Lado B
Un cuarto oscuro para mujeres lesbianas
El Cuarto Violeta 2.0, en el Distrito Federal
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
06 de junio, 2014
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Cuarto Violeta

Ámbar Barrera

@Dra_Caos

¡Iniciemos por el cuerpo, sigamos en un cuarto y vayamos por el mundo!

Hace dos años, la actriz Ana Francis Mor escribiendo una columna para un medio digital se preguntó: ¿Por qué no hay cuartos oscuros para lesbianas? Ante su texto surgió la discusión en redes sociales y fue hasta el 28 de marzo de 2014 un grupo de mujeres lesbianas organizó una pequeña reunión en DF a la que llamaron Cuarto Violeta. Se realizó de manera confidencial en un espacio pequeño y entre las asistentes, unas 15 aproximadamente, bromearon y convivieron para finalmente soltarse un poco y experimentar con su sexualidad.

La reunión tuvo tanto éxito que Frieda, una de las participantes, le contó a Ana Francis Mor y ella ofreció al Teatro-bar El Vicio, en Coyoacan, como sede para un segundo Cuarto Violeta, con la intención de hacerlo más abierto y de que otras mujeres rompieran con la idea de que el sexo va, inexorablemente, unido al amor, lo que sin duda termina por coartar su libertad.

Durante poco más de un mes, mujeres activistas y Ana Francis organizaron el evento y le dieron difusión. La cita estaba programada para el 31 de mayo a partir de las 10 de la noche y además habría música y pequeños números de cabaret.

EL CUARTO VIOLETA 2.0

El lugar estaba lleno. Había ya muchas chicas sin lugar, de pie. “El vicio” es un espacio pequeño pero lo suficientemente amplio para adecuar un cuarto oscuro en una esquina, improvisado con paneles de madera y cortinas negras.

Ninguna chica estaba, lo que podría decirse, cazando. Todas se encontraban inmersas en las conversaciones con sus amigas o sus parejas. Las pocas que se observaban solas miraban su celular: «lo siento, voy retrasada».

La noche abrió con las organizadoras leyendo un manifiesto.

“Si me preguntas, por qué lo hago la respuesta que me escurre por los labios es ¡Porque me da la gana!, y me da la gana porque es algo que me permito pensar, porque es una idea que no he abortado, porque es un ideal inacabado, porque me arañan las ganas en el cuerpo, porque los abrazos me impregnan de deseo… porque me es digno y propio pensar que es algo que quiero”.

Después, entre número y número de cabaret, se leyó poesía erótica y se proyectaron imágenes de desnudos femeninos. Los aplausos al último número de cabaret, en el que la actriz bailó sensualmente e hizo alusión a los toreros, se escuchó estridente, era de ese tipo de aplauso que anuncia el final de una obra, pero de algún lugar llegó una voz, y al buscarla, se encontraba una cresta, o más bien, una corona divina.

Envuelta en un manto azul turquesa decorado de flores rosas, una bolsa de mercado con la imagen de la virgen María y unos tenis que hacían juego, caminó hacia el escenario la Virgen de Santa Rita. Con voz de marchanta relató sus aventuras virginales.

En su historia, Santa Rita fue despojada de su templo y un memorándum divino le asignó unas nuevas devotas: Virgen de las desaparecidas, de las causas imposibles… Y ahora virgen de las lesbianas feministas. Su primera tarea fue inaugurar el Cuarto Violeta.

 Después de dar un par de consejos para divertirse en una orgia de mujeres feministas, aquel sketch político social se fue convirtiendo en una herejía blasfema. Santa Rita, interpretada por la mismísima Ana Francis Mor,  se deshacía de su atuendo y a la par todo el espacio se convertía en sede de un aquelarre brujístico que prometía un hedonismo revolucionario. Su cuerpo sobre el diván, parecido a la Venus de Franz von Lenbach, hacia un guiño presente de complicidad femenina contra el patriarcado y la represión del cuerpo femenino.

IMPRESIONES VIOLETAS

Con la música cambió el ambiente. Ahora era más bien como un antro de la zona rosa. Las asistentes se iban soltando a bailar y algunas parejas entraban al cuarto violeta y salían tan solo un minuto después.

Una chica en papel de stripper subió al escenario con pantalón negro, camisa blanca, corbata y gafas oscuras. Bailó y fue quitándose la ropa,  invitando ocasionalmente a otra chica a bailar y tener contacto con ella. Al final quedó en un conjunto de ropa interior negra. Mientras, las parejas que entraban al cuarto violeta empezaban a tardarse más tiempo en salir.

Dos chicas desconocidas iniciaban una plática:

– No me gusta, vienen todas emparejadas. El chiste es entrar y todas contra todas, ¿o no?

– ¡Eso! ¿Y por qué no lo hacen?

– Pues lamentablemente las mujeres estamos educadas a que todo vaya lento, ¿no? No podemos sólo entrar y estar con cualquiera, tenemos que mirar a una, ver si no tiene novia, preguntarle su nombre, mínimo, y entonces ya ir al cuarto. Y entonces igual llegamos con la idea de, yo vengo con ella eh. Entonces no entramos a interactuar con otras

– Pues que triste ¿no crees? Lo chido sería entrar así nada más y empezar a tocar y explorar otros cuerpos.

– ¡Claro, claro!

– Oye pues vamos

– Ah, ve tú, ve tú…

– ¿Qué pasó,  pues que no es lo que estamos diciendo?

– Si, si, es que estoy esperando a una amiga…

– ¿Amiga o novia?

– Amiga

– Pues vamos las tres

– Ahorita… entra tú y me cuentas

Ana Francis – ya siendo ella misma – invitó a hacer una víbora de la mar rumbo al cuarto violeta. Muchas de las que entraron, salieron inmediatamente. Había ya adentro algunas parejas, cada una a lo suyo. Había puntos donde era imposible ver algo. Empezó a sentirse calor casi inmediatamente. Algunas empezaron a bailar y a tocar otros cuerpos, indiscriminadamente. No habían transcurrido ni 10 minutos y una joven, con paso decidido, entró exclusivamente a rociar con perfume el ambiente, interrumpiendo la concentración de todas. Algunas se quejaron.

Afuera,  A y C bailaban y se divertían. Ellas escucharon del Cuarto Violeta por Facebook y sólo fueron porque unas amigas poblanas querían ir. A y C son pareja y A hace algunos años ya había experimentado el entrar a un cuarto oscuro donde disfrutó de su cuerpo con otras mujeres. Eso ya era cosa del pasado. C jamás ha sido infiel pero entró y salió esa noche muchas veces del cuarto violeta, sólo por diversión y en el pleno conocimiento de A, para tomar fuertemente el brazo de otra amiga, K, y evitar que la manosearan.

Para N y B las cosas no resultaron muy bien. Ellas también son pareja, pero asistieron al Cuarto Violeta con la idea liberal de experimentar su sexualidad sin afectar su relación amorosa. No funcionó. Ambas entraron al cuarto y una tercera chica comenzó a interactuar con ambas, B se fue muy enojada y cuando N salió tuvo que lidiar con el disgusto de B y unos besos apasionados que se dio después nada más por tomar revancha.

LAS DOMINATRIX VIOLETAS

Angie Rueda Castillo es una mujer transexual, preoperada, pansexual y sumisa. Ella asistió al primer y segundo cuarto Violeta y es uno de los ejemplos de inclusión a todo tipo de sexualidad femenina en el concepto del evento.

Fuera de las cortinas, en medio del teatro-bar, Angie fue sometida por la dominatrix Farinna. Quedó con el torso descubierto, semidesnuda, con un amarre bondage en el pecho y fue azotada con varios tipos de floggers BDSM (una especie de látigos usadas en prácticas sadomasoquistas) a la vista de rostros que expresaban desde risa, dolor y hasta una curiosidad deseante.

Farinna y su novia Ocey, ataviadas en atuendos negros con detalles en estoperoles y botas largas de cuero, llegaron tarde y pasaron la mayor parte del tiempo fuera del Cuarto Violeta. Además de la demostración realizada con Angie, eran las mujeres más dominantes y a la vez cálidas y magnéticas del lugar.

“En lo particular me pareció un antro cualquiera con una cortina para meterse a fajonear y nada más. Aunque bueno, a lo mejor porque mi percepción del erotismo es de otra índole. Creo que hay mucho camino por andar en cuanto a la sexualidad lesbiana, quizás el acierto fue que hubiera muchas mujeres intentando romper con sus tabús”.

La intención de hacer una sesión BDSM (conocido popularmente como sadomasoquismo), fue mostrar formas de sexualidad alternativa.

Angie, por su parte, y además de la sesión de sumisión, bailó durante 6 horas con varias chicas y entró dos veces al Cuarto Violeta, donde hizo buen ambiente.

“Como comentó Santa Rita, la Virgen, las mujeres estamos muy acostumbradas a la pareja y nos cuesta trabajo hacer cadenitas eróticas más del tipo orgía. Creo que se podría trabajar más en la parte erótica, de exploración, de sensibilización, quizás más incluso como un taller de psicodrama o sociodrama. En los cuartos oscuros para gays y también en para swingers la onda es ir a coger casi con exclusividad, puede haber una cita introductoria, platicar un rato, establecer los mínimos acuerdos y beber pero no hay baile y menos masivo. Me queda claro que las mujeres somos diferentes y no tenemos que seguir esos patrones, pero creo que ayudaría centrarse más en lo erótico, por ejemplo, permitir la desnudez en la sala principal, e incluso que allí se pudiera tener contactos eróticos más abiertos y continuos”.

CUARTO VIOLETA Violeta 3.0

La propuesta del Cuarto Violeta es que se sigan abriendo espacios que permitan la apertura de las sexualidades entre mujeres, ya sea en lugares más pequeños, en otros contextos o en otros eventos masivos.

Es por eso que independientemente de los comentarios que han retroalimentado ambos cuartos violeta, en El Vicio ya se planea repetir el evento tal vez para septiembre y darle continuidad cada dos o tres meses.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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