Lado B
Documentan la vida de un pueblo bajo el agua
La presa Pichacos dejó en calidad de Atlántida a las comunidades sinaloenses de Puerta de San Marcos, El Placer, Los Copales, Casas Viejas y Las Iguanas
Por Josué Cantorán @josuedcv
25 de febrero, 2015
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Josué Cantorán

@josuedcv

El 12 de noviembre de 2012, el entonces presidente Felipe Calderón inauguró la controvertida presa Pichacos, que abastecería de agua a la zona metropolitana de Mazatlán, una ciudad en crecimiento constante con urgentes necesidades de mejorar sus servicios públicos. La polémica de la obra radicaba no sólo en el despojo territorial que grupos comuneros denunciaron –conflicto que culminó con el asesinato de uno de sus líderes, Atilano Román, en plena transmisión de su programa de radio en octubre de 2014– sino en algo aún más grave: cinco pueblos quedarían bajo el agua.

La presa Pichacos dejó en calidad de Atlántida a las comunidades sinaloenses de Puerta de San Marcos, El Placer, Los Copales, Casas Viejas y Las Iguanas, desplazando a la totalidad de sus habitantes. Un pueblo más, San Marcos, quedaría bajo las aguas sólo por temporadas, dependiendo de la cantidad de lluvias o el nivel de apertura de la presa. Desde entonces, en ocasiones un pueblo fantasma seco, en otras San Marcos se convierte en una especie de Venecia rulfiana. Todos se fueron, todos, excepto tres familias.

Esas tres familias que permanecen en San Marcos por algo que deambula entre la terquedad y la pertenencia son los protagonistas del documental Los reyes del pueblo que no existe (2015), de Betzabé García, incluido este año en la selección “Pulsos” de la gira de documentales Ambulante.

Tráiler-Pulsos, Los reyes del pueblo que no existe. from AMBULANTE on Vimeo.

La película, de acuerdo con su director de fotografía, Diego Tenorio, trata los temas políticos y sociales de forma sólo tangencial porque, en realidad, la reflexión que busca generar es en torno a “la cuestión existencial de qué es la vida y enfrentarse al caos”.

–Al principio (de la filmación) –dice el director de fotografía– había más temas y estaba abocado a la parte social y política, pero poco a poco se fueron metiendo a las razones de la gente de quedarse en el pueblo a pesar de la soledad, la destrucción, la falta de trabajo y la violencia por el narco.

Betzabé García, la directora del film, había trabajado en una compañía teatral con la que se había presentado en San Marcos, por lo que el anuncio de que la presa Pichacos dejaría al pueblo entre el agua la hizo pensar en abordar el tema desde el cine. Primero hizo un cortometraje de ficción, como una especie de ejercicio, pero el tema daba para más. Así fue como nació Los reyes del pueblo que no existe, una cinta que llevó al menos cuatro años de trabajo.

Aunque algunas primeras tomas se realizaron en 2011, fue el siguiente año cuando se filmó la mayor parte de lo que es ahora el documental. El material se iba editando conforme avanzaba la filmación y una vez que el equipo liderado por Betzabé García tenía una versión preliminar del documental completo, regresaron a la comunidad a realizar las últimas filmaciones.

Los cuatro años de convivir con las tres familias de San Marcos hicieron que los integrantes del equipo de filmación se integraran a su cotidianidad hasta el punto de que los lugareños les enseñaron a ordeñar el ganado y desgranar el maíz. Para la realización de la película, esto sirvió para que los habitantes se sintieran en confianza y permitieran a los documentalistas ingresar a sus casas, grabar algunas de sus conversaciones personales, dejarse ver tal como son. Eso da a la cinta ese toque de intimidad que sólo se logra cuando los responsables de la cámara y los retratados han compartido tiempo juntos.

–Con cada persona la relación fue diferente –explica Diego Tenorio– y el acercamiento con algunos costó más trabajo que con otros. Algunos personajes no se dan cuenta de la cámara, son como son con o sin cámara, otros marcan más distancia.

Las razones por las que cada una de esas familias decidió quedarse en San Marcos también son diferentes, lo que deja ver la diversidad de historias que pueden contarse de una misma comunidad, aun cuando los habitantes de ese pueblo puedan contarse con los dedos de las manos.

Pani y Paula son una pareja que dedica todo su tiempo a reconstruir el pueblo en ruinas: recortan la maleza del atrio de la iglesia, construyen un cerco de ladrillos para que los animales no se metan. Lo hacen para nadie, porque ya no hay nadie en el pueblo. Esa visión, considera el director de fotografía, representa el lado optimista de la historia, el cual contrasta con el de otra familia que permanece en San Marcos casi contra su voluntad, pues no tienen otro sitio a dónde llegar. En medio están Jaimito y Yoya, una simpática pareja que disfruta de la soledad del pueblo, por donde deambulan plácidamente, no sin miedo a ser víctimas de la violencia de un estado atravesado por todos lados por las organizaciones criminales.

–Sobre el tema de la violencia y el narcotráfico –dice al respecto el director de fotografía–, en Sinaloa el narco lleva ahí mas de 50 años. Hay una doble moral en ese estado porque todos saben quiénes están en el narco pero nadie habla de eso tan fácil, siempre es sugerido, el documental también lo sugiere, se toca el tema sin ser suficientemente claro.

Para el cineasta, especialista en fotografía, el documental de Betzabé García “era como hablar de México y de muchas cosas, que estamos ahogados en violencia, en corrupción, y ese es el reflejo tal cual de lo que sucede en el país”.

Asimismo, asegura que es más difícil de llevar a cabo un documental que una película de ficción porque el primero exige del realizador total honestidad y otras destrezas para contar una historia y establecer conexión con las personas protagonistas.

–A mí personalmente –dice, entrevista con Lado B–, el hecho de que la materia prima del documental sea la realidad a mí me toca más, cuando veo un documental lo admiro muchísimo porque los que están ahí son personas reales, son vivencias reales y creo que en ese sentido el sentiudo humano y la conexión con los que están ahí es más estrecha.

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Autor Lado B
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