Lado B
Francisco, del barrio a la cima del mundo
La asunción de Francisco generó estrategias diversas en actores católicos, políticos y sociales. ¿Por qué los dirigentes que parecían mejor posicionados en torno a su figura, como Michetti y Carrió, terminaron marginados?
Por Lado B @ladobemx
09 de diciembre, 2014
Comparte

La asunción de Francisco generó estrategias diversas en actores católicos, políticos y sociales. ¿Por qué los dirigentes que parecían mejor posicionados en torno a su figura, como Michetti y Carrió, terminaron marginados?¿Qué sucede ahora en los grupos militantes católicos de izquierda y derecha, quienes se enfrentaron a Bergoglio cuando era Cardenal?¿Y entre los que no siguen la doctrina religiosa? En este ensayo, la especialista en Sociología de la Religión, Verónica Giménez Beliveau, analiza la tracción carismática del Papa sobre sectores dentro y fuera de la iglesia.

nueva-iglesia-2-izq

Foto: M.A.F.I.A

 Verónica Giménez Béliveau | Revista Anfibia

@revistaanfibia

I. Sorpresas  

Todo empezó con la sorpresa de propios y ajenos. Primero, la renuncia de Benedicto XVI, un hecho absolutamente inusual, que en la Iglesia romana no se producía desde hacía siglos. El apartamiento voluntario de un cargo que normalmente se deja por la muerte es una muestra más de la desacralización de la figura de la máxima autoridad de la Iglesia. Una forma de discutir, con un hecho contundente, la figura del Papa que, desde fines del siglo XIX, se venía construyendo alrededor de la idea de infalibilidad.   Luego, la designación de un no europeo en el cargo.

En marzo de 2013, la elección de un papa latinoamericano no formaba parte de las opciones más probables en las apuestas sobre el nombre del próximo pontífice. Y de pronto, un simpático obispo de dicción afectada anuncia que Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio es el nuevo jefe de la Iglesia católica, y que se ha impuesto el nombre de Francisco.

En Argentina la sorpresa fue mayúscula. Algunos festejos en las calles, taxistas tocando bocinas al grito de “un Papa argentino” convivían con grupos de personas frente a televisiones de bares y vidrieras,  comentando el hecho. En otros lugares del mundo también: la prensa internacional buscaba con ahínco y cierto alocamiento a cualquiera que pudiera dar noticias del cardenal de aquel país “del fin del mundo”.
La hermana de Bergoglio, la amiga del Jorge Mario cuando no era ni obispo, el cura villero de la diócesis, el secretario, el cartonero que lo conocía, el dirigente de la ONG con el que trabajaba en proyectos contra la trata y el trabajo esclavo, el cura villero. Todas y todos tenían su faceta de Bergoglio para contar.   Y luego, en Roma siguieron las sorpresas. Los pequeños gestos del papa electo reforzaron el imaginario de un papa humilde lejano de los oropeles de la Curia Vaticana: la foto de los zapatos gastados, los mismos que llevaba antes, dieron la vuelta al mundo. La ausencia de adornos, la negativa a habitar los palacios papales y la elección de vivir en Santa Marta, transmitían un mensaje de renuncia a la ostentación.
El primer Jueves Santo de su papado, Francisco realizó el tradicional Lavapiés en la Casa del Marmo, un correccional de menores de la capital italiana. El primer viaje oficial fue otra elección que transmite compromiso con los olvidados de Europa: estuvo en Lampedusa, la isla italiana más cercana a África que a Europa, donde llegan miles de migrantes en frágiles barcos sobrecargados que cruzan el mar sin marineros, ni tripulación. Autoridades y población de la isla rescatan naufragados y cadáveres del  Mediterráneo. Poco más de un año más tarde, el papa compartió con el presidente de Bolivia, Evo Morales, el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en Roma en octubre de 2014.
La llegada de Jorge Bergoglio al papado significó un encadenamiento de sorpresas, de hechos vividos como novedosos por un público al cual, reconozcámoslo, la Iglesia no tiene acostumbrado a grandes transformaciones. Y hay, sin dudas, un cambio deliberado en la forma de comunicar el papado, en la imagen asociada a la figura del papa. Humildad, acompañamiento de los que sufren, solidaridad con los pobres, los carenciados, son valores que Bergoglio/Francisco ha asociado a su imagen y a su tarea. Y también un cierto juego con los límites de lo que la institución acepta, incluso en temas como la moral sexual y la familia. En el viaje de regreso de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Brasil, en 2013, sostuvo ante los periodistas: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Una situación de similar apertura se dio cuando, meses antes del Sínodo de la Familia, llamó a una mujer santafesina casada con un divorciado que le había escrito una carta, contándole su dolor por no poder comulgar. El pastor Bergoglio le dijo, según el relato de la mujer, “tomá la comunión, no hacés mal”.
Tanto la apertura a los homosexuales como la posibilidad de permitir la eucaristía a los divorciados fue recibida por medios de comunicación y ciertos sectores católicos como el inicio de grandes cambios. Algunos incluso fantasearon con matrimonios de gays y de divorciados y divorciadas en las catedrales. Pero no. El Sínodo de la Familia no cambió la situación de los divorciados, ni reformó el estatuto indisoluble y heterosexual del matrimonio. El modo de comunicar de Francisco, sin embargo, aireó viejas habitaciones, abrió esperanzas, movilizó consciencias, generó adhesiones.
La estrategia de comunicación de Bergoglio/ Francisco combina hábilmente lo privado y lo público, la función pastoral y la función papal, lo individual y lo institucional: mientras se enuncian horizontes de cambios, la institución reafirma sus posturas. Este interjuego permite a la figura papal afirmarse ante amplios sectores que esperan transformaciones, ya que Francisco aparece siempre un paso delante de la curia, de los episcopados nacionales y de la misma institución.
II. Catolicismos
Y mientras Bergoglio/Francisco expresa aperturas que los Sínodos no actúan, el catolicismo local se realinea con la nueva conducción vaticana. Con el matiz especial de que esa conducción es bien conocida por los locales, católicos y no católicos, que tenían sus simpatías o antipatías con él antes de que fuera obispo de Roma. La atracción de la figura papal funciona, primero, dentro del catolicismo, luego entre los líderes políticos, y llega también a otros líderes sociales. Y si bien aquí comentaremos estas tres categorías en Argentina, es un fenómeno extendido en distintos países de América Latina.

nueva-iglesia-3-caja

Primero, el catolicismo. Ese espacio plural, diverso, de límites difusos que es el catolicismo reconoce en su interior corrientes, sensibilidades y modos de definirse como católico que conviven bajo el amplio cielo protector de la Iglesia. Conviven aún cuando ciertos grupos deslegitiman las prácticas de ciertos otros, y aún cuando unos creen que los otros deberían ser firmemente excluidos por las autoridades de la Iglesia. Esas diferencias van volviendose más suaves a medida que se asciende en la jerarquía: disputas ideológicas o doctrinales que entre los fieles o los líderes laicos de ciertos grupos cierran sociabilidades y marcan fronteras claras, entre los obispos se diluyen, se eufemizan y, si bien son visibles para las miradas atentas, no tienen la espectacularidad de otras declaraciones públicas.  

La elección de Bergoglio como papa produjo un sacudón en el catolicismo argentino. Si lo pensamos sociológicamente, podemos entender al catolicismo a partir de formas de relacionarse de los católicos con sus creencias y sus prácticas, y así encontramos una gran mayoría que se relaciona con su credo “por su propia cuenta”. Para ellos, la Iglesia aporta una serie de símbolos y ritos que son apropiados y utilizados siguiendo derroteros personales, más que instrucciones eclesiásticas.  

También aparece un grupo de católicos que decide relacionarse con su fe a través de la institución: se identifican dentro de sus estructuras organizativas (parroquias, diócesis), y tratan de conformarse a sus reglas, siempre en diálogo con una modernidad que atraviesa las vidas de todos los ciudadanos. 

Luego, encontramos minorías activas, grupos de fieles muy comprometidos con la institución, que deciden vivir su vida según los mandatos de la Iglesia, interpretados por grupos que le dan un sentido pleno a esa pertenencia.

Estos militantes católicos construyen identidades fuertes, de distintos signos doctrinales e ideológicos, que muestran además en el espacio público a partir de la portación de signos que los identifican: escudos, distintivos, signos que vuelven las pertenencias reconocibles para quien sepa leerlas. La Acción Católica, los Scouts, los Focolares, los Cursillistas, el Opus Dei, Fasta o los Seminarios de Formación Teológica, los Cooperadores Salesianos representan grupos que muestran a sus fieles y a la sociedad distintas maneras de ser católicos que reivindican como válidas, y a menudo como las más cercanas al sentir de la Iglesia.

Entre estos polos se organiza hoy, desde el punto de vista sociológico, el catolicismo. Y cada uno de estos espacios reaccionó de formas diferentes frente a la elección de Jorge Bergoglio como papa.  

nueva-iglesia-4-derPara los católicos que se relacionan por su propia cuenta con la Iglesia y aquellos que se identifican con la institución, la llegada de un cardenal argentino al papado significó una grata sorpresa. Más que pensar en tensiones o esperanzas de cambio al interior de la Iglesia, primó un sentimiento de orgullo nacional, que reactivó la emoción de la pertenencia a un colectivo exitoso: los argentinos tenemos algunos premios Nobel, al mejor jugador de fútbol del mundo, a la reina de Holanda y al papa. Ese sentimiento de “nacionalismo banal” se refuerza con ciertos códigos que compartimos con el Papa por provenir del mismo lugar. El lenguaje común del fútbol, los barrios de la ciudad y giros idiomáticos contribuyen a generar una movilización emocional que genera sentir cercanía, empatía y conocimiento con aquel que hoy está en la cumbre del poder mundial.  

III. Escalas y tracciones  

Esta alegría difusa, amplia, genérica de la mayoría de los católicos, contrasta con la manera en que se vive en los grupos de activistas, lo que más arriba hemos denominado minorías activas. Si bien podemos ver en ellos la alegría general ligada a la nacionalidad del pontífice, identificamos también otras dinámicas.

En estos grupos de activistas se da una reflexión permanente sobre la realidad nacional, social y de la Iglesia, sobre la comunidad y su relación con la Iglesia, y las tomas de posición frente a figuras públicas, tanto al interior de la institución eclesiástica como fuera de ella. Cuando Jorge Bergoglio fue elegido papa, los dirigentes y los fieles de estos grupos ya tenían sus alineamientos o sus desavenencias con el cardenal, figura central en la Iglesia argentina de los últimos 20 años.

Y el cambio de escala, el tránsito de Jorge Bergoglio de la cumbre de la Iglesia local al cénit de la Iglesia mundial funcionó como un imán que ejerció una fuerza irresistible para comunidades, movimientos y militantes católicos: cualquiera fuera su toma de posición previa, se vieron llevados a definirse frente a este magno acontecimiento en la Iglesia local. Y no se vieron muchas formas distintas de definición pública, el alineamiento con la figura papal dentro del catolicismo argentino fue masivo, rápido, extendido. 

[quote_box_left]Extracto del texto originalmente publicado en Revista Anfibia. Click aquí para seguir leyendo.[/quote_box_left]

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion