Lado B
Parada en la gasolinera Queer [o cómo echar a perder la Navidad]
Por Lado B @ladobemx
13 de diciembre, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Entre más te pienso, entre más te extraño,

 más palabras voy olvidando.

Escena 1

–¿Cuánto joven?

–200 pesos, por favor

–Ah, perdón… señorita

–No hay problema, 200 pesos, por favor

–¿O joven?

–Es igual, 200 pesos, por favor

–No, no, no… ¡cómo va a ser igual!

–Le pone 200 pesos, ¡¡por favor!!

Hace 33 años llegué a este mundo con dos dientes, una hernia en el ombligo y cero ganas de definir mi género por el rol que socialmente me corresponde.

De esas tres cosas, lo único que ya perdí, fueron los dientes –aunque mi mamá los conserva–; la hernia está en el mismo sitio y las ganas de definirme según la heteronorma todavía no aparecen.

Hace unos cuantos días, un dolor me mandó al hospital y desde entonces he peregrinado entre médicos, administrativos  y trámites. En ningún momento, entre formatos que llenar y cuestionamientos médicos que responder, a alguien le ha pasado por la cabeza la posibilidad de que yo no sea heterosexual. Típico que cuando te preguntan cuantos ‘compañeros’ sexuales has tenido, lo hacen siempre refiriéndose al sexo opuesto.

Total que mientras yo gastaba mi tiempo en análisis y consultorios, el ambiente se llenó de –ese estúpido y sensual– espíritu navideño y ambos factores empezaron a combinarse para mandar el impulso que libera la hormona que activa la región cerebral que me pone de malas.

Sucede que como tengo el súper poder de las ambigüedades, tuve el tino de nacer en medio de una familia muy conservadora y de otra muy liberal de modo que para mi mala fortuna, tras la separación de mis padres me tuve que chutar mi adolescencia de lado de los mochos… ¡ufff!

Así fue que empecé a odiar la Navidad. Año tras año mi mamá insistía en hacer de mí un estereotipo de género para ir a la cena familiar. Una y otra vez, la pasamos entre gritos, lágrimas y berrinches por hacerme encajar a fuerza en un molde que, evidentemente, no me quedaba.

Se me hace curioso que la gente vea a otra gente y de inmediato asuma que la conoce. Pero sobre todo, se me hace todavía más curioso que asuma que la conoce en algo tan íntimo como su sexualidad. Ni qué decir de la gente que quiere ajustar a otra gente a un patrón determinado nomás por la pura costumbre.

Y es que yo cuando veo a alguien, no me pasa por la cabeza la imagen de con quién se acuesta. Ni pienso en lo que esconde bajo la ropa. Yo no más veo gente. Bien raro.

~. ~ . ~. ~ . ~ . ~ . ~ . ~ . ~ . ~

Si todo sale bien, en unos días estaré estrenando ombligo así que por ahora, declaro concluida esa serie de asuntos congénitos.

Lo que sea que suceda y por si entre cirugías y vacaciones no llegamos al 2013, les deseo un ¡Feliz Fin del Mundo!

*La Escena 1 es real y sucedió en una gasolinería.

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