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Majada del Toro, reubicación a cuentagotas
Un año puede irse muy rápido y parecer poco tiempo. Pero cuando se trata de los 365 días de un damnificado las horas pasan lento, más si se vive al límite: apenas comiendo, durmiendo en el piso de tierra húmeda y viviendo en chozas, sí es mucho tiempo
Por Lado B @ladobemx
18 de septiembre, 2014
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275 niños de la escuela primaria bilingüe Tezcatlipoca, de San Marcos Majada de Toro, continúan estudiando en aulas móviles. Foto: Arturo de Dios Palma

Arturo de Dios Palma* | Debate Chilapa 

Un año puede irse muy rápido y parecer poco tiempo. Pero cuando se trata de los 365 días de un damnificado que se encuentra en el desamparo, las horas pasan lento, más si se vive al límite: apenas comiendo, durmiendo en el piso de tierra húmeda, viviendo en chozas, sin esperanza de encontrar un trabajo siquiera temporal y obsesionado con la certeza de que nunca regresará el patrimonio que se perdió, un año sí es mucho tiempo.

Es 15 de septiembre de 2013 y en la comunidad de San Marcos Majada del Toro, unas 2 mil 500 personas se preparan para huir, sin saber que ahí ya no podrán regresar a vivir.

Las torrenciales lluvias que comenzaron dos días atrás reblandecieron los cerros donde está cimentada la comunidad y poco a poco los fue deslavando. Esos mismos cerros desvanecidos bloquearon los caminos e impidieron que alguien pudiera salir a bordo de su propio carro. La única alternativa fue caminar y, el lugar más cercano para refugiarse fue la localidad de Xicaixtlahuac.

Y así lo hicieron. El primero en salir fue Octaviano Martínez Catarino, un anciano de 80 años que no esperó más: tomó lo que pudo y caminó junto con su esposa durante más de dos horas por veredas hasta llegar a Xicaixtlahuac. Detrás de él salieron más ancianos, niños, mujeres embarazadas.

Al otro día, el 16 de septiembre, San Marcos Majada del Toro era una comunidad fantasma y Xicaixtlahuac, pasó -de golpe- de 150 a más de 2 mil 500 habitantes.

Pero también desde ese 16 de septiembre Xicaixtlahuac se convirtió en un gran albergue improvisado; para los pobladores de San Marcos comenzó su verdadera tragedia.

Desde entonces comenzaron a vivir bajo láminas de aluminio o lonas de plástico que con el tiempo pudieron convertir en chozas. Pero desde ese momento las 450 familias de San Marcos han estado marcadas por la carencia y el olvido gubernamental.

Han tenido que amarrarse las tripas y acostumbrar al cuerpo a recibir con frecuencia -por no decir diario- maíz, frijol, quelites, huevos y sopa aguada. Pero también han soportado el desinterés de los gobiernos de los tres niveles. Ninguno de ellos les ha cumplido a cabalidad lo que les han prometido.

El gobierno municipal de Chilapa que encabeza el priísta, Francisco Javier García González, les prometió abastecerlos de alimentos básicos, incluso, hasta firmó el acuerdo. No cumplió.

El gobierno federal, que preside el también priísta, Enrique Peña Nieto, anuncia por televisión y en medios impresos los montos con los que se construirá el “Nuevo Guerrero”, pero acá en el refugio de Xicaixtlahuac los recursos llegan a cuenta gotas.

Y sí, un año es mucho tiempo cuando no se cuenta con ningún servicio. Cuando se vive en cuartos prácticamente vacíos, sin ningún mueble, sin luz eléctrica y sin baño. Cuando no hay un médico cerca o cuando los niños toman clases sobre el piso.

***

En el madero que sostiene el techo de su casa, Agustín González Bruno, uno de los damnificados de San Marcos, tiene colgada una resortera. Con ella, dice, sale a cazar ardillas cuando de plano no tiene nada para alimentar a sus hijos y a su esposa.

-¿Y cómo le va cuándo sale a cazar ardillas?

-Pues más o menos, a veces no agarra nada uno.

-¿Le falla el tino?

-Pues no, pero están vivas, se mueven, dice y apenas suelta una sonrisa.

Agustín vive en Xicaixtlahuac desde hace un año cuando salió corriendo de su pueblo. Lo hace en un cuarto edificado con paredes y techo de láminas de cartón y con piso de tierra. El espacio apenas es superior a los 12 metros cuadrados.

Ahí viven siete personas: él, su esposa y sus cinco hijos. Dentro de cuarto no hay prácticamente nada, más que un fogón construido con tres piedras y dos camas de palos. En una duerme Agustín y su esposa, Basilia Gaspar Ciriano, y, en la otra, todos sus hijos, amontonados.

Agustín no tiene por ahora trabajo, todo este año lo ha ido pasando con lo poco que puede ganar cuando se renta para trabajar en el campo. A veces, advierte, sólo puede trabajar dos o tres días a la semana.

Ahora que están comenzando los trabajos de la reubicación, Agustín ya fue a solicitar trabajo pero no obtuvo. Le dijeron que no hay presupuesto para contratar a más de los 30 trabajadores que ya laboran en la construcción de las viviendas.

La forma en que ha ido sobreviviendo junto con su familia es gracias a sus hijos. Cuatro de sus hijos reciben 350 pesos bimestrales como parte del apoyo del programa Oportunidades. Mil 400 pesos puede juntar cada dos meses, pero no todo es para el gasto de la familia.

-Hay gastos, hay que comprarles su cuaderno o el material que les piden los maestros, pues para eso es el apoyo, explica Agustín sentado sobre su cama.

Agustín cuenta con 43 años de edad y su esposa 10 años menos que él. Son jóvenes y tienen la esperanza que les toque una casa en esta primera etapa porque quiere que sus hijos vuelvan a tener el espacio que tenía allá en San Marcos Majada de Toro.

“No era grande allá, era de lámina de asbesto, pero pues allá nos acomodábamos mejor, los niños tenía más espacio”.

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Manuel, el huracán que cambio la vida a las familias de San Marcos Majada de Toro. Foto: Arturo de Dios Palma

Uriel Yetlic Tecolapa, un joven de 26 años, es el director de la primaria donde asisten a clases los 275 niños de San Marcos Majada del Toro en el refugio instalado en Xicaixtlahuac.

-El rendimiento de los niños ha bajado hasta un 80 por ciento, dice seguro cuando se le pregunta sobre las repercusiones del desastre en los niños.

Algunos puntos que han provocado el bajo rendimiento, explica, es la desnutrición, la falta de infraestructura, de espacios recreativos y de material didáctico. Todo coincide perfectamente con lo que se mira en el refugio de los damnificados.

Ahora estos 275 niños toman clases en siete toldos que les hizo llegar el Instituto Guerrerense de la Infraestructura Física Educativa (Igife) el pasado 18 de agosto. Pero son insuficientes. Para que los 12 grupos puedan tener un espacio los toldos los han tenido que dividir en dos con láminas.

Unas aulas tienen pizarrón y otras no, pero la constante en esos espacios es la lucha entre los profesores para sus estudiantes los puedan escuchar. Otra constantes es el piso de tierra donde están montados todos los toldos.

En esas condiciones tendrán que esperar otro tiempo más. La construcción de su nueva escuela pese a que está autorizada desde enero no ha comenzado. Lo único que ha construido es una bodega para guardar el material, pero está vacía.

Yetlic Tecolapa explica que desde enero el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (Inife) autorizó la construcción de la primaria en un terreno de Xicaixtlahuac donde está refugio.

En ese entonces, recuerda, el Inife les dijo que las 12 aulas, el comedor y la plaza cívica quedarían listas para abril. Pero nada. Luego les dijeron que en junio y de nuevo incumplieron. En junio les aseguraron que estrenarían la escuela al inicio del ciclo escolar. Pero nada. La última promesa es que en octubre terminaran la obra, es decir, en unos 15 días.

Mientras, los padres de familia han sido quienes están construyendo la galera donde se instalará la cocina y el comedor donde se preparen y les den de comer a los niños. Esta primaria forma parte del programa de Escuelas de Tiempo Completo, pero en esas condiciones es casi imposible operar bajo ese modelo.

El director asegura que acaban de recibir del programa un refrigerador, un congelador, dos mesas, 20 sillas y despensa, que esencialmente consiste en frijol, arroz y atún. Pero están frente a un problema: no tienen luz para poner a funcionar el refrigerador y el congelador, es más, ese equipamiento se encuentra aún en Chilapa, en la casa del director, para evitar que se les daña con la permanente humedad del refugio.

***

Celia Bernabe Martínez, es una mujer de 60 años de edad, es viuda, vive sola y se sostiene vendiendo frituras, galletas y frutas afuera de las escuelas donde asisten los niños que se encuentran en refugio en Xicaixtlahuac.

Lo poco que ofrece lo coloca sobre un nailon en el piso a unos metros donde están los toldos donde toman clases los niños. Ahí espera a que lleguen por unos Chetitos, por una galleta, que vende a granel, por unos chicles, o por unas granadillas, una fruta que se da mucho por la región. Todo, a excepción de los chicles, lo da a 1.50 pesos.

Con lo que obtiene de ahí, dice, logra juntar unos 100 o 150 pesos a la semana, con eso sobrevive.

-¿Y con eso le alcanza?

-Pues no, la verdad, pero no puedo dar más caro, lo niños y apenas y traen dinero, dice mientras cobra unosChetitos que una niña le compró.

Celia salió de San Marcos Majada del Toro el año pasado a consecuencia de la tormenta Manuel. Su casa, recuerda, quedó en medio de dos deslaves. Ella fue de las últimas que llegó a Xicaixtlahuac porque el acceso que comunicaba su casa con el pueblo se lo llevo el río. Llegó hasta el 18 de septiembre, dos días después de que lo hicieron los demás. Desde que falleció su esposo vive sola, acá en el refugio donde también se encuentran sus tres hijas, lo hace de la misma forma.

Celia es una mujer que se mira fuerte, sus piernas y pies se notan potentes, pese a que su cabello ya está pintado de canas. Y cuando la miran su sonrisa es una las cosas que más atrae por su dentadura dispareja.

Pero el problema para ella es que en Xicaixtlahuac no hay trabajo, menos para las mujeres. Ella cuando puede ganarse algunos pesos es cuando en las escuelas hay clases.

Celia dice que no necesita mucho, sólo para comprar su costal de maíz que cuesta alrededor de 250 pesos y que le dura alrededor de tres semana y frijol, sin embargo ella quiere tener una casa, porque donde ahora vive está al límite, sin casi nada, con lo mínimo.

***

A diferencia de hace unos meses, los pobladores ahora además de estar con sus carencias, están acompañados por los trabajadores de la constructora michoacana Grupo Oro, la encargada de edificar las 181 casas que corresponden a la primera etapa de lo que será la nueva comunidad.

En total, explican Pedro Reynoso Martínez, uno de los gestores; el comisario de San Marcos Majada de Toro, Francisco Bruno Carbajal y el delegado de una de las colonias, Damián Salazar Flores, serán 316 viviendas las que se construirán.

En esta primera etapa la dependencia encarga es la Secretaría de Desarrollo Social y en la segunda, cuando se construyan el resto, será la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu).

Pero la reubicación va lenta. A casi un año de la tormenta apenas en Xicaixtlahuac se han concluido siete casas, es decir, 5 por ciento de las 181 que se tiene que entregar en la primer etapa y un poco más del 1 por ciento de las 316 comprometidas.

En el terreno donde se están edificando las viviendas los 30 trabajadores apenas ha colocado 12 pisos, así sin más; 11 casas más están en obra negra, a dos les están levantando muros y a ocho las preparan para techar. Lo único que han concluido es el albergue y el comedor comunitario.

Si la construcción de las 181 viviendas comenzó en mayo y apenas ha concluido siete, según la aritmética, se puede decir que edifican una casa cada 15 o 17 días. Entonces a ese paso, las 181 -de la primera etapa- podrían quedar listas hasta dentro de ocho años.

[quote_box_center]*Esta nota se publicó originalmente en el sitio Debate Chilapa y es publicada con  autorización del autor. [/quote_box_center]

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