Lado B
EL ÁNGEL DE PENE PEQUEÑO
Astor Ledezma
Por Lado B @ladobemx
22 de agosto, 2014
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Astor Ledezma

 

Dicen que llega un hombre alto, musculoso y bien parecido;  su cabello es rubio, su pene pequeño, muy pequeño, y en lugar de vello púbico tiene plumas de colores. Es un ángel, eso dicen, que siempre aparece desnudo.

Si lo llegas a ver ya sabes que no hay remedio. Sabes que, ahora sí, ya te cargó la chingada.

Estoy acostado en el suelo. Siento los orines mojar mi espalda. Ya empiezo a perder la visión, pero logro apreciar a unos hombres que sacan del baño del antro y acomodan en fila junto a la pared blanquísima. Les disparan, uno a uno, salpicando de rojo la superficie.

Bibip… Bibip…

No es sencillo definir el momento en que a Torreón se lo empezó a llevar la chingada. De pronto aparecían chamacos con el tiro de gracia, abandonados, desangrados en la calle de alguna colonia jodida. El cuerpo era levantado y ahí terminaba todo. Si acaso llegaba un reportero a tomar la foto del ángulo más morboso, donde hubiera sangre y causara mayor repulsión, y la publicaba al día siguiente en un periódico amarillista. Eran muertes que no daban para más: a nadie le importaba esa bola de malandros, malvivientes, de cabrones que andaban en malos pasos. Torreón era una ciudad normal: aquí se mata a quien lo merece.Nada más. Por eso todo era tranquilo hasta que las balas salieron de su cauce.

Bibip… Bibip…

Pienso en muchas cosas. En mi casa y en mi coche. Lo material es lo primero que uno extraña. Me preocupa que alguien robe algo aprovechando que no puedo moverme. Pienso con angustia si dejé la camioneta cerrada o si el estéreo sigue en donde debe estar; si mi esposa pagará la hipoteca o dejará que perdamos la casa. Luego me acuerdo de ella, mi mujer,  y la imagino llorando al imaginar a su esposo empapado en orines, los ojos abiertos, el abdomen perforado; sin embargo, ella llora de vergüenza y no de dolor, a causa de lo que hallaron en ese lugar que tanto desprecia. Ahora espera que la gente se le acerque, la critique, la cuestione; que le pregunten porqué yo andaba solo en esa cantina, que si soy drogadicto, que si estaba buscando una puta.

Bibip… Bibip…

Dicen que antes de morir aparece la historia de tu vida resumida en segundos. Que la ves claramente en imágenes, como presentación de PowerPoint. Hasta ahora lo que veo, o recuerdo, es la hora en que llegué a la entrada del Berry. 10:45 Pm. Venía de mi casa. Había tenido una pelea con mi esposa. Tonterías sin importancia. Sólo por despecho vine a dar a este agujero. Ella lo odiaba. Puro piojoso, pura gata.  Decía que los feos no tienen derecho a besarse en público, que por eso vienen aquí, a desahogarse. Quería llegar a casa y decirle sabes qué, fui a tomar al Berry con los piojos y las gatas, vengo bien pedo y con ganas de coger… sería la mejor manera de darle en la madre.

Bibip… Bibip…

Entré buscando una mesa vacía. La única estaba al fondo, junto al baño de hombres. La ocupé. A pesar de la oscuridad, las luces de colores definían cada una de las siluetas: jóvenes reían, cerveza en mano, la mochila colgada en el respaldo de la silla. Sujetos tomando tequila, recargados en la barra, uniforme y casco de seguridad. Se miraban. Bebían en silencio.

[quote_box_right]Aparecieron llevando a la fuerza a un grupo de individuos. Caminaron junto a  mi cuerpo. Trataron de no pisarme. Los seguí con la mirada. Acomodaron a los hombres en fila, recargados en la pared cercana a la pista. Uno a uno, los fusilaron. Imaginé el horror que habrían sentido los últimos de la hilera.[/quote_box_right]

La mujer de labios rojos llamó mi atención. Sentada en la mesa de junto, me miró fijamente mientras lengüeteaba la orilla de su vaso de unicel. Las piernas separadas dejaban ver una sombra profunda, un pubis oscuro. Yo me inclinaba sobre la mesa y alargaba el cuello, buscaba con los ojos a pesar de la falta de luz. Deseaba hurgar entre esos muslos, encontrar la ropa interior, un calzón pequeño, quizá rojo, al igual que el carmín de sus labios.

Me acerqué con la intención de tener un contacto con ella. Era una puta, no había duda: esa maña de sentarse junto al baño de hombres, pues sabe que así podrá verlos cuando vayan a orinar. Le pregunté si podía sentarme, pero el ruido era tan alto que no me escuchó. La mujer acercó la cara, y ya cuando la tuve cerca formulé de nuevo la pregunta. Ella volvió a acomodarse, sonrió, y antes de asentir con la cabeza un boquete profundo apareció en su mejilla. Un hilo rojo brotó de él, se mezcló con el tono de sus labios. Su cuerpo se aflojó, cayó sobre la mesa, la cara apoyada en el vaso de unicel.

Bibip… Bibip…

Habían entrado discretamente. Descargaron su manto de plomo en cada una de las sombras. El sonido de las balas se fundió con la música electrónica. Cuando la mujer de labios rojos dejó de moverse, miré hacia la entrada: los hombres armados rociaban cada parte del  lugar, bajo las mesas, detrás de la barra. Disparaban sobre todo aquello que tuviera vida. Muchos intentaron escapar; pero una bala siempre interrumpía su carrera. La música, en cambio, siguió su curso. Las luces de colores iluminaron una alfombra de cuerpos. Me mantuve de pie, plantado en mi lugar, hasta que una punzada caliente me hizo caer de espalda sobre los orines que salían del baño de hombres. Perdí la conciencia.

Para cuando desperté ya todo estaba en silencio; alguien había apagado la música, los sujetos seguían recorriendo el lugar. Escuché un grito. Ellos entraron al baño. Un hombre salió corriendo y lo mataron ahí, en la puerta. Su cabeza golpeó mi pierna, pero no me dolió. Aparecieron llevando a la fuerza a un grupo de individuos. Caminaron junto a  mi cuerpo. Trataron de no pisarme. Los seguí con la mirada. Acomodaron a los hombres en fila, recargados en la pared cercana a la pista. Uno a uno, los fusilaron. Imaginé el horror que habrían sentido los últimos de la hilera.

Bibip… Bibip…

De nuevo el silencio. Todo parecía tranquilo. Escuché el sonido de un celular:

Bibip… Bibip…

La gente de afuera ya estaba enterada

Bibip…

Los celulares empezaron a llenar el ambiente con distintos sonidos. Ninguno de ellos era atendido.

Bibip… Bibip…

Ya lo veo caminar con pasos lentos, decididos: el hombre rubio de pene pequeño. Extiende la mano, me viene a levantar de toda la porquería; ya no hay remedio para mí… Bibip… ni para estos muertitos… Bibip… ni para esta ciudad que se vuelve inhabitable… Bip… tomo la mano del ángel, y me lleva… Bibip… nos lleva… Bibip… nos llevó… Bip.

 

Astor Ledezma (Coahuila, 1987) Es ingeniero químico metalurgista y materiales por la Universidad Autónoma de Coahuila. Tiene estudios en historia del arte y literatura europea por la misma institución. Mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento “Criaturas de la Noche” 2007 y en el Premio Estatal “Letras Jóvenes” 2012. Publicado en las antologías Ese hondo suspiro de las sombras (2007) y Placeres noctívagos (2014). Actualmente es estudiante de  maestría y conduce un programa de radio de fomento a la lectura.

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