Lado B
En Puebla, 17% de los ciudadanos define las elecciones intermedias
En los casos más extremos el PRI ha ganado distritos con 11.3 y 11.5 por ciento del total de la Lista Nominal
Por Ernesto Aroche Aguilar @earoche
27 de mayo, 2015
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En promedio la elección de 2003 es el proceso que menos interés ha generado en los últimos 15 años, sólo convocó a 37.4 por ciento de la población a las urnas.

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Ernesto Aroche Aguilar

@earoche

En promedio, en Puebla el 17 por ciento de los electores define quién será el partido ganador en las elecciones intermedias, ese es el resultado que arrojan las cifras estadísticas de esos procesos electorales en los último 15 años. Un dato que refuerza la idea extendida en la ciencia política de que las elecciones que cortan a la mitad los sexenios federales son definidas por el voto duro de los partidos.

Y en esas lides el PRI lleva mano: de los 31 distritos que han estado en juego en esos procesos electorales –15 en 2003, 16 en 2009–, similar al que se vive en la entidad en este momento, sólo cinco han sido ganados por el PAN, todos en la capital poblana, pues en ese lapso el partido albiazul logró una fuerte presencia en la zona metropolitana de la Angelópolis.

Aunque como en todo promedio también hay extremos: en el 2009 en el Distrito XI, uno de los cuatro en que se divide la capital poblana, la priista Blanca Jiménez rompió con la racha del PAN –el blanquiazul ganó el distrito en 2000, 2003 y 2006– con tan sólo el voto de 11.3 por ciento de los electores inscritos en la lista nominal de ese año.

Es decir, 30 mil 478 personas decidieron que la priista representara en la Cámara de Diputados a los 268 mil 775 electores registrados en ese distrito, prácticamente uno de cada 10.

Otro de los priistas que menos votos necesitó para ocupar una curul en San Lázaro fue el cholulteca Juan Pablo Jiménez Concha en esa misma elección, la del 2009, cuando el PRI, contra todo pronóstico –pues el entonces gobernador Mario Marín apenas había librado los últimos coletazos de la crisis política que significó el encarcelamiento de Lydia Cacho–, logró ganar los 16 distritos en juego, el llamado carro completo.

El priista requirió 11.5 por ciento de los votos de la lista nominal para convertirse en diputado federal. Esto significa que con 28 mil 668 votos pudo convertirse en el representante de 248 mil personas registradas en el Distrito X, también de la capital poblana.

De hecho es en esa elección, la de 2009, en donde se registran los porcentajes más bajos de votos para el partido ganador con respecto al total de la lista nominal, especialmente en la zona metropolitana, los Distritos IX y X, ya señalados, pero también el XII, el XI y el VI; en todos los casos el porcentaje va de 11.3 a 13.7 por ciento.

[quote_box_right]En la elección de 2009 es donde se registran los porcentajes más bajos de votos para el partido ganador con respecto al total de la lista nominal, especialmente en la zona metropolitana que comprende los Distritos VI, IX, X, XI, XII, en todos los casos el porcentaje va de 11.3 a 13.7 por ciento.[/quote_box_right]

Una de las razones que puede explicar ese comportamiento es el voto nulo, que en esos distritos registró los niveles más altos en esa elección, una elección en donde el llamado a anular el sufragio fue bastante difundido en varios sectores de la población.

El Programa de Resultados Preliminares (PREP) de ese año muestra que en todo el estado el porcentaje de voto nulos fue de 7.3 por ciento, pero si revisamos el porcentaje por distrito encontramos que el mayor porcentaje de voto nulo se dio en esos distritos.

Unas elecciones sin interés

En términos generales, y como se apunta al inicio de este análisis, las elecciones intermedias despiertan poco interés en los electores, y los datos duros de las elecciones pasadas lo confirman.

En promedio la elección de 2003, el proceso que menos interés ha generado en los últimos 15 años, sólo convocó a 37.4 por ciento de la población a las urnas. En ese proceso el nivel más bajo por distrito se registró en Texmelucan, pues sólo 30.5 por ciento de los inscritos en la lista nominal votó. El otro extremo se registró en el distrito 12, con 43 por ciento de los votos, en ninguno de los casos se llegó siquiera a 50 por ciento de los electores.

La siguiente elección intermedia, la de 2009, convocó apenas a un poco más de electores, en promedio 38.1. En esa jornada, Izúcar apenas consiguió superar el mínimo que registró Texmelucan y alcanzó 31.6 por ciento de participación ciudadana.

El extremo más alto se ubicó en esa ocasión en Huauchinango, cuando 46.6 por ciento de los electores llegó a las urnas a depositar su voto.

A diferencia de lo que sucede con las elecciones federales intermedias, en donde sólo se renueva la Cámara de Diputados, las elecciones en donde se elige también a presidente de la República y senadores convocan una participación que duplica a las intermedias.

Así, los procesos electorales del año 2000 y de 2012 llevaron a las urnas a 61.5 y 62.8 por ciento de los ciudadanos, respectivamente. Y se trató de procesos que definieron el rumbo político del país, pues el primero trajo consigo al primer presidente de la alternancia partidista, Vicente Fox Quesada, y el segundo implicó el regreso del PRI a Los Pinos de la mano de Enrique Peña Nieto y el grupo Atlacomulco.

Llama la atención el resultado atípico en la participación ciudadana que se registró en 2006, cuando la elección de Felipe Calderón Hinojosa trajo consigo una polarización del país pocas veces vista ante una posibilidad real de que la izquierda, encarnada en Andrés Manuel López Obrador, pudiera llegar a la presidencia.

En esa ocasión el resultado de participación ciudadana, y que en Puebla pintó de azul la mayoría de los distritos, a excepción de cuatro que no han conocido jamás la alternancia partidista, fue similar a la que se registró en 2009, 38.1 por ciento.

Una explicación que esboza el investigador René Valdivieso en su estudio “Puebla 2010: Elecciones y Alternancia”, publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, es que la elección pudo estar negociada entre el PRI y el PAN para salvar la crisis política que se generó al hacer públicas en febrero de 2006 las conversaciones entre el entonces gobernador Mario Marín y el empresario textilero Kamel Nacif para encarcelar a la periodista Lydia Cacho.

“Este asunto, que tuvo resonancia a nivel nacional, puede haber sido el elemento que influyó de manera determinante en las preferencias de los electores pero, sobre todo, en la operación electoral del PRI, dirigida por el propio gobernador Marín. Las sospechas de la negociación de la elección han estado presentes en el estado desde ese año, y han influido en el resultado de la elección local de 2010”, plantea el académico que hoy tiene a su cargo la secretaría general de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP).

Nota: Este análisis fue publicado originalmente en La Jornada de Oriente.

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