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“Ando buscándola en Japón…”: Calidad educativa para el cambio de época
Tiempos de reforma educativa, de foros de consulta nacional sobre el modelo educativo que necesita nuestro país para tratar de ponerse al día y aspirar por fin al nivel de desarrollo equitativo que merece. Tiempos de insistencia en el cambio, de cambios insistentes, tiempos de cuestionamiento sobre la calidad educativa que tenemos y la calidad educativa que necesitamos.
Por Lado B @ladobemx
19 de marzo, 2014
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Martín López Calva.

@M_Lopezcalva

Tiempos de reforma educativa, de foros de consulta nacional sobre el modelo educativo que necesita nuestro país para tratar de ponerse al día y aspirar por fin al nivel de desarrollo equitativo que merece. Tiempos de insistencia en el cambio, de cambios insistentes, tiempos de cuestionamiento sobre la calidad educativa que tenemos y la calidad educativa que necesitamos.

En este escenario cambiante y centrado en el cambio, cabe preguntarse ya no sobre la necesidad de transformar nuestro sistema educativo y nuestras prácticas sino sobre el sentido que debería tener esa transformación. Ante esta insistencia de calidad, es necesario preguntarse qué deberíamos entender por calidad y a qué calidad educativa deberíamos apuntar colaborativamente.

Rescato alunas ideas tratadas en un viejo texto que en los años finales del siglo pasado –que parecen lejanos pero fueron apenas ayer- trataban de responder a esta pregunta por la calidad educativa planteando que para construir una educación que esté a la altura de los retos de nuestro tiempo es necesario entender calidad educativa en términos de formación integral.

De manera que como afirma la canción del grupo mexicano Maná, si andamos buscando la calidad educativa en Japón o en Nueva York -aunque haya elementos que podemos encontrar allí- andamos “muy perdidos”.

¿Cuáles son algunas características que deberá tener la calidad educativa que se genere a partir de la reforma educativa aún por construir? Aquí se plantean cuatro que parecen esenciales.

1. –Formar desde el ser humano hacia el ser humano.

Este elemento es aparentemente sencillo pero se encuentra hoy muy olvidado por nuestra educación deslumbrada por la educación tecnocrática que muchas veces equipara calidad con eficiencia práctica. La calidad educativa debe partir de la atención, comprensión empática, análisis crítico y compromiso responsable con el ser humano educando actual que puede interpretarse desde la llamada «nueva cultura juvenil» en la que viven los alumnos que van a llegar a nuestras aulas, cultura que es muchas veces descalificada o satanizada por los adultos- incluyendo a los profesores- como decadente o sin valores cuando tiene implícita una crítica a nuestra sociedad actual y una búsqueda de algo mejor.

El estudio serio del fenómeno de las ya famosas generaciones X, Y y Z o del milenio y sus valores y significados, el análisis de la llamada «nueva era», debe orientar el replanteamiento radical de una educación nueva para una época nueva.

Pero así como el ser humano concreto debe ser el punto de partida, también el ser humano completo debe ser la finalidad: la finalidad de una educación de calidad no es la «excelencia» o la «calidad total» que implican una noción de perfección que lleva a la robotización y a la frustración, ni la «eficiencia», «competitividad» o «productividad» que llevan al individualismo el «éxito» que lleva a la explotación y el consumismo. La finalidad de una educación de calidad es la vivencia grupal de un proceso permanente, progresivo, siempre limitado pero siempre abierto de humanización de alumnos y maestros para la humanización de la sociedad.

2. –Formación para todo el ser humano y para todos los seres humanos.

Este segundo rasgo implica que la educación de calidad debe pensar en formar no solamente la dimensión cognoscitiva del alumno sino toda su integralidad como persona. La educación de calidad debe orientarse a que el alumno maneje y comprenda conceptos pero también a que el alumno vaya aprendiendo a pensar, es decir, que sea cada vez más crítico y más creativo (en su dimensión existencial global, no solamente instrumental o pragmática) y sobre todo, a que el alumno vaya aprendiendo a vivir, es decir, vaya descubriendo su propio proceso de valoración y decisión para ser progresivamente más responsable y por tanto más libre.

La educación de calidad es una formación de liderazgos, más que de líderes. Una formación integral que educa para el trabajo solidario en grupos y para el liderazgo grupal que trasciende el individualismo imperante.

La educación de calidad es interdisciplinar, abierta a la comprensión global de los fenómenos.

La educación de calidad incorpora elementos artísticos o deportivos con una finalidad y estrategia educativas bien definidas y estructuradas.

La educación de calidad hace crecer en solidaridad, en apreciación de la belleza, en comprensión de la propia afectividad, en pregunta permanente por el sentido de la existencia.

Pero la educación de calidad se orienta, además de a todo el ser humano, a todos los seres humanos: es una formación que se orienta hacia el servicio a los demás, sobre todo a los que menos tienen, hacia la construcción de un país más justo y democrático. Es una educación contextualizada, con bases en la realidad nacional concreta y con un compromiso claro para contribuir a la solución de sus problemas acuciantes.

3.-Formación desde nuestra civilización concreta hacia la consolidación de una nueva cultura.

La educación de calidad parte de la comprensión y la crítica del horizonte actual y se dirige hacia la consolidación de la cultura de la nueva época.

Por esto, la formación integral debe resolver, no con la simple y automática inclusión de materias sino con el análisis serio de estrategias y compromisos de todos los docentes, el problema de generar espacios transversales en el currículum donde se aborden los desafíos anteriormente descritos: género, derechos humanos, desarrollo sustentable, justicia, democracia, cultura e interculturalidad, son problemas que no pueden dejarse de lado en todas las materias de una trayectoria si se quiere llamar educativa y preparar a los alumnos para un mundo cambiante y en búsqueda.

4.-Formación en el cambio y para el cambio.

La educación de calidad tiene que partir del signo del cambio de época que es precisamente la transformación permanente y acelerada de todo el horizonte en que vivimos. Cambio acelerado del conocimiento y sus formas de producción, cambio acelerado en los problemas que vivimos, cambio acelerado en los escenarios de futuro humano y social, cambio acelerado en las valoraciones de nuestra cultura y en los significados construidos, etc.

Partiendo de la idea de que en la sociedad actual, como se dice comúnmente, “la única constante es el cambio”, pero al mismo tiempo que no todo cambio es necesariamente para bien puesto que “no todo lo nuevo es bueno”, así como “no todo lo bueno es nuevo”,  la educación de calidad debe ser una educación desde el cambio pero también una educación para el cambio, pero para el cambio con sentido – con un sentido dinámico pero firme en sus cimientos, humanizante en su finalidad-, por ello la educación de calidad es una educación que enfrenta la incertidumbre y no que la evade mediante falsas certezas cognoscitivas o morales.

El filósofo y escritor vasco Fernando Savater concibe a la educación como la antifatalidad, como el elemento sistémico social que debe contribuir a evitar ese destino negativo aparentemente inevitable al que muchos seres humanos parecen estar condenados. Es así que la educación puede hacer que se rompa el círculo vicioso de que quien nace pobre está predestinado a ser pobre o el que nace entre los excluidos tenga que vivir excluido.

En el nivel colectivo, el de la especie humana, la educación de calidad entendida desde esta perspectiva de formación integral es también el factor decisivo de antifatalidad, el elemento que puede evitar el destino trágico que marca el poeta Eduardo Lizalde en su Spot:

«El fin del mundo está próximo. Asista usted al gran show, la entrada es gratis, no necesita moverse de su sitio. será destruido allí, donde se encuentre, con toda su familia.»

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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