Lado B
Hacerse cargo de la realidad
Hoy el tema de esta columna iba a ser otro. La idea estaba clara y tenía notas suficientes para plantear una reflexión sobre personalización a partir de las TIC. Pero de pronto una noticia me cimbró como seguramente ha cimbrado a toda la sociedad de Puebla durante este fin de semana.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
01 de septiembre, 2015
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“La realidad se muestra al hombre como encargo y desde este encargo le compete la realización de la realidad y de su propia realidad. La vida del hombre se muestra así como una responsabilidad…”

Seminario de Filosofía española. Universidad de Valencia.

 

I.

[dropcap]H[/dropcap]oy el tema de esta columna iba a ser otro. La idea estaba clara y tenía notas suficientes para plantear una reflexión sobre personalización a partir de las TIC. Pero de pronto una noticia me cimbró como seguramente ha cimbrado a toda la sociedad de Puebla durante este fin de semana. Una noticia terrible, un caso más que nos pone frente a frente con esta cultura de la muerte en la que desafortunadamente nos está tocando vivir en los últimos años en nuestro estado y en todo el país.

“La joven de 19 años desaparecida en Puebla, quien tenía un embarazo de 18 semanas, fue asesinada por su novio…quien arrojó los restos a la basura porque no quiso asumir su responsabilidad como padre…” decía una de las notas que daban cuenta de esta terrible noticia.

Se trata del tercer caso de este tipo que se reporta en el estado en fechas recientes. En febrero del año pasado ocurrió un asesinato muy similar de otra joven en la ciudad de Puebla que conmovió e indignó también profundamente a la sociedad poblana.

El tema de hoy iba a ser otro, pero la muerte absurda y cruel de una joven embarazada y las razones por las que aparentemente ocurrió hacen obligado que un espacio dedicado a temas educativos se ocupe de la situación de crisis moral profunda en la que hoy estamos todos inmersos, ocupados de sobrevivir y renunciando –sabiéndolo o sin saberlo- a la posibilidad de vivir humanamente.

 

II.

En cuanto empezó a circular la noticia por las redes sociales, surgieron de inmediato reacciones en muchos sentidos. La consternación y la indignación movió a muchos a expresarse de manera muy dura y violenta contra el novio de la joven asesinada que permaneció varios días desaparecida. Manifestaciones más deseosas de venganza que de justicia que son, desde la otra cara de la moneda, expresiones verbales de la cultura de la violencia y la muerte en que estamos inmersos, que nos llevan con temor a pensar en la pregunta acerca de cuántas de esas personas actuarían de manera agresiva o incluso ilegal para resolver una situación límite que se les presentara en su vida.

Por otra parte, varios educadores manifestaron su estupor y plantearon reflexiones muy pertinentes acerca de nuestra responsabilidad como formadores de personas y ciudadanos en este escenario de violencia generalizada e irracional. “Algo estamos haciendo mal los padres, las escuelas y la sociedad con los niños y adolescentes”.

De inmediato hubo respuestas de otros educadores que se preguntaban si los profesores tenemos responsabilidad respecto de estos actos violentos, partiendo del supuesto de que la formación moral corresponde a la familia y que la escuela solamente aporta conocimientos y desarrolla habilidades técnicas e intelectuales. Existen dos imágenes que circulan constantemente por las redes sociales que plantean esta idea –desde mi punto de vista simplificadora y por ello no cierta- de que los niños deben llegar ya educados a la escuela, una de ellas atribuida al ex presidente uruguayo José Mujica.

 

III.

Pero sí, aunque los padres de familia puedan culpar a la escuela de los comportamientos no éticos de sus hijos y a pesar de que los docentes puedan excusarse de su responsabilidad como formadores en valores, aunque la sociedad pretenda negar que todos los días, desde los comportamientos más simples hasta las decisiones empresariales o gubernamentales que afectan a todos, estamos generando este tipo de casos porque vivimos en una sociedad que exalta la libertad absoluta y niega absolutamente la responsabilidad.

El “piojo” Herrera concede su primera entrevista después de haber sido despedido de su cargo por agredir físicamente a un comentarista deportivo de televisión y dice que si bien “cometió un error”, “pensó que iba a pesar más la gran identificación que había entre los jugadores y el cuerpo técnico” –o sea, que a pesar de la agresión no iban a despedir- y que “no se arrepiente” de haber hecho lo que hizo. Absolutización de la libertad –entendida como posibilidad de hacer lo que nos dé la gana, lo que nos dicten las emociones espontáneas en el momento- y negación de la responsabilidad.

El Presidente de la República y el Secretario de Hacienda ofrecen disculpas a los mexicanos después de haber sido exonerados por un funcionario designado por el mismo titular del ejecutivo para investigarlo a él –su jefe- y a uno de sus compañeros más influyentes del gabinete. Ofrecen disculpas por “la percepción” que se generó en los mexicanos pero insisten en que las adquisiciones de la Casa Blanca y la casa de Malinalco fueron totalmente “apegadas a la ley” –a una ley diseñada para que sea imposible demostrar un conflicto de intereses-, sin pensar para nada en la conducta no ética en la que incurrieron.

El Secretario de Gobernación y el Comisionado Nacional de Seguridad, los dos funcionarios encargados directamente de la seguridad en el país declaran ante la increíble fuga del delincuente más peligroso entre los capos del narcotráfico desde una cárcel de “Máxima seguridad” que “no van a renunciar porque los momentos de crisis no son para huir” sino para afrontar los problemas. Falta total de responsabilidad que raya en la impunidad.

 

IV.

Pero “Ser libre implica asumir el «imperativo ético» de hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de la realidad…” dice Zubiri, porque el ser humano es “animal de realidades” y la realidad se muestra al ser humano como encargo sobre el que tiene que responder.

Es así que “…la responsabilidad es un término de relación: «alguien (sujeto de la responsabilidad) tiene que responder de algo o de alguien, que de algún modo le está encomendado (objeto de responsabilidad) ante alguien (persona o instancia) por alguna razón…” La responsabilidad estructural del ser humano se debe a que es un ser relacional, no un ser individual aislado.

“Esto significa, obviamente, que la existencia de responsabilidades sólo tiene sentido en un mundo relacional, no en un mundo atomizado…” como el que estamos viviendo en estos tiempos. Porque la responsabilidad como la libertad no son propias de la individualidad sino del ser relacional e intersubjetivo de los humanos.

Vivimos en un mundo individualista y atomizado, en un mundo que nos hace crecer con la imagen de la sociedad como un gran concurso en que tenemos que luchar contra los otros para poder salvar la propia vida y en el que tienes que pisar al prójimo para subir y desarrollarte porque sino el prójimo te pisará para salir adelante y ser “alguien”. La vida como una especie de “juegos del hambre”.

No resulta extraña por tanto la cultura de absolutización de una idea de libertad individualista y competitiva y una negación total de la responsabilidad sobre el mundo y sobre los demás, una total renuncia a la apertura a la realidad que hay que cargar, de la que hay que encargarnos, hacernos cargo.

Un desafío educativo fundamental en estos tiempos de negación de la responsabilidad y de la auténtica libertad está precisamente en desarrollar en nuestros hijos y en nuestros alumnos la consciencia de la realidad en la que viven y la necesidad de cargar con ella, de encargarse de ella, de hacerse cargo de lo que su realidad les plantea.

Para lograrlo resulta imprescindible empezar por hacer consciencia en nosotros de que con esta realidad de irresponsabilidad extrema tenemos que cargar y tratar desde nuestro propio sitio de encargarnos de su regeneración, haciéndonos cargo de ella.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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