Lado B
El primer cumpleaños de Judith fuera de casa
Crónica de una ausencia
Por Lado B @ladobemx
07 de julio, 2014
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El pasado viernes 4 de julio, la Procuraduría General de Justicia de Puebla informó sobre la detención de Eduardo Limón Medina y/o Gerardo Juárez Sánchez, de 24 años de edad y de Cristian Quechol Díaz, de 22 años de edad como probables responsables de los feminicidios de Judith Coatl Coaya y de Laura León Ortega.

En la casa de Judith hay un cuarto grande que se convirtió en un santuario para esperar su llegada. Su foto está junto a veladoras, rosarios, flores e imágenes de la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo. Al entrar, sus familiares se persignan. Foto: Marlene Martínez

En la casa de Judith hay un cuarto grande que se convirtió en un santuario para esperar su llegada. Su foto está junto a veladoras, rosarios, flores e imágenes de la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo. Al entrar, sus familiares se persignan.
Foto: Marlene Martínez

Aranzazú Ayala Martínez

Ausencia: Situación de una persona que se encuentra en paradero desconocido, de la que no se han tenido noticias durante un tiempo prolongado y que obliga a adoptar medidas de administración y conservación de su patrimonio.

En sentido general se define la ausencia como la no presencia de la persona en su domicilio o residencia, existiendo un estado de indecisión acerca de su existencia.

Judith estaba buscando escuelas de inglés antes de irse a tomar un café el jueves 20 de marzo a las 11 de la noche con su amigo y vecino Gerardo Juárez. Judith tiene cinco hermanos y de chica pensaban que iba a ser estilista. Judith tiene el cabello negro y lacio. Judith se trepaba a los árboles y era muy traviesa. Judith es la más desinhibida de su familia. Judith está desaparecida y saben quién se la llevó, Judith lleva hoy dos meses sin dormir en su casa. Judith se fue un jueves 20 de marzo a tomar un café con su amigo Gerardo Juárez. Judith sigue desaparecida pero en la pared de su recámara siguen las manos de sus 12 sobrinos pintadas de color rojo, porque no le alcanzó para comprar más colores. Judith acabó la licenciatura en psicología en febrero y quería seguir estudiando. Judith sigue desaparecida.

Judith cumplió 27 años casi dos meses después de que nadie sabe nada de ella. Su mamá llora cinco veces en menos de dos horas. Llora, se calla, se tapa la cara con las manos, se calma y vuelve a hablar. El rostro de Doña Feli parece que se quedó detenido en la noche del jueves 20 de marzo cuando se asomó por la ventana y vio cómo su hija menor se subió a una camioneta guinda con Gerardo Juárez. Una camioneta guinda que tiene reporte de robo. Una camioneta guinda que manejaba Gerardo Juárez.

Y una vez más en México la familia de un desaparecido se convierte de repente en detective, en perito, en ministerial, abogada, activista, investigadora. Denunciar en el MP, repartir volantes, colgar lonas, ir a la Procuraduría, levantar denuncias, revisar expedientes…. La familia que no está preparada, que no sabe qué hacer con un desaparecido –porque no se supone que es algo que toda persona deba saber, pero México es un país donde se denuncia que más de 90% de los delitos quedan en la impunidad– se ha convertido en blanco de un cerco invisible, de sutiles amenazas. En el pueblo, algunos andan diciendo que “ya es nuera”, que no se preocupen por Judith, la xocoyotita, la menor, la única soltera que todavía alguna vez pensó en ser monja pero luego lo dejó para ser licenciada. La muchacha sonriente de 27 años recién cumplidos que era trabajadora doméstica y ayudaba a su mamá a vender nopales en el mercado.

Su vida se convirtió en una ficha con fondo naranja que circula en Twitter. “Buscamos a Judith”. Su vida se convirtió en un cuarto con mesas de madera pegadas a la pared y un improvisado altar con imágenes de San Judas Tadeo y sus fotos. Su foto de la graduación de la universidad, apenas en febrero, donde está sentada con las piernas cruzadas y un vestido, arreglada elegante, y su retrato, sonriente. Su hermana se ríe porque cuenta que Judith es muy flaquita y no pudo encontrar un saco que le quedara bien, y cuando le tomaron la foto se estaba jalando el saco para que no se viera que era muy grande. Y sonreía, con la raya de lado y el cabello negro y relamido, con la misma sonrisa que tiene Judith en las fotos acomodadas sobre la mesa café oscuro de la habitación que ahora se ha convertido en una especie de templo para esperarla.

Sus hermanas de repente hablan de ella en pasado pero se corrigen de inmediato. “Ella era…¡es!” Porque Judith les produce un agujero en el corazón. Su hermana más cercana, la penúltima, dice que nunca hubieran pensado que les pasaría a ellos. Y la autoridad no hizo nada hasta que los vecinos de la Junta Auxiliar de San Bernardino Tlaxcalancingo, municipio de San Andrés Cholula, dentro de la mancha urbana de Puebla, la cuarta ciudad más grande del país, decidieron cerrar la carretera federal que va a Atlixco, una de las principales ciudades del estado, y fue hasta ese momento que el gobierno hizo algo. Pero ahora resulta que Gerardo Juárez también “está desaparecido” y sus papás lo buscan, aunque dice la familia de Judith que sus parientes viven su vida normal, como si nada. Y Doña Feli dice es que eso no es posible, simplemente no es posible tener a un hijo desaparecido y vivir como si nada. Doña Feli está enferma, dice, y su esposo e hijos no viven como lo hacían antes. Ella dice eso y su esposo y sus tres hijas asienten con la cabeza y miran al horizonte, un lugar vacío donde no está su hermana por más que busquen por todo el cuarto con sus fotos.

Es fácil para las autoridades decir que su hija se fue con el novio, que ya estaba grandecita, 26 años, si ella quiso, para qué hacen tanto escándalo, ¿verdad? Porque ellos no viven en casa de Doña Feli que va a vender nopales al mercado hasta Puebla ni con su esposo que es campesino. Porque ellos no festejaban el Día de Muertos con toda la familia haciendo tamales desde la mañana, y porque ellos no lloraban cuando no podían acabar la tarea, como Judith de niña, cuando su mamá apagaba la vela que compraba cuando no había luz y les decía que tenía que apagarla porque nadie les regalaba la cera.

Porque no entienden que Judith es una persona. No es una cifra. No es un teléfono ni una foto: es hija, hermana, cuñada y tía consentida, tiene apenas 27 años y hace dos meses que a su familia le arrancaron el sueño y la paz.

Se llama Judith Coatl Cuaya, es licenciada en psicología, cumplió 27 años el martes 6 de mayo, un día después de los festejos de aniversario de la Batalla de Puebla, y es el primer cumpleaños que pasa que su mamá no sabe si siquiera lo pasó sin hambre.

Cuando sus familiares fueron a repartir volantes con la foto de Judith por todo Puebla se enteraron que no es la primera vez que Gerardo Juárez tiene problemas con muchachas, que al parecer una desapareció con él y que a varias ha dejado. Pero los trámites están parados porque él no ha ido a declarar. Mientras Gerardo Juárez no aparezca, la justicia mexicana está congelada. Y congelada no sólo para Judith, la muchacha sonriente de cabello negro, la que siempre hacía bromas y calmaba las tensiones en su casa con su sentido del humor, sino para más de 27 mil familias que tampoco saben si sus seres queridos pasaron sus cumpleaños sin hambre. O si lo pasaron vivos.

* Tomado de este sitio. Publicado originalmente el 27 mayo de 2014.

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Autor Lado B
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