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"No importa cómo se produzca"; los telares en Balgladesh
 
Por Lado B @ladobemx
06 de mayo, 2013
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Imagen: http://www.clarin.com

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“Al final, lo único que importa son el precio, la calidad y las fechas de entrega. No cómo se produzca”, asevera el capataz de una fábrica ubicada en la ciudad de Dacca, el centro comercial de Bangladesh y una de las ciudades que históricamente ha atraído a un gran número de trabajadores migratorios.

En aquel lugar que representa la esperanza del 6% de crecimiento económico, un porcentaje que llena de orgullo al gobierno de Bangladesh y que convierte a la antigua Pakistán Oriental en uno de los ejemplos más exitosos del milagro económico del subcontinente indio, se levantan lúgubres fábricas de telas con terribles condiciones laborales, las llamadas Zona de Procesamiento de Exportaciones (EPZ, en sus siglas en inglés).

Este tipo de zona de libre comercio fue creado en ciertos países en desarrollo en los años 80’s  para promover las exportaciones industriales y comerciales. Además estas zonas ofrecen otros incentivos para empresas que se instalen en la zona, como exenciones de ciertos impuestos y regulaciones de negocios.

“En el cinturón industrial de Ashulia. Allí, cientos de miles de personas cuecen ladrillos con técnicas propias de la Edad Media, dan forma a pucheros, pegan suelas de zapato y, los más afortunados, tejen prendas de vestir en alguna de las innumerables fábricas que componen la Zona de Procesamiento de Exportaciones (EPZ, en sus siglas en inglés), escenario de las mayores tragedias de la industria textil del país”, describe el periodista Zigor Aldama en un texto publicado en El País.

Ejemplos de estas condiciones laborales inhóspitas sobran en la historia de Bangladesh, como el ocurrido el mes pasado cuando una fábrica ubicada en el edificio Rana Plaza, colapsó cuando en su interior se encontraban unos 4 mil trabajadores laborando. El saldo de aquel accidente fue de más de 430 muertos y se estima que un millar de heridos.

Las personas que fallecieron en la tragedia de Plaza Rana estaban produciendo prendas para marcas europeas y de América del Norte. Luego del accidente una serie de empresas reconocieron la producción de sus prendas en estas fábricas, como Primark (Reino Unido / Irlanda), Bon Marche (Reino Unido), Joe Fresh (Loblaws, Canadá), El Corte Inglés (España) y Mango (España).  También se encontraron etiquetas de Benetton entre los restos de la fábrica que están siendo identificadas.

Por las precarias condiciones laborales que existen en Bangladesh, Clean Clothes Campaign realiza una campaña para mejorar las condiciones.

Por 54 horas de trabajo a la semana, y siempre bajo la amenaza de derrumbes como el del Rana Plaza —más de 430 muertos— o incendios como el de Tazreen Fashions, con 110 fallecidos, la mayoría de los trabajadores cobra el salario mínimo más bajo del planeta: 3.000 takas (algo menos de 30 euros) al mes. No obstante, como apunta Jesmin, una joven que ha estado empleada tanto dentro como fuera de la EPZ, “aunque no existen medidas de seguridad adecuadas y muchas veces no se abonan las horas extra ni se conceden bajas por maternidad, todo el mundo quiere trabajar allí porque las condiciones laborales son mucho mejores”.

No en vano, de las EPZ —creadas en los ochenta para impulsar las exportaciones, disparar el crecimiento económico y crear empleo en barrios deprimidos— sale gran parte de la producción textil del país, ya la segunda en el mundo. El sector aporta en torno al 80% de los productos que Bangladesh exporta —casi 20.000 millones de euros—, y emplea a tres millones de personas en unas 4.500 fábricas.

 “El empresario los fija en base a piezas por hora. Saben que ningún humano podría cumplirlos, pero da igual. Para llegar al cupo tenemos que trabajar dos o tres horas extra al día sin cobrar”, asegura Moni, empleada en Inmaculate. “Cada vez hay más presión de los clientes extranjeros para cumplir códigos de conducta que reducen los márgenes de beneficio”, reconoce Hashi, que cobra 3.500 takas (33 euros) en vez de los 4.200 takas que le corresponden por el nuevo baremo, y que ha llegado a trabajar tres meses sin un día de descanso y 15 noches seguidas en temporada alta. “Por eso, el peor trabajo se subcontrata a talleres a los que jamás ha ido un inspector”.

Continúe leyendo el trabajo periodístico de Zigor Aldama publicado en El País en el siguiente link.

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