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Educación y cultivo de la inteligencia: la verdadera reforma contra la crisis
Esta frase irónica atribuida a Albert Einstein nos debería hacer pensar muy seriamente en la profunda y generalizada crisis social de nuestro cambio de época porque refleja con una gran claridad y en términos muy sencillos y humorísticos la triste realidad oculta debajo de manifestaciones económicas, políticas y culturales de nuestros tiempos.
Por Lado B @ladobemx
27 de noviembre, 2013
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Hablamos de “teoría”, cuando sabemos todo, pero las cosas no funcionan.
Hablamos de “práctica” cuando las cosas funcionan pero no sabemos por qué.
Aquí hemos podido reunir teoría y práctica: nada funciona y nadie sabe por qué”

A.Einstein

Esta frase irónica atribuida a Albert Einstein nos debería hacer pensar muy seriamente en la profunda y generalizada crisis social de nuestro cambio de época porque refleja con una gran claridad y en términos muy sencillos y humorísticos la triste realidad oculta debajo de manifestaciones económicas, políticas y culturales de nuestros tiempos.

En efecto, vivimos en una etapa histórica en la que parece que hemos logrado reunir teoría y práctica, puesto que nada o casi nada funciona y nadie sabe por qué. Vivimos en una realidad social en la que las cosas en la práctica no están funcionando pero las teorías e investigaciones sobre esta inoperancia no logran explicar adecuadamente las causas o razones que la generan y por lo tanto no apuntan al descubrimiento de propuestas de solución.

Se trata entonces de una crisis de nuestro modo de operar en el mundo, de relacionarnos con el mundo y entre nosotros los humanos, una crisis de nuestro hacer práctico, profesional, científico, político, etc. pero también y sobre todo de una crisis de nuestro modo de entender el mundo y de entendernos en el mundo, una crisis de nuestro pensar y concebir lo práctico, lo profesional, lo científico, lo político, etc.

Estamos, como afirma el filósofo español Emilio Lledó ( 1927-    ) más que de una crisis económica, “de una crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo. La crisis más real -con independencia de los problemas económicos, que son muy reales- es la crisis de la inteligencia. No estamos solo ante una corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente…” afirma en una entrevista reciente.

De manera que cuando hablamos de corrupción en el gobierno, en la economía y en otros campos del quehacer humano, deberíamos preocuparnos porque debajo de esa corrupción está una corrupción más grave, profunda y difícil de revertir que es la corrupción de la mente que ya no es capaz de entender la actuación económica, política y profesional de otra manera que no sea desde las prácticas no éticas.

… la babel de nuestro tiempo es el producto acumulativo de una serie de rechazos a la comprensión…

afirma Lonergan en su libro Insight publicado en 1956. Desgraciadamente seis décadas después estamos viviendo en una profundización de esta Babel, de este proceso acumulativo y cada vez más generalizado de rechazos a la inteligencia que nos tiene atrapados en lo que el mismo autor denomina como “el largo ciclo de decadencia de las civilizaciones”.

Continúa Emilio Lledó: “…A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?…”

Una mirada a los comentarios de los lectores en las columnas que publica casi cualquier medio de comunicación o a las conversaciones y debates que abundan en las redes sociales le dan la razón totalmente al filósofo miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Existe cada vez más universalmente la libertad de expresión, pero esta libertad sirve en la inmensa mayoría de los casos para expresar agresiones, insultos, percepciones sin fundamento, consignas ideológicas, en fin, toda una serie de cosas sin sentido que no conducen a ninguna parte puesto que muestran una total carencia de sentido crítico, una enorme deficiencia respecto del saber pensar.

Nos encontramos en este aspecto ante una gran tarea educativa, el enorme reto de enseñar a pensar, de desarrollar este pensamiento crítico y de cultivar la verdadera libertad intelectual que es la condición necesaria para que la libertad de expresión se tenga sentido y aporte elementos para la transformación social.

En esta tarea de formación del pensamiento tiene un papel fundamental el desarrollo y el cuidado del lenguaje puesto que como afirma el mismo Lledó: “Una forma de deteriorar la mente es deteriorar el lenguaje. Utilizamos palabras sin pensarlas…” y el repertorio de palabras de las nuevas generaciones es cada vez más reducido y limitado.

La escuela y los educadores tenemos la responsabilidad de fomentar el cultivo del lenguaje y de enseñar a pensar las palabras que utilizamos, de evitar el deterioro del lenguaje porque este deterioro conduce al deterioro de la mente. No se trata de satanizar el lenguaje coloquial que utilizan los alumnos y los hijos en sus conversaciones entre amigos o en sus mensajes de texto en el celular o en las redes sociales. El reto estriba en enseñarlos a distinguir entre ese tipo de lenguaje con fines prácticos  e informales  y el lenguaje formal requerido en el conocimiento académico y en el ejercicio profesional.

Un elemento adicional en la crisis de la inteligencia es el del predominio de la mentalidad pragmática y utilitarista en nuestra cultura. La absolutización del conocimiento que Lonergan llama de sentido común y la negación de cualquier otro tipo de aproximación inteligente a la realidad es un elemento fundamental en la crisis de inteligencia que hoy se vive en el mundo.

Este predominio de lo práctico, útil e inmediato tiene a la escuela como institución en una crisis muy seria en la que se está llegando a la visión parcial y mutilada de la educación como simple capacitación técnica, a la formación como mera enseñanza de técnicas, métodos y aparatos para la productividad.

En este escenario el conocimiento teórico que por su propia naturaleza no es utilitario y tiene una visión de largo aliento y no de uso inmediato se está volviendo un lujo incomprendido, un mero complemento o adorno en la formación centrada en la competitividad y la productividad cuando debiera ser la base de una educación integral de seres humanos, profesionales y ciudadanos si queremos construir una sociedad más humana.

Al respecto señala Lledó en la entrevista citada: “Los creadores de riqueza son necesarios, pero unos pasos más adelante hay que crear algo que rompa la pura pragmacia. O la practiconería, que es una palabra que seguro que la Real Academia no aceptaría, pero que me parece muy expresiva”.

Esta es la manera de contribuir desde la educación formal a la reversión de la crisis de inteligencia que hoy vivimos. Convertir a la escuela y la universidad en espacios donde se luche contra el pragmatismo y se derrote a la “practiconería” arraigada hasta el fondo de nuestra consciencia colectiva.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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