Lado B
DIÓGENES EL CÍNICO
Carlos Camaleón
Por Lado B @ladobemx
22 de mayo, 2015
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Carlos Camaleón

 

“Diógenes es un Sócrates delirante”
Platón.

 

Aunque la mayoría asume que los grandes pensadores siempre han plasmado sus ideas por escrito, sabemos por diversas investigaciones, que algunos de ellos fueron incluso analfabetos, siendo sus esclavos los que transcribían aquellas importantes ideas. El pensamiento filosófico como lo conocemos en las academias mexicanas adopta modelos europeos, aunque luego resulte que filósofos alemanes de importancia, ni siquiera estén enterados de la enseñanza de filosofía en países como el nuestro. Este modelo, nos orilla a pensar que la filosofía inicia en Grecia, y como tal, se divide en los filósofos surgidos antes de Sócrates y los posteriores, entre otros motivos porque con Sócrates, la filosofía, que había intentado acercarse al entendimiento del universo a través de la naturaleza, voltea los ojos al estudio del hombre mismo. Platón y Aristóteles, fundadores tanto de la Academia como del Liceo griegos, se entregarán a su legado y por si fuera poco, enaltecerán cada uno en sus propios principios, la idea del estudio del hombre. Considero pertinente mencionar que Sócrates, a pesar de ser también un personaje recurrente en la dialéctica de Platón, tampoco deja un mensaje escrito. No hay textos ni referencias a estos, sobre la obra de Sócrates, en realidad, su obra se conoce por Platón y otros autores que conocieron a este singular pensador. Cosa parecida sucede con Diógenes el Cínico, del cual conocemos anécdotas recopiladas y trasmitidas por el historiador Diógenes Laercio. El paralelismo de anécdotas sobre Sócrates y Diógenes el cínico no solo concuerda en este punto, sino en varias similitudes. Ambos reprochaban un tanto las riquezas materiales, en buena parte vivían de lo que sus amigos ricos, los que hacían banquetes, les obsequiaban. Es clásica la anécdota de Sócrates parado en medio del mercado de la ciudad diciendo: “tantas cosas, que yo no necesito”.

Igualmente Diógenes, como mendigo que era, alguna vez pedía limosna a una estatua, cuando le preguntaron la razón de tal cosa, que parecería inútil, el cínico respondía: “estoy entrenado para el fracaso”. Diógenes detestaba a los políticos, que en vez de amos eran esclavos del pueblo, a los ricos, que no eran sino ambiciosos, a los atletas, porque no eran más que un burdo espectáculo y también detestaba a la escuela euclidiana y a los alumnos de Platón, que para él eran perdidas de tiempo. El nombre de Cínico, proviene de la escuela filosófica de este nombre, que proviene de una palabra que en el griego original, significaba perro. Estos filósofos cínicos eran entonces una secta de “perros”. Arrogantes, hedonistas, mendigos, pero altamente transgresores, los cínicos griegos, entre otros legados, nos dejan las connotaciones de la palabra cínico en el lenguaje actual, usada para alguien que se expresa sin vergüenza, sin pudor, desafiando a la moral. Alguien que ejecuta una acción incomoda para muchos pero no se retracta, sino que reconoce, se enorgullece de tal acción. Eso es un cínico contemporáneo, pero en tiempos de Diógenes, los cínicos eran mal vistos, como los clochards franceses, sin embargo la escuela cínica, fundada por un seguidor de Sócrates, de nombre Antístenes, de la ciudad de Atenas, reclamaba el pensamiento individual y autosuficiente. Sobre esta humildad, se cuenta del encuentro entre Diógenes y Aristipo, un filosofo del rey, quien lo miraba con lástima comiendo un plato de lentejas, y le comentó: “si tu trabajaras para el rey, no tendrías que comer lentejas…”, a lo que el cínico respondió: “si tu comieras lentejas, no tendrías que trabajar para el rey”. En aquellos días, como en nuestra época, es socialmente inaceptable la intrusión de aquellos hombres, mujeres y niños que no trabajan y buscan un modo de vida diferente, en total austeridad. Diógenes no era de Atenas, sino de Sínope, aunque su familia fue desterrada de esa “polis”, por lo que el filosofo expresó: “ellos me condenaron a irme, pero yo los condené a quedarse”. Se dice que él y su padre Hicesias, hicieron un fraude, una falsificación de monedas, debido, según se cuenta, a otro paralelismo con Sócrates, pues ambos consultaron al mítico oráculo de Delfos. A Sócrates le respondió su afamado: “Conócete a ti mismo” que lo llevó al autoconocimiento y al conocimiento de los hombres. A Diógenes le respondió: “Vuelve a tu casa y da nuevas instituciones a tu tierra” y él cambió la moneda, por moneda falsa, dando efectivamente un cambio, aunque no muy moral. Tal vez, lo que nos refiere esta leyenda, ofrezca una respuesta al significado de una vida de miseria convertida en virtud, ¿será acaso un auto castigo por sus actos deshonestos? Nunca lo sabremos, pero podemos reflexionarlo.

[pull_quote_right]Sobre esta humildad, se cuenta del encuentro entre Diógenes y Aristipo, un filosofo del rey, quien lo miraba con lástima comiendo un plato de lentejas, y le comentó: “si tu trabajaras para el rey, no tendrías que comer lentejas…”, a lo que el cínico respondió: “si tu comieras lentejas, no tendrías que trabajar para el rey”[/pull_quote_right]

La importancia de Diógenes el cínico como contemporáneo de grandes como Platón o Aristóteles, se debe en gran medida a que mientras los grandes filósofos sistemáticos establecían en el confort, sus ideas, escuelas como la de los cínicos estaban más ligados a la praxis socrática. Es decir, no les interesaba tanto la teoría, sino la practica de un posible modelo de vida y autoconocimiento. Mientras Zenón de Elea trataba de demostrar mediante argumentos inteligentes que el movimiento era una ilusión, con su ejemplo de que Aquiles nunca podría atrapar una tortuga, Diógenes se pone a caminar, desafiando al matemático y filosofo Zenón, alegando “el movimiento se demuestra caminando”. Ante su condición de “perros”, Diógenes a veces se mostraba agresivo, mordiendo a los que lo perturbaban diciéndole cínico, ladrando y persiguiéndolos con furia.

Según se cuenta, en un banquete, le arrojaron su comida, como a un perro, a lo que él les respondió orinándose ahí mismo. Las anécdotas de Diógenes Laercio, sobre Diógenes el Cínico, son comentadas y discutidas hoy día en clases de Historia de la Filosofía, pero si revisamos la historia general, encontraremos a muchos personajes, tanto religiosos, artísticos, místicos o políticos, que actúan como el propio Diógenes.

Sin embargo, Diógenes tenía problemas tan mundanos como cualquier indigente hoy día, tal es el caso de aquella ocasión en que lo atrapan y secuestran para venderlo como esclavo, entonces se acostumbraba que los esclavos se presentaran ante una especie de subastador, que los ofrecía a los posibles amos. La pregunta recurrente era ¿Qué sabían hacer? Para poder venderles mejor. Algunos respondían que eran buenos para criar animales, para cargar, para trabajar las tierras, pero Diógenes respondió que él era bueno para una sola cosa “yo soy bueno para gobernar a los hombres”, dijo, “que me compre aquel que quiera tener un amo”. Parece que de esta singular oferta- porque efectivamente así lo presentaron a los posibles compradores de esclavos- alguien se interesó, admirando en aquel esclavo un filosofo y por tanto un educador de niños, pues los pensadores que eran esclavos en aquella Grecia antigua, eran los primeros pedagogos, los que llevaban a los niños a la escuela, los que les enseñaban cosas útiles. Tal como Aristóteles fue el instructor del gran conquistador del mundo antiguo: Alejandro Magno de Macedonia. Se dice que tiempo después, su amo Xeniades de Corinto liberó al cínico, pero poco sabemos del destino final de este filósofo.

Sobre su encuentro con Alejandro Magno, se dice una de las anécdotas más exquisitas y divertidas de la filosofía griega, que tiene que ver con que el cínico vivía en una tinaja o tonel, que algunos sitúan en Atenas y otros tantos en Corinto. Diógenes se protegía en los techos de los templos, cerca del ágora, o en los gimnasios, pero siempre volvía a descansar en su tonel, donde nadie lo interrumpía. Se dice que compartía comida con perros y vagabundos, tomaba vino y disfrutaba de la tarde descansando. Una de esas tardes, llegó a buscarlo el conquistador de todo el mundo conocido, de oriente a occidente, Alejandro Magno, quien por instrucciones de Aristóteles respetaba las formas de arte y conocimiento de todos los pueblos conquistados y experimentaba una inusual curiosidad por conocer al hombre sabio que habitaba aquel tonel. Se presentó con su guardia personal, para preguntarle si podía hacer algo por él. Imaginen esa escena, el rey del mundo ofreciéndole lo que quisiera, a sus órdenes. Diógenes respondió que no necesitaba nada, que lo dejara en paz. ¡Pero yo soy Alejandro Magno! Respondió el monarca, mientras el filosofo le replicaba: “y yo soy Diógenes el Cínico. Pero creo que ya lo pensé mejor, si hay algo que puedes hacer por mí…”

“A tus órdenes”- respondió Alejandro- “¿Puedes moverte un poco? Es que me tapas el sol…” replicó el cínico. En esta afrenta, verbal, intelectual o espiritual tal vez, podríamos hablar del hombre que venció a Alejandro Magno sin armas ni ejército. Se jugaba la vida, pero fue fiel a sus creencias y doctrinas. Mientras su guardia reía, la escena terminó con una frase enigmática de Alejandro: “De no haber sido Alejandro Magno, me hubiera gustado ser Diógenes el Cínico”.

Se cuenta mucho sobre este pensador, aunque como mencioné al principio, poco tenemos de su doctrina, y los autores se debaten sobre el significado de sus anécdotas recogidas en el libro “Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.”

Hacía cosas inusuales, como aquella que hizo contra Platón, cuando el autor de «La Republica» le explicó su postura de que el hombre era un bípedo sin plumas, y en respuesta, el cínico aventó en su academia un pollo desplumado, afirmando: “aquí te traje un hombre”. También es notoria su masturbación en el Ágora, a la que la gente protestaba, recibiendo por respuesta que ojala fuera tan fácil aliviar el hambre frotándose el vientre.

Diógenes caminaba descalzo por la ciudad, buscando hombres, de cierto cuenta la leyenda que andaba una vez con una lámpara en la noche y a quien le preguntaba porqué hacía eso, obtenía por respuesta que Diógenes buscaba hombres, refiriéndose con esto a los honestos.

Un hombre rico lo invitó una vez a comer, aclarando que en su casa no se podía escupir, a lo que Diógenes, luego de comer, respondió haciendo gárgaras y escupiendo directamente a la cara del hombre, explicando que no encontró otro lugar para tal cosa. Era un extravagante hombre, trasgresor, como pocos, sin más talento que el de pensar y ser libre.

Al igual que Sócrates vivía de lo que sus amigos o los generosos le ofrecían, sin embargo Sócrates tenía familia que alimentar, por lo que sus dosis de alimento y vino debieron ser más generosos.

Sobre la muerte del filósofo, poco se sabe, hay una versión muy poética o metafórica de que se muere conteniendo la respiración, un suicidio imposible según los médicos, que para hombres de la Grecia clásica tal vez era posible concebir. También se habla de una caída fatal, tal vez a causa de una mordida de perro. Se cuenta que su última cena, era pulpo, la compartía con unos perros, pero uno de ellos, impaciente por obtener su parte, mordió a Diógenes y provocó la caída. Otros hablan de indigestión tras comer el pulpo, en fin, varios pensadores enaltecieron la figura de este hombre a lo largo de los años, se hicieron bustos y estatuas en su honor, como la que mandó hacer el pueblo de Corinto, una columna con un perro descansando. Buenas Lunas.

 

Carlos Camaleón. Editor y autor, ha participado en más de 50 antologías y tiene 25 libros publicados en solitario, ha impartido cursos y conferencias relacionadas a filosofía y literatura en espacios como Cineteca Nacional, UNAM, UAM, ENAH, Universidad del Claustro de Sor Juana, Instituto Mexicano de la Juventud, Centro de Arte y Cultura Circo Volador, Cultural Woody Allen, Cine Morelos (Cuernavaca), Festival Internacional Poblano, Horror Fest (Monterrey y Guadalajara), Expo Rodaje en los Estudios Churubosco; ha realizado colaboraciones en revistas como Playboy, Generación, Los Suicidas, Dark, Revista de Revistas del Excélsior, etc.

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