Lado B
¡La espiral de violencia crece! (Opinión)
¿Hasta cuándo?
Por Lado B @ladobemx
01 de abril, 2014
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Jesús Aroche Ramos

Las autoridades de todo tipo y nivel dan por descontado que esto va a continuar. Lo que evidencia que lo están aceptando de manera explícita, que no se dieron cuenta cuándo se les escapó de las manos, o que sabiendo cómo está, estuvo y estará la situación, han decidido hacer nada y seguir argumentando que la sociedad es la responsable de que no actúe la autoridad, por no denunciar.

No admiten ni reconocen que la sociedad civil ya se cansó de denunciar, porque los responsables de aplicar la ley simplemente no lo hacen, o lo hacen de manera selectiva. Si se tiene el dinero suficiente para “engrasar” la maquinaria encargada de levantar las actas, hacer la investigación, armar los expedientes y proceder a actuar de acuerdo a los resultados, entonces y sólo entonces “funciona la autoridad”, de lo contrario sabemos por experiencia que nada pasa y después nos quieren hacer sentir culpables de su inacción.

La autoridad que genera certidumbre y confianza no está en este país, no es gratuito que las profesiones más desprestigiadas ante nuestra sociedad sean políticos y policías. Se ha impuesto de manera lamentable la cultura de la corrupción, alimentada y cubierta por el manto de impunidad con el que la élite política ha cubierto esta práctica cotidiana. Porque para los que son parte de la élite dominante, para los que tienen el poder del dinero o del poder político, sí hay justicia.

La autoridad, por omisión o por corrupción, ha permitido que la violencia y la descomposición social que estas prácticas conllevan sigan profundizándose. En diferentes reuniones que los ciudadanos organizados hemos tenido con los responsables de la seguridad, tanto del estado como de los municipios, ante la insistente pregunta de cuándo y cómo va a parar esta situación, lo que hemos obtenido como respuesta es: instalen rejas, circuito cerrado, contraten policía privada, vigilen a los jóvenes, organícense como vecino vigilante, intégrense a las redes de observatorios ciudadanos etc., etc., en lo que estamos de acuerdo y no escatimaremos esfuerzo para contribuir en la construcción de una mejor sociedad. Pero también nos queda claro que esta no es la respuesta que esperamos, que este no es el camino para construir la sociedad de la que queremos ser parte.

La violencia, como ya se ha dicho hasta el cansancio, no se va a combatir con policías y soldados. Porque violencia también es que un padre de familia no tenga para llevar a la mesa de su familia los alimentos necesarios, que no tenga para consultar a un doctor o dar la educación que quisiera para sus hijos o hijas, que no tenga las condiciones mínimas que le permita integrarse como ser humano a esta sociedad. Violencia es que diez personas hayan acumulado una fortuna tan grande que sólo sea comparada con el esfuerzo de más de 120 millones de mexicanos

Qué hacer: la respuesta es que como sociedad debemos tomar la responsabilidad que nos corresponde, no la que nos impongan, que estemos vigilantes de la actuación de nuestras autoridades, que hagamos las denuncias sí, pero acompañadas de acciones que no permitan que sean letra muerta o que las tiren a la basura, que la autoridad se vea obligada a dar respuesta y que se comporte como la ley lo establece, tenemos los instrumentos legales para hacerlos y tenemos los instrumentos tecnológicos para lograrlo colectivamente.

La clase política debe entender que la máxima porfirista de “a mis amigos justicia y a mis enemigos la ley” no puede continuar, como tampoco que cada sexenio o trienio veamos, ya sin capacidad de asombro, cómo salen nuevos ricos o más ricos, cuando la situación de los jóvenes es cada día más angustiante. Nos rasgamos las vestiduras al ver la actitud violenta de los jóvenes en las aulas, y los atiborramos de leyes y de castigos o de amenazas, pero qué alternativas les ofrecemos.

¿No sería mejor preguntarnos qué estamos haciendo para evitar que en el imaginario colectivo quede gravado que “el que no transa no avanza”, y comprender que las diferencias se pueden resolver no logrando la unanimidad, ni la imposición por la fuerza, sino fundamentalmente con el respeto, generando una cultura donde se valore el esfuerzo, el trabajo, la dedicación, la  experiencia y la creatividad?

Contra la actual cultura donde el cochupo, la transa, el embute, el moche y las relaciones de poder son determinantes para la ubicación social, o  laboral, y la naturalidad con que hemos aceptado un sistema educativo donde preparamos a unos para ser líderes, aunque no tengan la capacidad para ello, y a otros para ser empleados, clasificando a unos y otros únicamente por  su nivel económico, y bajo la amenaza o exigencia de tienes que ser bueno para que te empleen, la alternativa es ¡ser emprendedor!, claro con los créditos del gobierno que no llegan o lo hacen a cuenta gotas, insuficientes, y condicionados al moche para que camine.

¿Hasta cuando la espiral de violencia, corrupción e impunidad continuará creciendo y generando una cultura donde la vida no vale nada?

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