“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregor Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”, escribe Franz Kafka. Inexplicablemente, el comerciante de tela había sufrido un tipo de metamorfosis —un proceso por el cual muchos animales pasan a la fase adulta gracias a grandes cambios que alteran su estructura corporal—, transformándose en un descomunal coleóptero.
Como Gregor Samsa, las mariposas también transitan por la metamorfosis para completar su ciclo de vida. Conocemos a sus larvas, las robustas y glotonas orugas, que difieren bastante de la forma adulta, delicada y grácil. Cuando una oruga está lista para empezar a transformarse, se adhiere con un botón de seda a alguna superficie de la cual suspende durante todo el proceso metamórfico. Este lo completa dentro de una colorida estructura protectora, llamada crisálida.
Hasta hace unas horas, los cambios anatómicos que experimenta una oruga dentro de la crisálida antes de emerger como su versión alada, permanecían en secreto. Hoy, miércoles 15 de mayo, se publicó un artículo en el Journal of the Royal Society que nos revela uno de los enigmas mejor escondidos de la metamorfosis.
El estudio presenta una serie de vídeos y fotos tridimensionales de crisálidas en distintos días de desarrollo. Estos fueron obtenidos por tomografía computarizada, la misma técnica que utiliza rayos X para obtener imágenes de la anatomía interna con fines diagnósticos.
Aquí el artículo original de libre acceso.
Acá dos vídeos que muestran los resultados de la investigación. El primero expone la serie de imágenes obtenidas. A partir del día 15, la forma adulta de la mariposa se distingue boca abajo.
El segundo es una animación del desarrollo de la oruga dentro de la crisálida. El sistema respiratorio está coloreado en azul oscuro, mientras que el aparato digestivo se ilustra en rojo.
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De bonus, “La Metamorfosis”, de Franz Kafka.
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