Lado B
EL VERDUGO Y LOS MÁRTIRES EN UN MISMO ALTAR: EL DESPERTAR MEXICANO DEL 68 Y EL SOPOR DE LOS AÑOS SUBSECUENTES
Rimbombante a Secas
Por Lado B @ladobemx
22 de mayo, 2015
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Rimbombante a Secas

 

Obertura

Hagamos un brevísimo ejercicio. Imagine un Colegio Jesuita, sí, de esos que cobran fortunas por educar a los jóvenes en el marco de la enseñanza humanista-personal de San Ignacio de Loyola. Ahora piense en una de sus fastuosas bibliotecas con estantería de ébano tallado, hermosos vitrales y libros incunables de consulta restringida sólo para especialistas y restauradores. Bien, ¿cuál sería su impresión si una vez que haya abandonado el recinto se enterase Ud. de que la biblioteca lleva por nombre “ Ex fraile agustino reformista Martín Lutero”.

¿Qué pensaría Ud. si la Universidad de La Habana se localizara entre la “Avenida John D. Rockefeller” y la “John F. Kennedy”?

¿Puede Ud. concebir que el Observatorio Astronómico del INAOE llevara por nombre “Papa Paulo V”? Nota: Paulo V censuró los descubrimientos de Galileo Galilei en 1616 y lo obligó a retractarse so pena de excomunión y procesamiento inquisitorio.

 

Scherzo

Aunque no tan icónico como el número 69, el 68 también tiene lo suyo. Importantes movilizaciones de estudiantes a nivel global se suscitaron en el mencionado año, como “El Despertar Parisino”, “La Primavera de Praga” o “El Movimiento del 68”, en México. Para no ahondar demasiado en las múltiples causas que produjeron estos fenómenos sociales (que no es la finalidad del presente artículo), establezco como común denominador la inaceptable desigualdad social que se padecía. Los regímenes autoritarios encarnaban a los más míticos y caprichosos dioses registrados en la Historia de la humanidad, y sí, hubo mucha violencia; nada de esto es nuevo.

Los años pasan y la Historia oficial va esculpiendo con precisión quirúrgica a todos los personajes célebres merecedores de culto que los ciudadanos estamos forzados a conocer para obtener un insignificante certificado de educación superior. El que suscribe puede dar cuenta de que, al menos en su experiencia, nunca ha pisado una ciudad, municipio o junta auxiliar en el país que no tenga una calle con los nombres de Hidalgo, Morelos o Juárez . Estas son los vacunos más sagrados del ganado histórico, pero existen muchos de menor rango, becerritos – digamos – que en su mayoría son ignorados por el imaginario colectivo. En la Ciudad de México, por ejemplo, basta echar un vistazo a la nomenclatura de las calles de la Colonia Doctores para darnos cuenta de lo ignorantes que somos, incluyo en esa ignorancia a distinguidos historiadores y cronistas de la gran urbe. -¿Alguien sabe quién demonios fue el Dr. Río de la Loza? – Él, al igual que otros colegas suyos, cumplieron con los requisitos que exige la Historia oficial para ser expuestos como ejemplo ante una nación ávida de personajes ilustres. El Dr. Leopoldo Río de la Loza combatió férreamente una epidemia de cólera que tuvo lugar en el año 1833, además de haber sido destacado científico y docente de su tiempo.

La Avenida Dr. Liceaga rinde homenaje a quien gestionara la creación del Hospital General de la Ciudad de México en el año de 1905: Eduardo Liceaga. -¿Y qué hay con el mentado Dr. Vértiz? -¡Claro, es una calle sumamente representativa de la Capital del país! Se utiliza como referencia para ubicar incontables domicilios y rutas del transporte público. Pero en realidad, más allá de ser una calle, José María Vértiz fue uno de los primeros médicos mexicanos en obtener una especialidad de oftalmología en el extranjero, en Francia, para ser precisos. Se le considera pionero de las cirugías de cataratas, por ahí del año de1836. Y de este modo podemos continuar con la semblanza de los médicos que por sus notables méritos trascendieron al grado de ser privilegiados con la inmortalidad epigráfica de la nomenclatura urbana. Me indigna mucho que la Historia oficial no le haya hecho justicia aún al “Brujo Mayor”, negándose a incorporarlo a la célebre Colonia Doctores. Su porcentaje de efectividad para combatir virus, bacterias y parásitos está por encima del 80%, según dicen sus más de 12,000 pacientes que hoy gozan de excelente salud, por más que la revista Science se empeñe en ocultar sus aportes en el campo de la medicina miscelánea. Mi apacible carácter se irrita de sumo cuando sé que el Dr. Goiz, quien con sus métodos de sanación de “biomagnetismo médicinal” (sí, leyó Ud. Bien, “médicinal”, con acento en la “e”), es capaz de curar padecimientos como el SIDA, cánceres de todo tipo, insuficiencias renales y otra serie de calamidades que llevan décadas o siglos azotando a la humanidad y, pese a ello, no le han valido la labranza de alguna placa para designar aunque fuese un callejoncito de la citada Colonia. La explicación podría recaer en que estas eminencias aún no han muerto, pero esta teoría se desmitifica al evidenciar una avenida en Puebla, Pue. que lleva por nombre Vicente Fox Quesada. Tal vez sea un asunto jurídico-geográfico, -¡vaya Ud. a saber!-

En medio de esta atmósfera de profunda indignación que espero haber podido transmitir a Ud., apreciable lector, me gustaría retomar el tema del año de 1968.

Ninguna vergüenza más grande puede experimentar un individuo, que aparecer en la lista negra de monstruos históricos en la que figuran, predominantemente, políticos absolutistas (no digo absolutistas por pertenecer al periodo del Absolutismo) de todos los colores y sabores. Entre los cargos generales que suelen imputárseles destacan los crímenes de lesa humanidad, el genocidio, la tortura y la desaparición forzada. Pinochet, Stalin, Hitler, Pol Pot, Mengistu Haile Mariam, etc. La lista es vasta y, como dirían algunos, “hasta la basura se separa”. En México tenemos un buen número de ejemplares para ser exhibidos en el capelo de la ignominia; Gustavo Díaz Ordaz se perfila como buen contendiente para obtener uno de los escaños más notables de la taxonomía del oprobio nacional, y así lo hacen saber las hordas de indignados manifestantes que año con año salen a las calles de todo el país el día 2 de octubre para refrescar memorias, exigir una imposible justicia y recordar a las víctimas de tan funesto mandatario. Nadie parece disentir sobre la legitimidad y necesidad de gritarle al merecedor de motes como “El Trompudo”, “El Quejetas” o “La Changa Fea” que pese a la retórica política de algunas facciones, lo asesino nadie se lo quitará nunca.

Del otro lado tenemos a los agraviados; a los deudos de los caídos en la Plaza de Tlatelolco; sobrevivientes de la masacre; un pueblo que se sigue conmoviendo por la barbarie pero, sobre todo, tenemos la memoria de un número aún no identificado de personas que perdieron la vida a manos de pusilánimes órdenes. La persistencia para que el suceso no se olvide ha dado ya sus frutos. Sin duda alguna las arengas públicas organizadas por ciudadanos responsables y conscientes (afectados directamente o no por la matanza) llevan el crédito de la cosecha social. Sumados a ellos, los ríos de tinta vertidos por intelectuales han orillado a los hacedores de la Historia oficial a reconocer la condición de víctimas de los agraviados del movimiento estudiantil. El saldo de 46 años de incansable lucha se materializa ya en la incorporación de menciones al respecto en el ámbito institucional. Los programas educativos de la SEP, por ejemplo, hablan –con reservas- sobre lo acontecido. Algunas colonias y avenidas llevan por nombre “2 de Octubre”. Tanto grito, tanta tinta y tanto arte han valido la pena, dirían muchos.

Las víctimas directas de Gustavo Díaz Ordaz ya ocupan un sitio en el altar imaginario de personas célebres de la nación, lo que llama la atención es que ese mismo altar albergue con toda pompa al victimario. Tras una breve búsqueda en Google, encontré que existen 12 Bulevares llamados Gustavo Díaz Ordaz a lo largo del país. Destaca por mucho el de Veracruz. Incluso en Zapopan, refulge el mediano busto del nefasto personaje, cuya contribución más destacable en el ámbito político fue la inauguración de la línea 1 del metro capitalino y la organización de 2 eventos deportivos internacionales con sede en México. Esto me obliga a pensar en muchos de los hogares de feligreses de la Iglesia Bautista, o aquellos de la de los Santos de los últimos días que, a sabiendas de que su credo les prohíbe la tenencia o exposición de imágenes, improvisan una suerte de estante con la Guadalupana rodeada de veladoras.

 

Coda

Así de abigarrada se muestra nuestra Historia oficial, y no es de extrañar que con el crecimiento demográfico de las ciudades, principalmente, la preparatoria “2 de Octubre” termine ubicándose en el número 68 del Bulevar Gustavo Díaz Ordaz. Podría darse el caso opuesto: Calle Gustavo Díaz Ordaz no. 68, Colonia 2 de Octubre.

Tal vez esto sea ya una realidad y pido la ayuda de Ud., amable lector, para que me indique si este humor negro involuntario se encuentra materializado en algún lugar de su comunidad, de ser así, me daré a la tarea de organizar un movimiento social de gran envergadura para que el “Dr. Simi”, “Dr. Wagner”, “Dr. Chapatín” y “Dr. Menguele” se integren a la nomenclatura de la Colonia Doctores y, por qué no, de paso, cambiar el nombre de la Glorieta del Ángel de la Independencia por el de “Glorieta Félix María Calleja”.

Gracias Poniatowska, Falaci, Fernando del Paso y Roberto Bolaño (entre muchos otros) por poner su talento al servicio de la memoria colectiva. Gracias también a los manifestantes responsables y conscientes (no a esos pseudoanarquistas que ignoran a un tal Pierre Joseph Proudhon) que se apostan al rayo del sol para recordar la atrocidad del 68. Sus acciones han sido de gran valía, pero mientras el altar histórico consagre por igual a las víctimas y a los victimarios, nuestra labor social se antoja todavía lejana para estar completa.

 

Semblanza

Asumir la Historia oficial es una especie de acto de fe: nadie sabe los criterios ni los procesos que la han conformado, pero a través de la insistencia se logra obtener lo que podría denominarse un credo nacional. Aunque dicha Historia es un mal necesario e irremediable, desde el punto de vista del humor negro y del teatro del absurdo se transmuta en el terreno más fértil de todos para la sátira y la mofa. Cabe aclarar que esta situación no es exclusiva de México. Echemos un vistazo…

 

Reseña fragmentada del autor

Nota: es fragmentada porque es sumamente prolífica como para resumirla en un pequeño artículo.

Desencantado por la intrascendencia de temas filosóficos vigentes, Rimbombante a Secas forzó su vocación por el estudio de las ciencias exactas, lo que lo llevó a ser admitido e inmediatamente expulsado del Earth, Atmospheric and Planetary Sciences Department del Massachussetts Institute of Technology (MIT) por organizar un movimiento social en contra del modelo heliocéntrico, ya que lo considera altamente discriminatorio. Su tesis sobre equidad rotacional y de traslado planetario fue rechazada por el Geomorfólogo, Profesor Taylor Perron. No obstante, logró abrir brecha en el estudio multidisciplinario de la ahora llamada línea de investigación Astronomía social.

Tras el revés sufrido en el extranjero, Rimbombante a Secas ha incursionado en nuevos temas de inestimable valor científico, como el proyecto que encabeza para autentificar la sinceridad de las lágrimas de la Virgen de Juquila que misteriosamente brotan de sus ojos durante la temporada de lluvias (de los ojos de Rimbombante).

En su faceta como escritor ha publicado numerosos cuentos y ensayos en editoriales que ya no recuerda.

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Autor Lado B
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