Lado B
La dignidad sitiada
Tal vez se acuerden de que hace poco más de 18 años un primero de enero un ejército de indígenas, llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, tras siglos de olvido y muerte le declararon la guerra al gobierno mexicano en ese entonces presidido por Carlos Salinas de Gortari, ahora una de las principales fuerzas detrás de Enrique Peña Nieto, o para decirlo en términos #YoSoy132, el pelón detrás del copetón.
Por Lado B @ladobemx
01 de octubre, 2012
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Nodo de Derechos Humanos

@nodho

Tal vez se acuerden de que hace poco más de 18 años un primero de enero un ejército de indígenas, llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, tras siglos de olvido y muerte le declararon la guerra al gobierno mexicano en ese entonces presidido por Carlos Salinas de Gortari, ahora una de las principales fuerzas detrás de Enrique Peña Nieto, o para decirlo en términos #YoSoy132, el pelón detrás del copetón. Este ejercicio de memoria viene al caso pues aunque algunos prefieran no creerlo el EZLN y las comunidades Zapatistas siguen luchando y construyendo su proceso de autonomía en una tercera parte del territorio de Chiapas.  También es relevante recordar esto pues tras la firma de los Acuerdos de San Andrés entre el EZLN y el Gobierno Federal y el incumplimiento de estos por parte del entonces presidente Ernesto Zedillo lo que ha permanecido desde entonces, a lo largo del sexenio de Vicente “el 15 minutos” Fox  y del de FECAL (acrónimo de Felipe Calderón) ha sido una guerra permanente en contra de las comunidades zapatistas.

Ahora, con la imposición del Enrique Peña Nieto en el horizonte, las agresiones en contra de la población civil zapatista se han intensificado.  Como ejemplo inmediato está la situación en la comunidad zapatista Comandante Abel , con 83 desplazados y atacada sistemáticamente por grupos paramilitares apoyados por la Policía Estatal que actúan bajo la impunidad que les han otorgado el gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero y el gobierno de Felipe Calderón.  Y como esta, decenas de otras comunidades zapatistas que han visto sus casas baleadas e incendiadas, a sus niños golpeados, sus aguas envenenadas, y que viven el hostigamiento permanente de militares, policías y paramilitares. Pero tal vez, a pesar de la evidente injusticia de esto alguien piense “¿Y a mi qué? Si así está todo el país”, pero hay algo ahí que no pasa en todo el país, algo invisible para la gran mayoría de los medios de comunicación, para los “líderes de opinión”, para las izquierdas “modernas” y las derechas rupestres, para quienes gustan de maquillar cadáveres con cifras macroeconómicas, algo que no se ve porque sólo descubre uno su existencia cuando lo respira, la dignidad.

Esta dignidad, que sólo se puede descubrir cuando se le respira en un lugar donde el aire está lleno de ella, es una fuente alerta para el poder, porque la dignidad tiene la fuerza de enfrentar el miedo y la violencia.  Es por esto que ese territorio de dignidad que han construido los zapatistas en una tercera parte de Chiapas se encuentra sitiado por militares, policías, paramilitares, políticos de todos los colores del oportunismo político.  Tal vez valga ejemplificar esto para aquellos que a pesar de lo evidente digan “ah, sí, esto es pura retórica”, bueno, a ver si podemos hacerlo de una forma muy, muy clara, sin pedirles que revisen los incontables comunicados  de la Juntas de Buen Gobierno zapatistas que aparecen en  Enlace Zapatista, o las incontables cartas y acciones internacionales de solidaridad, o los testimonios de incontables intelectuales, activistas, organizaciones y personas que han estado en el territorio protegido por el EZLN. Para ejemplificar la fuerza de esa dignidad, y para hacerlo así como con naranjitas vamos a tomar como referencia la infografía que Reporte Índigo hace comparando los territorios con presencia del crimen organizado en 2006 y en 2012.

Si observamos la imagen con cuidado, más allá del escandaloso crecimiento de los Zetas y del Cartel de Sinaloa, algo interesante pasa en una esquina del sureste, ahí, podemos ver como los cárteles parecieran caer sobre el estado de Chiapas y escurrirse a los lados de una tercera parte del mapa, coincidentemente justo esa tercera parte es en la que están las comunidades zapatistas, donde no hay alcohol, drogas o partidos políticos, el mismo territorio que los gobiernos federales, estatales y municipales han tratado de destruir, el lugar donde la dignidad crece sitiada por la violencia, donde el pueblo manda y el gobierno obedece.

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