las tacha de revoltosas, les dice que se pongan a estudiar cuando salen a marchar y las ven con recelo, como si fueran un foco peligroso.
“Pero la gente no sabe cómo funciona internamente”, dice María Guadalupe. No saben que también dan servicio a su comunidad, desde limpieza de calles hasta participación en actividades culturales, y que dentro de la normal crían animales como pollos y cerdos, y trabajan el campo. “Y no porque alguien nos diga que tenemos que hacerlo”, dice la estudiante que no rebasa los 25 años de edad, sino porque lo ven como parte de su formación.
Y aunque no ha sido víctimas de ataque, han notado presencia ocasional de patrullas policiacas,y desde que empezó el mes de septiembre han visto un automóvil blanco rondar por la zona y también extraños que no son los visitantes de siempre, sino personas que parecen andar revisando y vigilando.
Confiesan que sí tienen miedo de que les pueda pasar algo. Isabel recuerda que ya atacaron a sus compañeros de Tiripetío y que apenas hubo un ataque de la policía hacia las normalistas de Panotla, Tlaxcala.
En diez años Teteles será autónoma, explica María Guadalupe, “y eso al gobierno no le conviene económicamente”, aunque confía en que haya apoyo de las autoridades pero no saben a qué costo. No se confían, sobre todo considerando que el Estado mexicano ha ido desapareciendo a las normales: de 36 ahora sólo quedan 17.
Otro de los problemas que enfrentan las normalistas de Puebla es que dentro de la propia comunidad existe un fuerte rumor de que quieren cerrarles el comedor de la escuela. De por sí con el aumento de los precios y los impuestos cada vez les alcanza para menos comida, si les cierran el comedor, que además también da servicio a personas externas, sería como quitarles “una parte de la vida de la misma Normal -dice Isabel-, es lo que nos abastece de energía, es el corazoncito de la escuela”.
Aunado a lo anterior, algunos habitantes de la comunidad acusan a las jóvenes de invadir sus territorios, lo que podría ocasionar que las consideren un problema y cierren la Normal.
Pese a los problemas económicos, a la presión indirecta y al constante acecho, que no saben cuándo se pueda convertir en una amenaza real, se muestran tranquilas.
Las problemáticas de la Normal Rural de Puebla se viven en silencio, de la escuela se sabe poco y la gente sólo voltea a verlas de vez en cuando, como cuando llegan a la capital a marchar en solidaridad por sus 43 compañeros desaparecidos.
De los problemas y amenazas ellas responsabilizan al gobierno federal sobre todo en cuanto a la cuestión económica, así como a las dependencias de gobierno, a las autoridades estatales y también a los propios directivos que muchas veces “se hacen de la vista gorda”.
Por ejemplo, preguntaron en la dirección de la escuela sobre la nueva plataforma de inscripciones y les respondieron que no tienen que estar preguntando eso, que a ellas les toca estudiar y punto. Pero Isabel y María Guadalupe creen que tienen que estar informadas para saber cómo funcionan las cosas y qué consecuencias va a tener en su labor docente y en su proceso de evaluación.
También a raíz de los hechos de Ayotzinapa la matrícula de nuevo ingreso bajó. Ellas tenían expectativas más altas pero no se cumplieron. Pese a todo, Teteles sigue existiendo desde hace 90 años y aunque a veces parece tambalearse sus estudiantes, como Isabel y María Guadalupe, para quienes la Normal Rural es su casa, no la dejarán caerse.