Lado B
Medea
Cuando mi maestra de español de la secundaria nos contó el argumento de Medea, nos dijo también que ése era el personaje que toda actriz querría interpretar. Años después, ya en la universidad, cuando tuve que leer el texto para la clase de literatura clásica, entendí por qué.
Por Josué Cantorán @josuedcv
09 de octubre, 2014
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Josué Cantorán

@josuedcv

Cuando mi maestra de español de la secundaria nos contó el argumento de Medea, nos dijo también que ése era el personaje que toda actriz querría interpretar. Años después, ya en la universidad, cuando tuve que leer el texto para la clase de literatura clásica, entendí por qué.

Es fácil querer a Medea aunque no sea precisamente un ejemplo de virtud, es fácil entender la causalidad de sus sentimientos si se conoce la historia por la que ha pasado. Medea es también uno de los pocos personajes clásicos que podrían continuar siendo verosímiles pese al tratamiento trágico de la historia y los elementos mitológicos, hoy diríamos fantásticos, que la cruzan: finalmente es una mujer traicionada, dolida, pero dispuesta a cobrar venganza ante la afrenta. De entre los grandes personajes femeninos con los que trabajó Eurípides, Medea debe ser de los más complejos y, sin duda, uno de los más difíciles de interpretar.

Debo confesar que, pese a la lectura fascinante, nunca había visto Medea en el teatro. Nunca hasta ahora, que aparece una propuesta del director Santiago Marín González en el Tetiem.

La propuesta de Marín González tiene algunas particularidades. La primera es la más evidente: Medea, el sueño de toda actriz de teatro, no es interpretada por una actriz, sino por un actor, que es, justamente, el mismo director del montaje. Durante toda la obra Santiago porta una máscara blanca, horrible, que muestra un rostro amorfo y de expresión de terror, por lo que el histrión debe modular su actuación sólo con los matices de su voz y sus expresiones corporales.

Todos los otros personajes, desde Jasón y el rey Creonte hasta el coro y los personajes más incidentales, son personificados por un solo actor: Alejandro González Durán. Además, todo el tiempo que dura la obra carece de música y no hay diseño de luces, es decir, en todo el transcurso no se modifica ni se apaga la luz más fuerte que ilumina todo el escenario y la zona donde se ubica el público.

La carencia de estos elementos (música y diseño de luces), que generalmente ayudan a modular los ritmos escénicos, deja todo el peso a los actores, que tienen en sus manos y en su talento la obligación de construir una obra que nunca se caiga, que nunca aburra, que camine firme y a buen paso.

Lo curioso es que al principio parecen meros distractores los elementos más bizarros de la propuesta, como el hecho de que el actor que interpreta a Medea lleve siempre una máscara, emulando la tradición griega donde estos objetos eran elementos protagonistas de la obra. Uno ve la máscara esperando que en algún momento el actor se la quite, acostumbrado como se está a ver a los actores de frente y a los ojos. La desnudez del rostro, es verdad, vulnera al actor y lo obliga a ser más realista.

González Durán, por su parte, ofrece una actuación tan eficiente que por momentos tiene sentido que todo el peso caiga sobre los actores. Su trabajo demuestra que hacer más de un personaje en una obra resulta fallido y confuso para el espectador sólo cuando los actores carecen de tablas. Alejandro hace todo lo contrario: logra pasar del autoritario Creonte al patán de Jasón con una modesta modificación en el peinado y un cambio radical en todo lo demás: en el tono de voz, en la postura corporal, en los movimientos de sus manos. Su trabajo es tan logrado que difumina esos otros elementos de la obra que en un principio habían parecido exageraciones en la dirección.

Medea, sin duda, es el sueño de toda actriz, pero aquí vemos a un actor que, con su talento, le roba la atención del público y a otro que, con una máscara, se esconde de él.

***

Medea

De: Eurípides

Dirección: Santiago Marín González.

Reparto: Alejandro González Durán y Santiago Marín González.

Se presenta de lunes a viernes a las 19:30 hasta el 15 de octubre en Tetiem (3 Norte #4248 colonia Morelos).

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Autor Lado B
Josué Cantorán
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