Lado B
La práctica de compartir música no es piratería: Richard Stallman
Los nuevos formatos de consumo cultural limitan la posibilidad de intercambiar los productos adquiridos, señala
Por Lado B @ladobemx
03 de junio, 2013
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Foto: Cortesía ADA

Richard Stallman en septiembre del 2011.
Foto: Cortesía ADA

Josué Cantorán Viramontes

@josuedcv

El concepto de derecho de autor es relativamente reciente en la historia. Antiguamente, quien tuviera la copia de un libro y suficiente papel y tinta podía reproducir el texto sin mayor problema. Era un proceso lento y cansado pero a ello se dedicaron los copistas medievales, quienes así preservaron innumerables obras teológicas y filosóficas.

Con la invención de la imprenta las cosas cambiaron, pues la reproducción en serie de libros hizo necesaria su reglamentación y así aparecieron, cerca del siglo XVII, las primeras leyes en materia de autoría, que en principio aplicaban sólo a obras literarias pero con el paso de los años se extendieron a producciones de música, cine y otras disciplinas. El derecho de autor nació entonces como la necesidad de reglamentar el trabajo de las imprentas y editoriales, y una forma de supuestamente impulsar la creación de nuevas obras.

Richard Stallman en septiembre del 2011.  Foto: Cortesía ADA

Richard Stallman en septiembre del 2011.
Foto: Cortesía ADA

En la época actual, sin embargo, copiar una obra es una tarea que puede hacer cualquier persona que cuente con una computadora. Con sólo un par de clics puede duplicarse un archivo que contenga un libro completo, una película o un disco. La facilidad de reproducir obras ha propiciado que las grandes empresas incurran en prácticas que, a decir de los detractores de la industria, ponen en riesgo la privacidad de sus usuarios o incluso violan sus libertades fundamentales.

Sobre este tema charló el pasado domingo Richard Stallman, creador del primer sistema operativo libre –el GNU– y pionero del movimiento que promueve el uso y la difusión del software libre, esto durante su conferencia en Puebla con motivo de la inauguración del auditorio “Raquel Seoane” en el centro comunitario del colectivo Acción Directa Autogestiva (ADA).

Las empresas pierden terreno ante el usuario

Si bien el derecho de autor como se conoce actualmente pudo haber funcionado en los tiempos donde la imprenta fue el principal generador de “copias” de obras de arte, pues regulaba el trabajo de imprentas y editoriales, ahora la situación ha cambiado. Un usuario puede producir copias de sus archivos para darles cualquier uso –compartirlas con sus amigos, por ejemplo– sin que ello deba significar un acto delictivo.

Por ello, a decir de Richard Stallman, es improcedente aplicar a los lectores las sanciones por violaciones al derecho de autor que en principio estuvieron pensadas para las empresas. La inoperancia de las normativas actuales, argumentó el programador, puede evidenciarse en el hecho de que criminaliza –como ya ocurre en algunos países– una práctica nada innoble como la de compartir libros o música.

“La producción de una sola copia es bastante fácil para que cientos de millones lo hagan, entonces este cambio en la tecnología ha cambiado también el efecto de la misma ley del derecho de autor, porque ya no funciona como reglamentación industrial para los editores, sino que quieren aplicarlo para los lectores o usuarios”, explica Stallman.

Sin embargo, el terreno que pierden las grandes empresas ante las facultades que cada día gana el usuario común y corriente, las ha obligado a buscar estrategias que en algunos casos, a consideración del conferencista, pudieran ser violatorias de sus derechos fundamentales, de su privacidad o incluso de su libertad de expresión.

El primer ejemplo de esto ocurrió con los CDs, pues eran artefactos fácilmente “clonables”. Desesperadas, algunas empresas idearon formas de evitar las copias de usuarios, como producir discos que no podían leerse en computadoras.

Richard Stallman en septiembre del 2011.  Foto: Cortesía ADA

Richard Stallman en septiembre del 2011.
Foto: Cortesía ADA

Pero Sony/BMG fue más allá y diseñó una aplicación para que la música se reprodujera en un programa especial que se abría por sí solo al insertar el disco en una PC. Ese programa, no obstante, se instalaba sin pedir autorización al usuario y tenía algunos candados que impedían que fuese borrado del sistema. Se parecía tanto a un virus, que tras una serie de demandas la disquera tuvo que retirarlos del mercado no sin un previo escándalo mediático.

Al final, y gracias a la caída en la popularidad del CD ante los formatos electrónicos, las empresas desistieron de proteger el contenido de sus discos pero, según considera Stallman, estas prácticas están volviendo con una nueva cara: los servicios de streaming como Spotify –o Netflix, en el caso del material audiovisual–, los cuales permiten al usuario escuchar la pieza, pero jamás contar con una copia.

“La funcionalidad más obvia sería la de guardar la pieza (track) o archivo en mi disco, pero Spotify quiere que los usuarios piensen que es natural no tener dicha función. Streaming significa que aunque los datos sigan llegando a tu computadora, sólo puedas escuchar. Todos los datos llegan a tu máquina, el programa podría fácilmente escribir los datos también en un archivo”, opina el programador.

El caso de los libros es, en el fondo, similar. Y Richard Stallman ejemplifica con un el caso del kindle de Amazon –aunque él lo llama swindle, palabra inglesa que significa “engaño–. Este pequeño gadget, parecido a un iPad, permite a su usuario comprar versiones digitales de libros o periódicos para leerlos en cualquier momento.

Hasta ahí todo parece bien, pero Stallman cuestiona que el usuario no tenga los mismos beneficios que obtiene cuando compra un libro en papel: no puede hacer una copia para sus amigos ni puede prestarlo o venderlo a una librería de viejo cuando termine de leerlo. Además, al registrarse sus datos y lecturas en una base de datos, se viola su derecho a la privacidad. Es decir que en la práctica el lector no es realmente dueño de su copia, la empresa la presta mientras se lee, como si se estuviera en una biblioteca pública.

“El usuario no es propietario de su copia, sólo puede tener una licencia para leerlo bajo las condiciones que Amazon ha elegido. Amazon gestiona un sistema soviético, no respeta la libertad privada de los usuarios porque dice que todas las copias le pertenecen”, argumenta Stallman con ironía.

Pero eso no es todo. Si Amazon decide retirar un libro de su catálogo, el usuario no podrá continuar con la lectura, aunque ya vaya a la mitad del libro que supuestamente compró previamente. Ello ocurrió en julio de 2009 –según documentó el New York Times– cuando la empresa retiró 1984 y Rebelión en la granja, de George Orwell.

“Poner fin a la guerra contra compartir”

Para Richard Stallman hay varios cambios concretos que pueden realizarse para modificar las relaciones entre el usuario, la obra y la empresa proveedora y que se ajusten con mayor eficiencia a las nuevas tecnologías y el contexto que se vive actualmente en materia de consumo de contenidos.

La primera de sus propuestas corresponde al plano estrictamente legal y consiste en acortar los tiempos de vigencia del derecho de autor. En el caso de México, de acuerdo con la Ley Federal del Derecho de Autor vigente actualmente, una obra será protegida hasta 100 años después de la muerte de su autor. Una vez concluido el plazo, la obra pasa al dominio público y puede ser reproducida legalmente.

Pero este tiempo es demasiado para Stallman, quien propone que éste sea reducido a sólo 10 años a partir de la publicación de la obra, esto “porque el ciclo usual de publicación normalmente dura tres años, dentro de esos años el libro está disponible. Diez años es casi tres veces ese tiempo, así que debería bastar”.

El segundo punto, quizá el más importante, es que tanto empresas como gobiernos dejen de criminalizar la práctica de compartir archivos entre usuarios. Lo importante, señala el programador, sería que se deje de comparar el compartir música con delitos como la piratería, pues son dos prácticas distintas, y la primera no debería criminalizarse.

Lo siguiente será que las empresas eviten imponer candados excesivos en sus productos, para que el usuario pueda tener la libertad de usar su copia como mejor le parezca y pueda modificarla si así le place.

“Hay que legalizar la práctica de compartir la obra, y cuando digo compartir es la redistribución no comercial de copias exactas. Entonces el sistema legal de derecho de autor se utilizaría en el uso comercial y en la modificación de obras, pero no al compartir. Hay que poner fin a la guerra contra compartir”, expresó para finalizar.

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Autor Lado B
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