Lado B
Más allá del necio: Educar al sujeto auténtico
Por Lado B @ladobemx
12 de marzo, 2014
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

El viernes pasado estuvo en nuestra ciudad Silvio Rodríguez, cantautor cubano emblemático, precursor de la llamada “Nueva trova cubana” y autor de un gran número de canciones que se van volviendo clásicas porque hablan de lo que experimenta todo ser humano en determinadas situaciones relacionadas con el amor, el desamor, el sentido de la existencia y la participación social y política.

Casi al final del concierto interpretó “El necio”, una canción bastante conocida y asumida como himno de muchos jóvenes por su mensaje de fidelidad a los principios por encima de las ofertas y tentaciones que plantea el dinero y el poder cuando se asume una postura crítica.

Esta canción siempre me ha provocado un poco de ruido interno y aprovecho estas líneas ahora que tengo todavía fresco el sentimiento provocado por la experiencia de volver a escuchar en vivo a este gran músico y poeta para hacer unos apuntes reflexivos que buscan dar razón de este sentir.

A.-Educación pragmática: gente sin principios.

Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”.

Groucho Marx.

Con maravilloso sentido del humor e ironía, el gran comediante estadounidense Groucho Marx acuñó esta frase que pinta muy bien la actitud pragmática de muchas personas que viven decidiendo y actuando de acuerdo a lo que les conviene para obtener mayores ganancias económicas, prestigio social, imagen pública, poder político, aplausos y aceptación de los demás, etc. anteponiendo la utilidad a cualquier principio ético más profundo.

Gente que cambia de partido político según el cargo que le ofrezcan sin importar la ideología o la plataforma, gente que se mueve de una empresa a otra según el sueldo que le ofrezcan sin considerar ningún elemento de crecimiento personal o lealtad institucional, gente que cambia su discurso dependiendo del público al que habla, gente que vende sus creencias al mejor postor y acaba careciendo de cualquier convicción que sustente su vida.

Como diría Adela Cortina no se trata de personas que vivan al margen de la ética o la moral porque ningún ser humano puede ser amoral, sino más bien de seres humanos que asumen como criterio ético o moral el pragmatismo, es decir, que consideran que lo bueno es lo que les funciona y produce beneficios personales, aunque estos beneficios sean meramente materiales o superficiales y acaben vaciando de sentido su existencia.

Esta es la ética que desafortunadamente caracteriza nuestros tiempos líquidos, la ética del cambio de principios o de la utilidad práctica como único principio en un proceso que Lonergan caracteriza como el “largo ciclo de decadencia” de nuestra civilización.

La educación está sujeta a la presión de esta sociedad en la que se demandan ciudadanos que adapten sus principios al gusto del consumidor, del cliente, del patrón, del gobernante en turno, del partido en el poder, del negocio actual. De tal modo que la escuela hoy, el docente actual, pueden fácilmente caer en la idea de que la formación ética es igual a educación en el pragmatismo superficial, la educación que transmita el mensaje de que hay que elegir lo que nos convenga de manera egoísta.

B.-Educación dogmática: gente esclava de los principios.

“Yo me muero como viví”.

Silvio Rodríguez.

Contra esta visión pragmática que produce individuos dispuestos a venderse al mejor postor, se manifiesta la canción de Silvio Rodríguez que plantea el escenario en el que “Para no hacer de mi ícono pedazos, para salvarme entre únicos e impares, para cederme un lugar en su Parnaso, para darme un rinconcito en sus altares. Me vienen a convidar a arrepentirme, me vienen a convidar a que no pierda, me vienen a convidar a indefinirme, me vienen a convidar a tanta mierda…”

Un mundo que se llena de ofertas atractivas que nos invitan a “indefinirnos”, a “arrepentirnos” de nuestras convicciones profundas, a abandonar nuestra luchas sociales, a hacer a un lado nuestra búsqueda humana.

En este sentido la canción hace una declaración de principios que se niega a caer en estas ilusiones y que plantea la necesidad de mantenerse firmes a los principios a pesar de las amenazas y los riesgos que esta congruencia personal implica.

Sin embargo el título de El necio se debe a una idea que se plantea en el estribillo, un verso que es el que particularmente me genera una disonancia intelectual y emocional: “Yo me muero como viví”.

En efecto, la reacción natural a la falta de principios o al acomodo situacional de los principios es la que plantea la canción, la de aferrarse a los principios y negarse a cambiar. Sin embargo esta reacción no es necesariamente la más pertinente frente a una realidad que es dinámica y cambiante y que plantea continuamente nuevos retos que exigen flexibilidad personal.

La fuerza avasalladora del contexto pragmático y de la educación que forma para elegir no lo bueno sino lo que trae beneficios personales genera muchas veces una educación que aunque se asume como crítica de este sistema puede fácilmente caer en el dogmatismo que eduque personas ciegamente fieles a determinados principios, esclavas incluso de estos principios de oposición al sistema.

“Poseemos las ideas que nos poseen” dice acertadamente Morin en Las ideas y este tipo de educación cae fácilmente en esta posesión de la ideología que atrapa al individuo en vez de que el individuo posea a la ideología, de manera que ante una realidad que fluye se forman posturas inamovibles, ante un mundo cambiante se forman conciencias estáticas, ante una vida que exige flexibilidad se forman personas rígidas.

C.-Educación humanista: gente libre de asumir sus principios.

Pasamos veinte años intentando cambiar el mundo, sólo para darnos cuenta que el mundo nos cambió a nosotros

Ana Belén.

La vida humana es un fenómeno complejo en el que existe la necesidad de efectuar un doble proceso: adaptarnos al mundo que nos toca vivir y adaptar ese mundo para que la vida sea más humana y justa. La ética tiene que ver con este doble movimiento puesto que los seres humanos tenemos que aprender a descubrir las formas más humanas de adaptarnos al mundo y las formas más humanas de adaptar este mundo para intentar construir una realidad distinta.

De esta manera las personas tienen que asumir una actitud persistente para cambiar al mundo desde principios más o menos estables y no negociables pero al mismo tiempo tener la apertura para aceptar que el mundo nos va cambiando también y puede hacer necesario el cambio o adaptación de nuestros principios.

La educación del cambio de época según dicen muchos autores, tiene que ser una educación ética, de manera que la escuela y la universidad deben formar a los estudiantes en este doble movimiento: la búsqueda permanente de un cambio en el mundo y la flexibilidad interior para dejarse cambiar por el mundo.

Es por ello que la formación ética no puede ser una simple enseñanza de principios o valores inamovibles sino un desarrollo eficaz de la autenticidad humana que forme seres humanos y ciudadanos atentos a sus experiencias y a la realidad de cada momento, inteligentes para procesar y comprender estas experiencias, razonables para buscar el conocimiento de la realidad en que viven y responsables para valorar y decidir aquello que sea mejor para humanizarse y humanizar su entorno, para cambiar el mundo y dejarse cambiar por él.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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