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Para llegar a EU, mujeres migrantes arriesgan su vida en el desierto de Sonora
 
Por Lado B @ladobemx
27 de abril, 2014
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Pagan fuertes sumas a “polleros” que no garantizan su seguridad

Lizbeth Ortiz Acevedo | Cimacnoticias

Altar, Sonora. Víctimas de las mafias de traficantes de personas, miles de mujeres migrantes pagan altas cantidades de dinero para que “polleros” o “coyotes” las ayuden a cruzar el desierto de Altar, en el estado de Sonora, y llegar a Estados Unidos.

En una zona que por su aislamiento y menor vigilancia fronteriza se ha convertido en años recientes en una opción para entrar al país vecino, mujeres tienen que lidiar con una temperatura de más de 40 grados centígrados y un trayecto de 80 kilómetros, además del desfalco por parte de los traficantes de personas y el riesgo latente de ser asaltadas y violadas sexualmente, o secuestradas por las redes de trata.

Estas migrantes, quienes en al menos cuatro días recorren a pie 20 kilómetros cada 24 horas, atraviesan la zona desértica del norte de México en plena vulnerabilidad.

Foto: Leo Herrera.

Foto: Leo Herrera.

La decisión de cruzar hacia EU por el desierto, que les puede costar la vida, la asumen debido a que la zona es despoblada y tiene menores controles que otras localidades que tradicionalmente eran punto de internamiento hacia la Unión Americana, como Ciudad Juárez, en Chihuahua, o Tijuana, en Baja California.

Según la “Encuesta sobre migración en la frontera norte de México, 2011”, publicada por El Colegio de la Frontera Norte (Colef), Tijuana perdió terreno frente a Nogales o Reynosa, en el estado de Tamaulipas, debido al reforzamiento de las medidas de seguridad fronteriza.

Así, las y los migrantes están eligiendo el ingreso a EU por las localidades sonorenses de Altar o Naco, a sabiendas del riesgo que esto les pueda traer.

En un recorrido de Cimacnoticias por Altar, poblado que colinda con Arizona y tiene temperaturas consideradas entre las más altas del hemisferio norte (entre 40 y 50 grados centígrados) y con características inhóspitas por la falta de agua, se constató que es un poblado dedicado por completo al “negocio” de la migración.

Desierto salvaje

En este lugar que es el acceso al desierto del mismo nombre, se observan a simple vista “polleros” que vigilan bajo la sombra de los árboles en la plaza la llegada de cualquier persona para dar aviso a un segundo grupo de vigilancia, que se desplaza en camionetas todo terreno con vidrios polarizados, y en algún momento hará contacto con las y los migrantes en tránsito.

Estos hombres recorren las calles arenosas de Altar, donde proliferan locales comerciales de venta de ropa camuflada y equipo para internarse en el desierto. Aquí se pueden adquirir gorras (70 pesos), playeras (120), pantalones (180), mochilas (entre 200 y 300 pesos), e incluso calzado especial para sortear las inclemencias del tiempo debido a que en las noches las temperaturas descienden súbitamente.

Una vez que estas mujeres negocian con algún “pollero” el cruce a EU dejan de ser vistas en la localidad, ya que a decir de pobladores las mantienen en casas de seguridad hasta que haya condiciones para internarlas en el desierto. Sin embargo, ahí pueden permanecer hasta semanas en condiciones de deshidratación y mala alimentación.

Como apunta el investigador del Colef Guillermo Alonso en su estudio “El desierto de los sueños rotos”, en el que informa que según datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de 2001 hasta mediados de 2008 se reportaron 2 mil 956 muertes en el desierto, de las cuales mil 62 fueron a causa de la deshidratación.

Historias

Gabriela, una mujer de 25 años originaria de Oaxaca, vive temporalmente en el albergue para migrantes San Juan Bosco en Nogales.

Cuenta que un “coyote” le cobró 10 mil pesos por persona para trasladarla a Altar, a donde viajó con su primo y nueve personas más desde su estado (el recorrido duró tres días), para después cruzarlos a EU.

Dice que a su llegada al poblado fronterizo, los traficantes la mantuvieron encerrada por una semana en un cuarto de hotel, tiempo en el que pagó por día 700 pesos por una habitación que compartió con siete personas más (tres mujeres, incluyéndola a ella, y cinco hombres).

“La mafia”, como Gabriela llama al grupo de “polleros”, le pidió otros 3 mil 500 pesos para finalmente llevarla al desierto.

Una vez entregado el dinero, una camioneta pasó por ella y sus acompañantes. Tras seis horas de trayecto arenoso, el grupo descendió del vehículo para continuar a pie el recorrido. Caminaron todo un día hasta que llegaron a “la línea” (frontera entre México y EU), donde se encontraron con otro grupo de 30 migrantes.

Ahí esperaron otros dos días más, tiempo en el que fueron asaltados por ocho soldados que rondaban la zona y quienes los dejaron sin sus pertenencias.

Aún así decidieron seguir el trayecto solos porque al poco tiempo del asalto una compañera de travesía enfermó y quedó al cuidado del guía, quien decidió quedarse con ella para evitar que muriera en el desierto.

No obstante, tras horas de seguir caminando y no tener agua ni alimento, decidieron pedir ayuda a la patrulla fronteriza.

Otra historia es la de Angélica, mujer poblana de 35 años con siete meses de embarazo. Relata que junto con su esposo y un amigo contrataron en este poblado sonorense a un “pollero” que les cobraría 4 mil 500 dólares (cerca de 60 mil pesos mexicanos) por persona una vez hecho el cruce, pero antes tuvieron que pagar 7 mil 500 pesos sólo por internarlos al desierto.

Entrevistada en el comedor para migrantes que dirige el sacerdote Ricardo Machuca en la ciudad de Nogales, Angélica narra que caminaron por dos días hasta que el traficante los “aventó a la línea”, y los mantuvo ahí por 13 días, tiempo en el que permanecieron con otras 40 personas en espera de la señal para cruzar.

Así estuvieron hasta que les indicaron que podían avanzar, no obstante dos horas y media después, ella fue detenida junto con sus acompañantes por agentes migratorios de EU, quienes finalmente los repatriaron.

En el albergue San Juan Bosco, el cual abrió en 1982 con la intención de ayudar a las y los migrantes que llegan a Nogales, Alicia, de 20 años y originaria de Tlapa de Comonfort, Guerrero, cuenta que en su tercera experiencia de cruce hacia EU fue detenida durante 30 días.

Recuerda que fue llevada ante un juez que le pidió que desistiera de más intentos, o de lo contrario su arresto sería más prolongado. La mujer advierte que es la necesidad de ayudar a su familia e hijo lo que la orilla a reintentar una y otra vez el ingreso al país del norte.

Tras varios intentos fallidos, Alicia dice que por el momento permanecerá en Sonora para trabajar y pagar los 22 mil pesos que adquirió como deuda con los “coyotes”, antes de regresar a casa con su familia.

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