Lado B
CUADRIVIO: HACERSE A LA MAR
Camila González Paz Paredes
Por Lado B @ladobemx
20 de febrero, 2015
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Camila González Paz Paredes

Es un prejuicio halagador pero falso el de que las nuevas generaciones nacimos en Internet, con algún dispositivo electrónico adherido a nuestras terminaciones nerviosas, amos del mundo virtual que nuestros padres apenas entienden. La verdad es que somos como los primeros colonos: ingenuos, impresionables, esperanzadísimos y profundamente ignorantes.

La revista Cuadrivio es una bandera izada en la indómita era digital. Es una invitación a conquistarla con cultura, antes de que la inmediatez comercial del Internet y su bombardeo de contenidos nos hagan naufragar. Con eso en mente, los cuadriviantes nos hemos propuesto utilizar las aguas cibernéticas para fomentar y dar a conocer la creación artística, principalmente literaria, y la crítica interdisciplinaria, privilegiando a los autores jóvenes. Llevamos casi cinco años construyendo un cruce de caminos donde los viajeros de la banda ancha puedan hacer una parada y, visita con visita, ir estableciendo domicilio. “Revista” es mera etiqueta: si quisiéramos imprimir, Cuadrivio publicaría un libro por cada número; entre 300 y 400 páginas cada cuatro meses. Cuadrivio, en realidad, es un país con provincias independientes, todas ellas de entrada absolutamente gratuita: Literatura, el periodístico Proteico, Política, Ciencias, Academia, Artes (plásticas, visuales, digitales y fílmicas), y Zoo, mapa del mundo impreso y digital de los libros y las revistas.

Cuadrivio ha publicado 14 números digitales con colaboradores de América Latina, Estados Unidos, España, Irlanda y otros países, y tiene una edición semanal en constante actualización y crecimiento.Hoy contamos con la beca Edmundo Valadés del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y los planes a futuro no ven el horizonte.

Siendo franca, a pesar de todo, cuando me subí a la nave cuadriviante no sabía muy bien lo que hacía. En ese entonces comenzaban a atacarme las huestes del insomnio, estaba por abandonar la licenciatura y fantaseaba con que mi depresión tarde o temprano me volvería una joven escritora. Publicaba una columna decadente en el renacido blog de la revista Ágora de El Colegio de México, pero no me podía comprometer con nada, salvo con ver Dragon Ball una y otra vez, y pasarla leyendo ciencia ficción (basta para seguir vivo).

Un día de aquellos recibí un mensaje por Facebook: un contacto al que jamás había visto me invitaba a una especie de conspiración, aunque yo sospeché que se trataba de un experimento psicosocial: a través de dos o tres socios, el denominado Ramsés LV estaba reclutando desconocidos con habilidades diversas y trayectorias dispares para hacer una revista.

El pequeño ejército del que salió Cuadrivio tenía de todo: algunos jovencitos melancólicos, un abogado campeón de hokey, un economista del ITAM con ímpetu de filósofo, una rubia risueña del Claustro de Sor Juana, izquierdistas revoltosos de la facultad de políticas, y una que otra temible comunicóloga que conseguía concretar las divagaciones colectivas en su cuaderno. Reafirmando mi sospecha sobre el experimento psicosocial, todos padecían alguna adicción al ánime japonés, sufrían neurosis lingüística, crisis vocacional y/o depresión por el estado del país y la cultura. Éramos una muestra de esa generación insatisfecha con el mundo y al mismo tiempo sumamente emocionada con sus posibilidades. Canalizamos nuestras frustraciones y nuestro entusiasmo en echar a andar el proyecto esbozado por el silencioso y oscuro Ramsés LV.

En mi experiencia, los mayores retos de una publicación como Cuadrivio, digital, independiente y gratuita, son encontrar su razón de ser y sus medios para seguir siendo (las revistas también tienen crisis existenciales). No tiene sentido invertir la energía creativa y la talacha editorial de tantas personas para simplemente vanagloriarnos con su resultado. Sí, Cuadrivio es una revista que nosotros leeríamos – motivación fundamental para hacerla, pero no suficiente. Seguimos aquí porque lectores y colaboradores se han integrado a la conversación que proponemos: los cibernautas detienen sus cursores para leer textos de contenido menos ligero, más sesudo y más extenso de lo que suele ofrecerse en la red. Hemos comprobado que no somos los únicos interesados lo mismo en la ciencia que en la política, lectores de una novela clásica después de un cómic o una sesión de Zelda, gente con algo que decir y con mucho que preguntarse.

El reto para nosotros sigue siendo cimentar la revista, que camine solita. El arte por el arte, en el México de hoy, es casi imposible. Es misión de las iniciativas como Cuadrivio encontrar los mecanismos económicos e institucionales que permitan a todos sus participantes seguir haciendo cultura libre, crítica y de calidad con las alternativas y las dificultades del ámbito digital.

Una vez, en una plática en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, nos preguntaron si no nos angustiaba que Cuadrivio pudiera desaparecer con un click, borrarse para siempre sin dejar rastro. Quedarse “materialmente” en el papel podrá consolar a muchos proyectos impresos. Nosotros preferiríamos quedarnos fuera de Cuadrivio, en la corriente larga de la vida cultural que nos rebasa a todos y que todos vamos forjando. Como decía el primer eslogan que usamos, hic et ubique, hay que estar aquí y en todos lados.

 

 

 

Camila González Paz Paredes (Ciudad de México, 1989). Abandonó un par de licenciaturas antes de estudiar Sociología en la UNAM. Es Subdirectora de Cuadrivio desde hace cuatro años.

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