Lado B
Los CIE malteses. África es la principal nación del inmigrante
En la localidad de Marsa, en el extrarradio de la capital, La Valeta, el “centro abierto” para inmigrantes es un leño que crepita
Por Lado B @ladobemx
11 de agosto, 2015
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malta

Foto: Ivan Llop.

Jesús Martínez | Frontera D

@fronterad

Malta es una isla de 316 kilómetros cuadrados, poblada por 426.000 personas, unas diez mil de las cuales son inmigrantes. Dos son los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE) malteses, situados en las poblaciones de Marsa y Hal Far, este último tan grande como el Estadio de Wembley. África cabe en ellos. La nación del inmigrante.

Marsa: ‘No bueno’

En la localidad de Marsa, en el extrarradio de la capital, La Valeta, el “centro abierto” para inmigrantes es un leño que crepita.

Según el rótulo: “Estamos mejorando la calidad de los servicios prestados a los residentes del centro abierto de Marsa”.

Pero los africanos se hacinan, y entran y salen y siempre pasan por el New Tiger Bar (Xatt il-Mollijiet), junto a la valla metálica, en el cuello de botella de la Dársena 7, en los embarcaderos en los que el carguero Lebda se transforma lentamente en chatarra.

El New Tiger Bar es una covacha oscura, umbría, en la que reinan tres pósters y sus figuras: los rostros del Niño Jesús o de algún mesías parecido, del cantante de reggae Bob Marley (Redemption Song) y de la actriz Marilyn Monroe (Cómo casarse con un millonario).

Tras el surtidor del whisky Jack Daniel’s, pegado a las botellas, el escrito en árabe: “No creen”, tal y como lo traduce el propietario, esmirriado, que fuma narguile y sirve la cerveza local, Cisk.

El taburete, un bongó improvisado. Algunas mesas tienen tres patas. En la pared, la gramola con los grandes éxitos de Queen (Don’t Stop Me Now).

Quienes desean ver el fútbol se congregan en la Tavern Take Out, a veinte metros, en la misma calle de Xatt il-Mollijiet.

“No bueno”, chasquea la lengua el somalí de 19 años Mohamed Mesida, acendrado, avispado, que no bebe alcohol delante “de los suyos”. Toquetea el género en el mercadillo que se monta en la explanada (camisetas falsificadas del jugador de baloncesto de la NBA Kobe Bryant; copias ilegales del Smartphone Nokia Lumia 520 y latas de atún claro Ribeira, caducadas).

Mohamed Mesida llegó a Malta cuando tenía 12 años y los primeros meses los pasó en el centro de inmigrantes de Marsa.

“No bueno dentro”, repite.

Se va Mohamed. Respect.

El carismático Abraham, nigeriano de 33 años, conduce hasta su compañero a quienes van a pillar costo. Tras sus gafas de sol, choca con los nudillos del puño derecho y luego extiende los dedos índice y corazón, y continuamente repite “respect”.

El saludo universal rastafari lo usa la negritud de Malta como una invocación al buen rollo, al no me pises, a la dignidad (“máximo respeto”).

“Es difícil todo”, se lamenta, mientras echa a patadas del New Tiger Bar al borrachuzo que busca robarte la cartera. “Es difícil todo porque todos queremos pasaportes, papeles”.

El colega de Abraham se hace llamar Bushrap.

Hace diez años que llegó a Malta Bushrap (Botsuana, 1975) y aún no encuentra el modo legal de hacerse valer solo. Respect.

Utiliza el mail de la asociación de inmigrantes de Malta: maltamigrants2015@gmail.com

En el riachuelo que corre por Marsa, frontera natural del CIE, se agolpan los condones usados, las bolsas vacías de arroz basmati, las algas putrefactas.

Y una sombra fantasmal arrastra sus pasos, emporrado. Hamed se mete de todo lo que puede para soportarse a sí mismo. Algo farfulla: “Esto es muy duro, muy malo”.

Este chico de Somalia tiene 20 años.

Respect.

[quote_box_left]Extracto del texto publicado originalmente en Frontera D. Click aquí para seguir leyendo.[/quote_box_left]

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