Lado B
Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia
Por Alejandro Badillo @alebadilloc
26 de septiembre, 2014
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Alejandro Badillo

@Alebadilloc

Primera novela publicada por Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto marca el humor y la desmitificación de figuras y hechos históricos que marcarían la obra del escritor guanajuatense muerto en 1983 en un accidente de aviación. Para el año de su publicación, 1964, ya habían dado sus frutos las novelas de la Revolución Mexicana y sus autores (Martín Luis Guzmán, Mauricio Magdaleno, Rafael F. Muñoz, entre otros) habían cedido el protagonismo a nuevas generaciones que planteaban temas urbanos, crisis sociales y búsquedas estilísticas alejadas del realismo que había imperado décadas atrás.

relámpagosdeagosto

Planeta, 1era edición 2003

Hay un primer elemento que conviene destacar en Los relámpagos de agosto: estamos frente a una novela que no parodia la Revolución sino la Posrevolución Mexicana. Si las generaciones anteriores, como se lee en la contraportada de la edición de Planeta, habían reflejado la lucha armada desde la experiencia en la batalla y el dato histórico preciso, Ibargüengoitia lo hace desde el desencanto, la mordacidad y la burla. Es cierto que algunos autores apuntaban desde tiempo antes los saldos negativos de la Revolución y sus promesas incumplidas, sin embargo, Ibargüengoitia pone en el centro los años convulsos posteriores a los principales hechos revolucionarios. Por esta razón la comicidad es una vía natural para la novela: ante la fragmentación de los principales actores políticos del país se tomaron las armas, muchas veces de forma torpe y clandestina, para sutiles ajustes de cuentas que permanecen, quizás, aún en el anonimato bibliográfico e histórico. Las memorias del general Arroyo funcionan en el imaginario del lector porque la experiencia nos enseñó que, después de la aparente pacificación de México, crecieron auspiciados por el poder la corrupción, los padrinazgos, el tráfico de influencias y el autoritarismo. Esa condición de posibilidad de todos los hechos absurdos y decisiones tomadas a la ligera que nos narra el autor hace más contundente el efecto cómico.

Otro punto para tomar en cuenta es el lenguaje. Ibargüengoita hace un especial énfasis en la manipulación de la palabra. El general Arroyo narra todas sus tropelías desde la impunidad de quien puede cambiar la historia a su beneficio. De igual forma, la élite revolucionaria que se repartió el pastel después de la lucha consolidó una historia oficial que desechó aquellos incidentes que no convenía recordar. Por esta razón Los relámpagos de agosto, a pesar de toda la hipérbole y las acciones que parecen inverosímiles por su ingenuidad, funcionan como las memorias apócrifas de toda una generación de revolucionarios que terminaron matándose entre sí por el poder mientras invocaban los más altos valores de la nación. Sin pretender hacer un ajuste de cuentas, desde la posición del satírico que juega a la verdad y a la broma, Ibargüengoitia logró con Los relámpagos de agosto una obra que, además de la sonrisa, contribuyó a desmitificar una parte de la historia nacional que cosechó más vergüenzas que victorias.

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