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Cantemos al dinero: docentes catalizadores del sistema
Nuevas exigencias y presiones han originado tres posturas de los profesores frente al cambio educativo en marcha: la de los profesores que se asumen como catalizadores del sistema, la de los que se autodefinen como víctimas y finalmente, la de quienes se conciben como educadores contrapunto.
Por Lado B @ladobemx
02 de julio, 2013
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Cantemos al dinero
con el espíritu de la navidad cristiana.
No hay nada más limpio que el dinero,
ni más generoso, ni más fuerte.
El dinero abre todas las puertas;
es la llave de la vida jocunda,
la vara del milagro,
el instrumento de la resurrección.
Te da lo necesario y lo innecesario
el pan y la alegría.
Si tu mujer está enferma puedes curarla,
si es una bestia puedes pagar para que la maten.
El dinero te lava las manos
de la injusticia y el crimen,
te aparta del trabajo,
te absuelve de vivir.
Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
el dinero es la libertad.
Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
si quieres una isla, cómprala,
si quieres una multitud, cómprala.
(Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.)
Yo tengo dinero quiere decir me tengo.
Soy mío y soy tuyo
en este maravilloso mundo sin resistencias.
Dar dinero es dar amor…”

Jaime Sabines.

 

Decíamos la semana pasada en este espacio, que el docente está viviendo tiempos especialmente difíciles y desafiantes en la llamada sociedad del conocimiento y que según Andy Hargreaves, sociólogo de la Educación inglés, profesor de la Lynch School of Education de Boston College, la docencia hoy está marcada por nuevas exigencias y fenómenos como la necesidad de profesionalización, la intensificación del trabajo, la insuficiencia del tiempo, la culpa por estar siempre debajo de las expectativas sobre la labor educativa, el individualismo, la balcanización y la colegialidad artificial.

Según afirmábamos en el texto citado, estas nuevas exigencias y presiones han originado tres posturas de los profesores frente al cambio educativo en marcha: la de los profesores que se asumen como catalizadores del sistema, la de los que se autodefinen como víctimas y finalmente, la de quienes se conciben como educadores contrapunto.

Por la relevancia que tiene este tema del docente en los tiempos de globalización y por la urgente necesidad de invitar a los profesores a una reflexión seria acerca de la propia posición frente a la sociedad de la información y sus demandas, vamos a dedicar esta columna esta semana y las dos siguientes a analizar un poco lo que implica cada una de estas perspectivas. Empezaremos hoy con la del docente catalizador del sistema.

Como plantea poéticamente Jaime Sabines en el texto que sirve de epígrafe a la columna de hoy, vivimos una época que canta al dinero como la llave que abre todas las puertas, el medio que nos da todo lo necesario y también lo innecesario que se ha convertido hoy paradójicamente, en algo de primera necesidad. Con dinero se puede comprar todo, incluso el amor o al menos eso pensamos los ciudadanos de esta sociedad de consumo que acaba por consumirnos junto con ella. Tener dinero significa tenerse a uno mismo porque parece ser que sin dinero, hoy no se es nadie, se es nada.

Tan importante es el dinero en esta sociedad en que vivimos que la educación ya no es un derecho humano sino una mercancía que se compra. ¿Dónde obtuviste tu educación? Se dice hoy en el lenguaje coloquial porque en efecto, la educación –sea en una institución pública o privada- se ha convertido en un objeto de mercado, en una inversión que se hace en los hijos para de alguna manera obtener utilidades o ganancias en su futuro.

Esto se refleja del lado de los padres de familia en la irracional convicción de que la escuela más cara es la mejor, de que el colegio que pide la lista de útiles más costosa es el de más calidad, de que la institución que ofrece más –como si fuésemos a comprar a un almacén- servicios o instalaciones o computadoras es la que más conviene a los hijos.

Del otro lado, el canto al dinero se observa cotidianamente y cada vez con mayor claridad en la visión de las escuelas y universidades como empresas en las que los estudiantes son meros clientes y los docentes, “prestadores de servicios”; los alumnos que ingresan son insumos y los que egresan son productos que deben ser “fabricados” con la mejor calidad, entendiendo calidad desde los estándares de la productividad, la competitividad y la eficiencia económica.

En este contexto la educación se reduce a capacitación técnica y profesional que requiere mucho trabajo en el saber y el saber hacer para garantizar las “refacciones” adecuadas al mercado laboral y todo lo relativo al ser y al convivir –el desarrollo humano personal y la capacidad de ser solidarios y socialmente concientes- se vende como una especie de accesorio o adorno que decora al profesionista exitoso que se ha de producir en serie.

Las universidades de hoy, decía Xabier Gorostiaga S.J. están formando “Profesionales exitosos para sociedades fracasadas”. Esta es una verdad constatable si observamos el entorno de injusticia, exclusión, intolerancia y violencia en que hoy vivimos. Profesionales exitosos en sociedades fracasadas es lo que tenemos día a día, lo que graduación tras graduación aportan las universidades –y yendo más atrás, los bachilleratos, las secundarias y primarias que se dicen de alta calidad desde la perspectiva del sistema- a México.

Pero los padres de familia creen que hacen un bien a sus hijos y al país, buscando una escuela de las que se orientan a cantar al dinero –y en el camino tratan de ver qué se puede incluir en estas escuelas de “educación en valores” como si esto fuera un barniz posible de añadir sin importar la orientación estructural y la cultura escolar dominantes- y los dueños y directores escolares creen que contribuyen al progreso de la sociedad al formar personas eficientes aunque salgan pensando que todo se puede comprar.

En este contexto trabajan muchos docentes que viven día a día la presión de percibir su salario en una institución en la que “el dinero lava las manos de la injusticia y el crimen”. Esta presión los convierte en catalizadores del sistema. En profesores orientados a formar con eficiencia a costa de la conciencia y de su propia conciencia. Esta presión y los múltiples cursos y discursos que cantan al dinero “con el espíritu de la navidad cristiana” los vuelven a veces, incluso, en férreos promotores y convencidos del sistema economicista, inequitativo, excluyente, intolerante que nos tiene hoy buscando sobrevivir e impedidos de vivir humanamente.

En el otro extremo están los docentes y las escuelas que, instaladas en el confort de la burocracia o en la impotencia derivada de sus carencias, brindan una educación de ínfima calidad que condena a sus alumnos a reproducir las condiciones de marginación de sus familias. Esos docentes, sin quererlo, son también catalizadores del sistema que está construido sobre bases que generan desigualdad y exclusión y se alimenta de una educación donde hay escuelas que reproducen a los pobres y otras que regeneran a los ricos, una educación de la predestinación.

Día a día en muchas aulas de escuelas privadas pero también públicas, miles de profesores trabajan consciente o inconscientemente como catalizadores de un sistema en el que como afirma Eduardo Galeano nos tiene en un mundo en el que “…Ya no hay aire, sino desaire… Ya no hay parques, sino parkings… Ya no hay sociedades, sino sociedades anónimas. Empresas en lugar de naciones. Consumidores en lugar de ciudadanos… No hay personas, sino públicos. No hay realidades, sino publicidades. No hay visiones, sino televisiones…

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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