Lado B
El himno nacional, ELDEFORMA y la educación
Por Lado B @ladobemx
05 de febrero, 2014
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

En su libro: “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” el pensador francés Edgar Morin plantea como dos ejes fundamentales de la educación para el siglo XXI: “Enseñar el error y la ilusión del conocimiento” y “Enseñar los principios de un conocimiento pertinente”.

El primero de estos saberes tiene que ver con que la escuela deberá enseñar a los estudiantes que todo conocimiento está sujeto a error e ilusión porque nuestros sentidos pueden engañarnos al percibir algo erróneamente, nuestra mente puede engañarnos al entender cosas de forma incorrecta, nuestra razón puede también hacernos víctimas de engaño y llevarnos con aparentes buenas razones a afirmar cosas totalmente falsas.

Los principios de un conocimiento pertinente deben ser enseñados también en la escuela para que los niños aprendan que un conocimiento de calidad debe estar debidamente contextualizado –leerse en un contexto claro y específico-, debe construirse atendiendo a la multidimensionalidad de la realidad y a la complejidad de los problemas que esta nos presenta y requiere de un ejercicio de análisis y síntesis que nos haga comprender el todo formado por sus partes y las partes que conforman el todo.

Por su parte, una académica mexicana, la Dra. Yolanda Argudín señala en su libro: “Aprender a pensar, leyendo bien” que “…La lectura no es simplemente una actividad mecánica. Leer bien es razonar bien dentro de uno de los más elevados procesos mentales que incluye diferentes formas del pensamiento: la evaluación crítica, la formulación de juicios, la imaginación y la resolución de problemas…”

Algunos elementos fundamentales del método para aprender a pensar a través de una forma correcta de lectura tienen que ver con revisar el tipo de fuente de donde proviene la información que leemos, analizar el tono con que está escrito el texto leído, preguntarse por la intención del autor al redactarlo –busca persuadir, convencer, informar, analizar, hacer crítica, ironizar, etc.- y revisar las evidencias que sustentan lo escrito.

Todos estos elementos y la necesidad urgente de incorporarlos seriamente a nuestros procesos educativos vinieron a mi mente a partir del fenómeno suscitado en las redes sociales la semana pasada a partir de un “post” de eldeforma.com, un medio electrónico creado para hacer sátira de la vida política y de otros aspectos de nuestra cultura mexicana, en el que se planteaba que México se había quedado sin himno nacional porque la Secretaría de Gobernación se había olvidado de renovar el contrato de derechos de autor con sus propietarios.

Muchas personas que compartieron esta nota con comentarios irónicos que reforzaban el humor contenido en esta publicación recibieron con sorpresa un gran número de comentarios de personas indignadas que decían cosas como “Sólo esto nos faltaba”, “qué irresponsabilidad del gobierno”, etc. y varios otros en los que algunos amigos incrédulos preguntaban si era una broma o era en serio la noticia.

En varios espacios se suscitaron diálogos muy reveladores e incluso hubo comentarios que después de que dos o tres personas aclaraban que por supuesto se trataba de una broma y comentaban la naturaleza humorística del deforma, insistían en la indignación contra quienes olvidaron renovar este contrato.

Se dieron incluso otros casos en los que personas compartían esta nota como si fuera una información verídica añadiendo comentarios de enojo y fuerte crítica contra los responsables de esta “tragedia nacional”.

Unos días después circuló –con mucho menor éxito, dada la incómoda situación en que quedaron todos los que cayeron en la trampa- una imagen en las mismas redes que se burlaba de todos los que creyeron esta información con una frase lapidaria: “Se burlan de la estupidez de Peña Nieto. Se creen todos los post del deforma”.

Esta imagen me hizo caer en la cuenta de que mucha de la gente que había mostrado indignación y había creído que era cierta esta nota tiene estudios de licenciatura y posgrado, algunos son profesores, académicos o escritores y la mayoría tiene una postura crítica, a veces radical incluso, respecto al gobierno actual y sus acciones, a Televisa, Telmex y otros poderes fácticos y en algunos casos milita activamente en partidos de oposición o en movimientos sociales considerados de vanguardia.

¿Qué es lo que lleva a personas preparadas a creer en informaciones evidentemente falsas? ¿Por qué personas que se consideran a sí mismas críticas pueden cometer errores como este? ¿Si este tipo de situaciones pasa con notas de un medio que explícitamente se presenta como humorístico, qué puede pasar con notas de medios que se consideran “serios” pero que presentan con frecuencia notas o artículos de opinión sesgados por intereses económicos, políticos o ideológicos? ¿Qué cosas evidencia este caso con respecto a personas preparadas y autodefinidas como críticas que creen ciegamente notas de determinados medios y periodistas y cuestionan y descalifican también a ciegas lo que publican otros medios y periodistas? ¿Si esto pasa con personas con alto nivel de escolaridad, qué podemos esperar de la población en general?

Muchos elementos para responder a estas preguntas se encuentran en la ausencia en nuestro sistema educativo de los dos saberes de Morin antes planteados y en la carencia de un proceso de enseñanza de la lectura que trascienda la mera decodificación de signos y lleve a los niños y jóvenes a comprender y a pensar críticamente.

Porque los egresados del sistema educativo deficiente que tenemos en México caemos muy fácilmente en el error y la ilusión del conocimiento. Nos dejamos engañar por nuestros sentidos y por nuestras reacciones viscerales inmediatas –si odio al gobierno actual, entonces es cierto todo lo que puedan decir en su contra-, nos dejamos poseer por las ideas que poseemos –la ideología nos manipula y nos hace creer en falsedades-, racionalizamos todo lo que confirme nuestros supuestos y prejuicios, estamos cegados por el paradigma polarizante en que vivimos hoy en el país.

Porque los que pasamos muchos años en la escuela –y más aún los que no tuvieron esa oportunidad que desgraciadamente sigue siendo privilegio y no derecho- no tenemos bien desarrolladas nuestras capacidades de construcción de conocimiento pertinente: no contextualizamos, no vemos las múltiples dimensiones de cualquier problema o realidad, no somos conscientes de la complejidad del conocimiento y de que muchas veces “lo contrario de una verdad profunda es otra verdad profunda”, no somos capaces de descomponer el todo en sus partes para comprenderlo mejor y de unir las partes en el todo para entenderlo de manera más completa.

Porque quienes tuvimos la oportunidad de acceder a la educación en este país en crisis intelectual tenemos prisa y leemos de prisa, opinamos de prisa, hacemos juicios apresurados sin suficiente análisis ni sustento, llegamos incluso a valoraciones y decisiones guiadas por apariencias o impulsos más que por comprensiones y reflexiones críticas sobre nuestro entorno.

Cuánta falta nos hace una formación como lectores-pensantes que leen revisando las fuentes, buscando la intención de lo que leen, analizando el tono de la lectura y preguntando por sus fundamentos y evidencias.

Y con relación a este problema, creo que casi nadie podría arrojar la primera piedra.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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