Lado B
Educar la indignación
Policías asociados con criminales, autoridades que encabezan la delincuencia organizada, partidos políticos que postulan y defienden candidatos que extorsionan y asesinan, diputados que asignan presupuestos a cambio de “moches”, instituciones colonizadas por el narco, ciudadanos víctimas de extorsión, secuestros, asaltos, jóvenes desaparecidos y asesinados, impunidad absoluta, desamparo absoluto.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
15 de octubre, 2014
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

 

 “Habrá que derribar tanto ladrillo inútil

limpiar el solar de tanto escombro

y construir en él la nueva casa

un techo sin paredes donde quepamos todos

hecha de indignación y de esperanza”.

Paco Doblas (Málaga, 1967). Construcciones y derribos.

 

I.-Construir la nueva casa.

Policías asociados con criminales, autoridades que encabezan la delincuencia organizada, partidos políticos que postulan y defienden candidatos que extorsionan y asesinan, diputados que asignan presupuestos a cambio de “moches”, instituciones colonizadas por el narco, ciudadanos víctimas de extorsión, secuestros, asaltos, jóvenes desaparecidos y asesinados, impunidad absoluta, desamparo absoluto.

Llega el momento en que se hace necesario derribar tanto ladrillo inútil y limpiar este solar de nuestro país de tanto escombro. Llega la hora en que de entre estas ruinas resulta indispensable construir la nueva casa que merecemos los mexicanos honestos y decentes que somos la mayoría oprimida por esta situación de mal estructural y descomposición social acumulada por décadas de abusos y complicidades.

Es tiempo de edificar esta nueva casa, un techo sin paredes donde quepamos todos sin importar nuestra ideología, situación socioeconómica, creencias, costumbres, modos de ver la vida, filiación política o credo religioso. Es tiempo de edificar una casa donde quepamos todos los que trabajamos por un país justo, democrático y pacífico, donde podamos convivir todos respetando nuestras diferencias con base en nuestra dignidad humana común.

Porque es evidente que hemos tocado fondo como sociedad, que la descomposición de nuestras instituciones, la fragmentación del tejido social, la progresiva distorsión de nuestra cultura hasta llevarnos a la trivialización del mal, al menosprecio por la vida, a la admiración ciega del dinero, del poder, del éxito a costa de lo que sea, han llegado a límites inaceptables.

Porque en estas condiciones resulta urgente iniciar la recomposición de este país que tiene aún muchos valores para edificar nuevos cimientos, mucha energía ciudadana para repensarnos y recrear nuestras estructuras, mucha creatividad para enfrentar los retos que nos presenta el mundo en crisis, suficiente fortaleza y solidaridad para vencer los desafíos de estos tiempos de profunda crisis interna.

Una nueva casa hecha de indignación y de esperanza, de esperanza para organizar y dar sentido a la indignación, de indignación para mover la esperanza.

II.-La esperanza imprescindible.

Hemos hablado ya en este espacio sobre la necesidad de mantener la esperanza, de organizar y dinamizar la esperanza. Hemos planteado aquí en varias ocasiones el concepto del educador como profesional de la esperanza.

[quote_left]“¿Cómo se le explica a un niño pequeño esta realidad inhumana de tortura y muerte?” se pregunta ella en su mensaje. “Con amor y con la verdad” responde acertadamente.[/quote_left]

En estos tiempos de violencia, muerte e impunidad, en estos tiempos en que nuestros jóvenes mueren a manos de autoridades cómplices del crimen organizado, en estos tiempos en que los políticos siguen pensando que la realidad se arregla con discursos y los reclamos sociales se curan con promesas, en estos tiempos en que los hechos nos orillan a preguntarnos por la viabilidad de este país y a plantear con pesimismo preguntas como las que se hace Sara Sefchovich: “¿Estamos una vez más al borde del abismo? ¿Somos un país “sin destino, sin objeto, sin esperanza” como planteó José Revueltas? ¿Es cierto que “México se ha desfondado completamente” como afirma Segio Zermeño?” Resulta imprescindible recuperar la esperanza y en esta tarea los profesionales de la educación tenemos que asumir el liderazgo.

La esperanza no es igual al optimismo, hemos dicho también en esta columna. La esperanza es el motor que nos mantiene activos  -en una dinámica de racionalidad diligente en palabras de Adela Cortina- a pesar del pesimismo que se contagia por todas las evidencias que diariamente nos arroja la terca realidad de la decadencia del viejo sistema que a pesar de todo se resiste a morir. La esperanza puede y debe ser el elemento que organice e imprima sentido a la indignación social.

III.-La indignación necesaria.

Este pesimismo imperante, estos signos de descomposición social, esta violencia que afecta a todos debiera generar naturalmente la indignación colectiva. Sin embargo la saturación de malas noticias, la invasión de la violencia y de escenas cada vez más inhumanas y aterradoras de violencia han ido produciendo una reacción de indiferencia social, de insensibilidad progresiva tal vez producto del natural mecanismo de defensa para conservar la salud mental y seguir funcionando.

Así como la esperanza resulta imprescindible para mantener la mirada en un horizonte hacia el cambio social, la indignación es necesaria para dinamizar la esperanza, para mover a los grupos y sectores sociales hacia la lucha por conseguir edificar esa nueva casa donde quepamos todos.

Promover la indignación es una tarea necesaria para lograr este cambio social buscado porque “…una no pequeña parte de la educación consiste en fomentar   y desarrollar un clima de discernimiento y de gusto, de alabanza  diferenciada y de reprobación cuidadosamente formulada, que  ayudará a las capacidades y tendencias propias del alumno o del  estudiante, ampliando y profundizando su aprehensión de los valores y ayudándole en su propio autotrascenderse” como afirma Lonergan en su libro Método en Teología (1988, p. 38).

Una buena parte de la educación moral en nuestros tiempos de crisis social tiene que ver con la educación emocional para suscitar la indignación de los niños y jóvenes frente a la injusticia, la impunidad y la violencia.

IV.-Educar la indignación.

Se habla y escribe mucho en nuestros días acerca de la relevancia de la educación emocional como parte del proceso formativo integral que debe generarse en la escuela. Esta educación emocional está ligada íntimamente con la educación moral o la llamada educación en valores puesto que la aprehensión del valor se produce en los sentimientos de la persona.

En el caso de la urgente necesidad de construir esta nueva casa para todos los mexicanos, la educación emocional adquiere el nombre concreto de educación de la indignación.

Una gran amiga y ex profesora, investigadora educativa de mucho prestigio me contaba de la terrible experiencia de su nieto de primaria que al visitar una institución tuvo contacto con las fotografías de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos por la polícía municipal ligada al crimen organizado. “¿Cómo se le explica a un niño pequeño esta realidad inhumana de tortura y muerte?” se pregunta ella en su mensaje. “Con amor y con la verdad” responde acertadamente.

Explicar a nuestros niños la realidad injusta, violenta y peligrosa en que hoy se vive con amor y con la verdad y en términos que puedan ser comprensibles según su edad es una tarea fundamental del educador de hoy en la dimensión de formación valoral.

Educar en el discernimiento para promover sentimientos de aprobación hacia todo lo que tenga que ver con la vida, la convivencia armónica, la solidaridad, la amistad y el amor y de reprobación e indignación frente a la violencia, la muerte y la impunidad son elementos con los que un profesional de la esperanza puede contribuir a la construcción de una nueva casa donde quepamos todos, de un nuevo techo edificado con indignación y esperanza.

Educar este discernimiento con visión de esperanza es educar para la vida en este cambio de época traumático y doloroso que estamos padeciendo en México. Esperanza para dar sentido a la indignación, indignación para mover la esperanza.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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