Lado B
Por manda o por culpa: los engrillados de Atlixco
Una tradición que lleva ya un siglo de vida
Por Lado B @ladobemx
21 de abril, 2014
Comparte
Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Samantha Páez

@samantras

En el templo de San Francisco, en Atlixco, 68 hombres se preparan para hacer una procesión que para muchos parece más una tortura que un festejo litúrgico de Viernes Santo.

Son alrededor de las 8:30 de la mañana y el rito comienza: los hombres se desvisten quedando sólo en calzoncillo, una especie de taparrabo de color negro y se cubren la cabeza y el rostro con una capucha también negra. Sus acompañantes, que según los organizadores deben ser dos pero en algunos casos suman más, les ayudan a prepararse. Alargan las cadenas que los penitentes cargarán por más de cuatro kilómetros, luego las doblan y se las colocan cruzadas sobre el pecho, como unas carrilleras metálicas que más que defenderlos los ayudarán a expiar sus culpas, y  las amarran con cordones de tela. Las cadenas, lo suficientemente largas para permitir el caminar, también se cargan sobre los pies. Después, les untaran alcohol etílico en la piel, para que los pequeños cactus que les arrojarán en brazos y piernas no les duelan tanto y al final les colocarán una corona de espinas en la cabeza. Igual que la corona que el hijo de Dios, cuyo martirio se conmemora en estos días, cargó en el viacrucis mítico.

Cuando están listos los 68 hombres son guiados por sus acompañantes a la salida del templo. Ellos no pueden ver, la capucha les tapa la vista. La mayoría son jóvenes, algunos tienen tatuajes de cristos o vírgenes, estrellas y símbolos varios en todo el cuerpo. También hay un par de ancianos, que parece conocen bien el rito por la seguridad con la que se mueven. Los hombres deben llevar una charola con limones, es lo único que podrán tomar durante la procesión. Algunos de los fieles además de los limones llevan en las charolas estampas con imágenes religiosas, así como escapularios o rosarios en las manos. San Judas Tadeo, el santo de las causas difíciles y la Virgen de Guadalupe se repiten a montones entre los penitentes, pero también es posible ver imágenes de Jesús Malverde, el santo no reconocido por la Iglesia Católica, al que recurren narcos, contrabandistas, polleros y migrantes.

Antes de salir, los hombres son formados en dos hileras para recibir la bendición del sacerdote. Con sus acompañantes los hombres bajan la escalinata y cruzan el atrio del templo que se ubica incrustado en una de las faldas del cerro de San Miguel, el cerro que también alberga cada año el Huey Atlixcayotl, la gran festividad de la región.

Cuando los penitentes llegan a la calle, los espectadores ya se cuentan por centenas. Algunas mujeres y niños buscan a sus padres, esposos, hermanos e hijos entre los que harán la penitencia. Se colocan a su lado para animarlo. La caminata será larga cargando las cadenas y los pequeños cactus y espinas, cerca de cuatro kilómetros con un sólo descanso antes de subir la cuesta que lleva al templo de San Francisco.

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Tras los hombres se suma una procesión de las imágenes religiosas, un Jesús de Nazaret y una virgen dolorosa.

En las calles más cercanas al centro, los primeros penitentes del día, pues también se hacen procesiones de engrillados por la tarde y por la noche, avanzan a los lados de tapetes de aserrín multicolores. Dicen que los trajeron de Tlaxcala. La gente se queja porque no fueron de flores como otros años.

No han recorrido va ni una cuarta parte del trayecto cuando un engrillado cae, sus jóvenes acompañantes no pudieron evitar que la cadena que arrastraba a sus pies se atorara en una alcantarilla. Los organizadores corren a ayudarle, lo sacan de la procesión y le piden a los demás que sigan.

Los hombres siguen avanzando por entre las calles de Atlixco, a veces son alcanzados por la otra procesión y entonces son apurados por los organizadores, quienes no dejan de decirles a los acompañantes que su deber, además de asistirlos, es jalarlos para que no se detengan. Aunque hay momentos en que lo hacen, algunos engrillados aprovechan para pedir a sus acompañantes que les acomoden las pesadas cadenas o que les pongan un limón en la boca.

El sol sigue subiendo por el horizonte, y comienza a lamer los cuerpos cargados de cadenas y recarga el calor en el metal y lo vuelve más pesado. Sin embargo, los engrillados no hablan, no pueden hacerlo, solo se les permite cruzan algunas palabras con sus acompañantes que caminan a su lado para asistirlo o abrirle paso cuando la vía se estrecha por los espectadores.

Hay gente que les pone monedas en las charolas con limones que llevan en la mano,  las pocas o muchas monedas que logren juntar serán ofrecidas a la virgen.

Conforme pasan los minutos algunos hombres se van encorvando, el peso de las cadenas les marca la espalda y el pecho. Los pies los tienen astillados por los cactus que se les cayeron y fueron pisados, los tobillos les sangran por las cadenas que arrastran. Y para su dolor y consuelo solo tienen los limones y la creencia de que cuando terminen los pocos o muchos pecados que hayan cometidos serán perdonados, de que aquel familiar que está enfermo o que necesita un milagro podrá ser favorecido por la gracia divina.

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Poco antes de terminar el recorrido, cerca de las doce del día, al fin llega el descanso, los acompañantes toman las cadenas con sus manos y las levantan para aliviar el peso que cargan. También les acomodan las que llevan en los pies. Sus familias y conocidos se les acercan para animarlos, para decirles que les falta poco para llegar, para invitarlos que a que resistan. Pasan unos minutos y los organizadores les dicen que avancen, que no pierdan el paso. De dos en dos van entrando al atrio de la iglesia y se van formando para subir las escaleras. Los acompañantes toman las cadenas de los pies para ayudarlos a subir, en la puerta del templo se tienen que hincar y seguir de rodillas hasta el altar, donde finalmente serán bendecidos y perdonados. La penitencia ha terminado. El rito también.

Una tradición de un siglo

Jaime Garcés Quit, director de la procesión de los engrillados, cuenta que la tradición tiene ya cien años de existencia. Fue el señor José Muñoz quien comenzó con ella para hacer penitencia por sus pecados. Después se la heredó a él para que siguiera y ya lleva más de 52 años organizándola.

«Yo llevo 52 años ya aquí participando con los muchachos, pero yo participé cuando era joven, de 18 años. De esto es un siglo ya, porque el señor que estuvo aquí él me lo dejó, y yo ya soy la persona que represento, soy el encargado, con la fe de Dios un fiel católico. Se llamaba José Muñoz el que fue el iniciador de esto, fue su penitencia que hizo él», cuenta mientras termina de dar indicaciones .

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

Foto: Pau Macías | Poblano.mx

De acuerdo con el organizador los penitentes sólo pueden tomar limón durante el recorrido, está prohibida el agua o el refresco. La corona de espinas representa la que Jesucristo llevó al momento de ser crucificado y las cadenas cruzadas son la cruz que cargó durante su pasión. En la procesión están permitidas las imágenes, siempre y cuando sean católicas.

Los motivos para ser un engrillado son las mandas o las ganas de limpiar una culpa. «Son mandas que hacemos, nosotros participamos en esto porque queremos limpiarnos un poquito de lo que se nos atraviesa y con el tiempo Dios nos manda la fe. Esto es para purificar nuestro físico, nuestra vida, nuestro dolor que sufrimos a veces amargamente entre uno mismo y la humanidad, por eso lo hacemos», dice el señor Jaime, quien dejará la tradición a sus hijas para que continúen con ella.

Acá la galería completa de Los engrillados en Atlixco Puebla

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion