Lado B
El ready-made de Abraham Cruzvillegas
El artista utiliza métodos como la improvisación, la búsqueda de soluciones rápidas ante la necesidad, el apilar objetos o el mostrarlos en procesos no terminados
Por Josué Cantorán @josuedcv
18 de noviembre, 2014
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Foto: Mayra Guarneros

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Josué Cantorán

@josuedcv

Suspendida desde el techo hay una estructura de madera en forma de T mayúscula; encima, pegados, pedazos de botellas de vidrio como los que suelen ponerse sobre las bardas de las casas para evitar la entrada de ladrones; y colgados de la T de madera con hilos blancos, 20 objetos encontrados como un par de zapatos blancos para niña, calentadores para orejas, una pelota de hule verde o una de esas cajas de lata donde se guardan las galletas.

El artista explicará después que cada objeto fue elegido por un estudiante mientras trabajaba, en 2007, en un proyecto en el preescolar Edmund Waller, ubicado en “un barrio jodido” de Londres, que cada pequeño llevó a la clase un objeto elegido de su hogar y explicó su importancia. La extensión de los hilos, dice, está medida para que los objetos caigan a la altura de un niño de preescolar y la pieza está diseñada para que ellos se paseen por ella.

Foto: Mayra Guarneros

Foto: Mayra Guarneros

Abraham Cruzvillegas es uno de los nombres más importantes en el arte contemporáneo actual en México, y su obra consiste primordialmente en instalaciones producidas a través de objetos encontrados del mundo cotidiano –piedras, ladrillos, estructuras de construcción–, el llamado ready-made, al estilo de Gabriel Orozco, su maestro.

–Yo selecciono mis materiales de un modo que quisiera decir que es por indiferencia, como decía el artista francés Marcel Duchamp –dice Cruzvillegas–, pero en realidad creo que son los materiales los que me escogen a mí. Yo creo que todos los materiales, todo lo que existe en la realidad, está vivo, como en una especie de animismo o de aspiración al animismo (…), y cada objeto reclama mi atención para formar parte de una obra o no, y yo trato de poner atención a las cosas cuando me hablan.

Durante los últimos años Abraham Cruzvillegas ha trabajado en torno a lo que él llama “autoconstrucción”, ese fenómeno social que ocurre en todas las ciudades del mundo donde las familias se encargan de construir sus propias casas por precariedad económica, y que en algunos lugares les llaman favelas, villa miseria o ciudades perdidas.

–Lo que me interesa de esto, cuando digo que es un fenómeno humano –ahonda–, es su causa o las distintas causas que históricamente han determinado que esto suceda: por qué una familia o una pareja tiene que ir a un lugar e invadir ilegalmente un pedazo de terreno para poder tener un refugio para su familia, y lo digo sin el menor ánimo dramático o heroico, sino tratar de entender las causas de esto, y yo diría que es la desigual distribución de la riqueza.

El artista mismo, dice, creció en un asentamiento popular en la ciudad de México con las características que ahora explora en su obra: la autoconstrucción. Y lo que le importa, además del aspecto meramente visual de este tipo de inmuebles, son los procesos sociales que ocurren alrededor de ellos, donde puede apreciarse el concepto de comunidad en toda su extensión, con amas de casa convertidas en activistas reclamando la posesión de unas tierras que han habitado por años y la llegada a éstas de los servicios públicos más básicos.

Foto: Mayra Guarneros

Foto: Mayra Guarneros

Ahora, después de diez años de su última exposición en México, Abraham Cruzvillegas recoge toda su obra y la presenta en la muestra Autoconstrucción, organizada por el Walker Art Center de Minneapolis y que se expone actualmente y hasta el 25 de enero de 2015 de forma simultánea en los museos Júmex (DF) y Amparo (Puebla).

La muestra, que funciona como una especie de retrospectiva, fue curada por Clara Kim.

–Mi trabajo como escultor –continúa Abraham Cruzvillegas– trata de activar las dinámicas de la autoconstrucicón como un proceso análogo a la identidad individual. ¿Cómo se construye la identidad? Pues es como las casas, que nunca están terminadas, que siempre tienen materiales, varillas, esperando optimistamente seguir siendo construidas. Y en ese proceso inacabado se transforman, se destruyen, se reconstruyen, en ser habitables.

Por tanto, la obra de Cruzvillegas utiliza métodos como la improvisación, la búsqueda de soluciones rápidas ante la necesidad, el apilar objetos o el mostrarlos en procesos no terminados.

–No planteo (las piezas) –dice– como mensajes sobre la autoconstrucción, son autoconstrucción.

A mitad del recorrido por las salas del Museo Amparo que albergan temporalmente su obra, justo cuando Cruzvillegas ha terminado de explicar el significado de una pieza que consiste en racimos de velas de sebo utilizadas con fines de hechicería que encima tienen un platillo de batería, un fotógrafo no resiste más y le pregunta: cómo enfrenta un artista conceptual como él, que basa su obra en el objeto encontrado y el discurso teórico sobre algún tema, a ese sector de la crítica del arte, cada vez más popular en México, que demerita al arte contemporáneo, y en particular al ready-made, como una farsa intelectualizada.

El artista había contestado a esa pregunta justamente unos días antes, en una entrevista con el portal Sin Embargo, diciendo “si hay una corriente de pensamiento encabezada por quien sea en contra de las prácticas contemporáneas del arte que no son las tradicionales, ojalá sirva para generar un entorno de discusión más serio y que no sea un conflicto basado en prejuicios o basado en la ignorancia”. Pero en su paso por Puebla también se detuvo para ahondar en la discusión.

Foto: Mayra Guarneros

Foto: Mayra Guarneros

–Tiene que ver con una posible pugna, que para mí es mítica, entre las artes tradicionales y el arte que no utiliza las técnicas tradicionales. Para mí es una discusión estéril, no va por ahí, si hay una voluntad de hacer arte, probablemente exista el arte (…) En mi caso, yo he estudiado mucho el arte, y la pintura también, e históricamente siempre hay una necesidad de entender, más que de comunicar.

Y poco después, cuando admite que una de sus «esculturas”, que consiste en cuatro piedras apiladas con una cubeta negra encima de ellas, cabe justamente en el tipo de producción que esa crítica desestima, el artista sonríe.

Avelina Lésper, la crítica de arte más popular de ese sector en México, escribió en uno de sus ensayos más conocidos, publicado en la revista colombiana El malpensante: “Con el ready-made regresamos a lo más elemental e irracional del pensamiento humano, al pensamiento mágico. Negando la realidad, los objetos se transfiguran en arte. Todo lo que el artista elige y designa se convierte en arte. El arte queda reducido a una creencia fantasiosa y su presencia a un significado”.

Entre el animismo y la oposición al pensamiento mágico, que cada quien decida.

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