Lado B
Bisexuales: la mayoría invisible
Así como hay una imposición de la heteronormatividad, hay imposición de la monosexualidad
Por Lado B @ladobemx
12 de octubre, 2012
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Ámbar Barrera y Mely Arellano

@AmbarBrizz | @melyarel

¿Qué es ser bisexual? Una pregunta que no tiene respuesta fácil, primero porque hay muchos mitos alrededor de ser bisexual, segundo porque en México a pocas personas les interesa el estudio de la bisexualidad y tercero porque es una orientación invisible: es la única que no está definida por la pareja.

Lo más común es creer que la bisexualidad es un estado transitivo, que es bisexual quien está a punto de “salir del clóset” o en un punto “indefinido”, pero para Natalia Anaya, fundadora del colectivo Opción Bi y referencia del activismo bisexual y transexual a nivel nacional, se trata de dos de los 28 mitos que ha documentado a lo largo de 16 años de trabajo.

Hay un par de frases que captura el espíritu de la bisexualidad, y que Natalia usa para explicar a ReversibleMx qué es ser bisexual: “identidades vemos, orientaciones sexuales no sabemos e identidades vemos, prácticas eróticas y amorosas no sabemos”.

–Las identidades no tienen que ver con las prácticas. Mucha gente se dice lesbiana y homosexual, pero tiene sexo con personas del sexo opuesto, sin embargo lo importante es su identidad política, y ésta puede ser gay o lesbiana, aunque en la práctica sean bisexuales. La identidad es lo que te sirve para sobrevivir en la vida, para que no te corran del trabajo, no te discriminen, no te griten, pero no necesariamente tiene que ver con lo que haces en la cama o lo que sientes en tu corazón, o con a quién le ves las pompas cuando vas por la calle.

De las varias definiciones que hay de bisexualidad, Natalia prefiere una: “a las personas bisexuales les atraen y se pueden enamorar de personas del mismo o del otro sexo”.

La bisexualidad, según la Comisión de Derechos Humanos de San Francisco, California, en EU, es la mayoría minorizada: hay más bisexuales que lesbianas y gays en la práctica o en la identidad o en la atracción.

Entre 1948 y 1953, Alfred C. Kinsey realizó un estudio cuyo resultado aún sorprende en el plano de las orientaciones sexuales: el 50 por ciento de la población era exclusivamente heterosexual en su vida adulta y el 4 por ciento exclusivamente homosexual, por lo que concluyó que alrededor del 46 por ciento de la población había tenido relación o reacción tanto con hombres como con mujeres.

En “Homosexualidad, bisexualidad, travestismo, transgeneridad y transexualidad. Derrumbe de mitos y falacias”, una investigación publicada por el Instituto Mexicano de Sexología y realizada conjuntamente por la sexóloga Paulina Millán Álvarez y Álvarez-Gayou Jurgenson en 2004, se encuestó a mil 200 personas en México, de las cuales 7.8 por ciento de los hombres y 4.6 por ciento de mujeres dijeron sentir una atracción por ambos sexos.

Pero volviendo a la pregunta inicial: ¿qué es ser bisexual?, el doctor Fred Klein en su libro “La opción bisexual” clasifica la bisexualidad en tres categorías: transitoria, histórica y secuencial.

Transitoria: una persona que podría estar pasando de la heterosexualidad a la homosexualidad (ocurre en un periodo corto).

Histórica: alguien cuya orientación es esencialmente heterosexual o homosexual, pero que en algún momento ha tenido alguna experiencia o alguna fantasía con una persona cuyo sexo era contrario a su orientación.

Secuencial: la persona tiene una relación con una persona de un sexo, y después con una del otro sexo. Su compromiso en la relación es igual en cada caso. El número de estas relaciones variará, dependiendo de las necesidades de la persona.

Foto: Tuss Fernández

–La gente supone que las orientaciones sexuales –explica Natalia- las puede ver por la pareja que una persona tiene, pero no necesariamente. Si ves a tres parejas besándose, una de mujeres, otra de hombres y otra de hombre y mujer no sabrías cuál de ellas es bisexual, si todas lo son o si ninguna lo es.

INVISIBLES Y DISCRIMINADOS

–La bisexualidad es una palabra altisonante, es una mala palabra. Hay mucha discriminación a la bisexualidad– reconoce Natalia.

Su teoría es que así como hay una imposición de la heteronormatividad, en la comunidad hay una imposición de la monosexualidad.

–Los seres humanos son hermosos en sí, no importa si nació con pene o con vulva, el ser humano es completo e integral con un espíritu y un corazón. Yo me enamoro de la persona, luego veo si tiene pene o tiene vulva. Lamentablemente desde donde he recibido más rechazo y discriminación es de lesbianas y gays como bisexual, y como transexual igual o peor.

Para ella la bisexualidad es, sobre todo, “un ejercicio de libertad”.

LAS ETIQUETAS ROMPEN EL EROTISMO

En una calle de las más concurridas de la ciudad de Puebla, una casa destaca por la cantidad de plantas que la envuelven. La puerta está casi escondida por las hojas y en ella se distingue un logo circular con los colores de la bandera de la diversidad. Es el consultorio de Alejandro Barrera, un psicólogo de 42 años peleado con las etiquetas.

Carmen, su esposa, regala flores a los visitantes. No hay nada en este lugar que no resulte reconfortante.

Alejandro no se presenta a sí mismo como bisexual, aunque tampoco niega serlo.

–Estoy peleado con eso, con las etiquetas, desde la universidad. Hay que defender la sexualidad en tanto sujetos. Debe ser una cuestión de derechos humanos universales, no una cuestión de agrupaciones. Cada uno es ese ser diferente. Para mí, cuando nos sacamos la etiqueta, se rompe con el erotismo.

Cree que nació en Tijuana. Lo que recuerda es un viaje en ferrocarril por paisajes polvorientos y luego, Acapulco, donde una prostituta lo educó temporalmente y terminó por abandonarlo en un motel a los 5 años. Una pareja que vivía justo enfrente –del motel– y que sólo había tenido hijas, decidió adoptarlo al enterarse que estaba desamparado.

Sus orígenes lo condenaron a vivir la discriminación en el seno de su familia adoptiva, fueron años difíciles y a ello habría de sumarse un punto más en contra: el de su orientación sexual.

–Había presión. A mí me adoptan porque era varón. Ellos buscaban eso que faltaba porque tenían sólo hijas mujeres. Era difícil porque desde chico me gustaba mi compañero de banca en la primaria.

Si Alejandro soltaba una carcajada con sus hermanas, su padre lo llamaba aparte y lo golpeaba mientras le decía: “los hombres no se ríen así, qué maricón”.

–Mi primera relación afectiva fue con una mujer y por la situación familiar mis aventuras homosexuales se daban por debajo del agua. Tenía ese doble erotismo, el abierto y el oculto.

Después de la secundaria, su madre se negó a que siguiera estudiando. Pero él siguió por su cuenta y se pagó la escuela haciendo “chambitas”.

Uno de esos trabajos fue en una miscelánea donde se hizo de tres amig@s “travestis o transexuales, no estoy seguro, en ese tiempo no sabía”. Ellos le llevaban de comer y platicaban con él, hasta que terminó en Tilis, un antro gay donde cantaban. Una de sus primas lo acompañó y ahí le confesó: “Alesito, creo que se está haciendo profecía a en ti” pero él no lo comprendía, no sabía de qué hablaba.

–Reconozco que a mí no se me dio lo que llaman la jotería, pero en ese lugar descubrí que había diversidad.

A los 16 años vino el rompimiento definitivo con la familia cuando su madre le dijo que prefería “hijas putas, que hijos putos”. Acto seguido arrojó una maleta por la ventana y nunca volvió.

Después de vivir con una novia por un tiempo y tener algunas relaciones con hombres mayores, que fracasaron, se le presentó la oportunidad de dejar Acapulco y la tomó.

Foto: Tuss Fernández

–Conocí a un médico y me dijo que vivía en Puebla, que sabía que andaba sin familia y no tenía donde vivir… me propuso irme con él y no lo pensé dos veces. Viví con este hombre frente a la escuela de medicina pero no estaba muy cómodo con él porque era muy celoso y además yo era menor de edad.

Comenzó a estudiar la preparatoria pero tenía “profundos problemas existenciales, depresión y conductas sexuales de riesgo”. Por una amiga conoció a “la profesora” Carmen, quien actualmente es su esposa y llevan 25 años juntos.

­–Nos llevamos 14 años. Ella es mi madre, mi amiga, mi amante, mi cómplice, mi compañera de cuarto, compañera de proyectos. Tenemos la costumbre cada año, cuando cumplimos nuestro aniversario, de charlar y hacemos una especie de contrato moral preguntándonos si queremos un año más, cuáles fueron los pros y los contras… pero ya no está en juego mi situación afectiva o sexual desde hace muchos años. Eso ya lo rebasamos.

Alejandro sigue rechazando los convencionalismos, las normas heterosexuales y homosexuales sobre las relaciones sexuales y afectivas y cómo, en ese supuesto normativo, deberían ser. Es poliamoroso, pero esa etiqueta tampoco le acomoda.

AHORITA ESTOY BIEN

Daniela mira el reloj apenas se sienta en la mesa. En unos minutos debe recoger a su hija de 7 años de la escuela y le preocupa que el tráfico la retrase.

Pide empezar de inmediato la entrevista y preguntar lo que quiera.

–Ya no me da pena como antes, no sé si es la edad o el cinismo o el cinismo de la edad –ríe nerviosa.

Hasta los 22 años pensó que era heterosexual. Nunca fue popular en la escuela pero tampoco le faltaron pretendientes y novios.

–Terminaba con uno, empezaba con otro. Como si tuviera prisa. Con algunos duraba meses, pero pocos. Fue hasta la prepa cuando tuve mi primer relación larga, casi dos años o algo así.

Dice que nunca tuvo buena relación con las mujeres, sólo con una, a la que conoció en la universidad y sigue siendo su mejor amiga.

–No es que me odiaran, pero nunca conseguía establecer vínculos muy fuertes con ellas, aunque claro que salía con las compañeras, pero hasta ahí.

Su vida cambió en el último semestre de la universidad en la carrera de arquitectura.

–Ya la había visto por ahí en los pasillos, incluso creo que tomamos clases juntas pero no fue sino hasta el final que tuvimos que hacer un trabajo en equipo y ahí se dio todo.

Con “todo”, Daniela se refiere a una relación que la llevó a terminar con su novio, graduarse e irse de Puebla siguiendo a la que pensó sería el amor de su vida.

–Ella es de Veracruz, así que saliendo me fui con ella a su tierra. Estuvo bien porque aquí todos nos conocían y ya nos gritaban cosas o no faltaba el que quería acostarse con las dos. Fue muy bonito, pero a los pocos meses juntas ya no nos aguantábamos. Peléabamos, regresábamos, fue muy pasional. Hasta que un día me dijo “vete” y me fui.

Su regreso a Puebla prometía ser borrón y cuenta nueva, y de algún modo lo fue porque inició una relación con otra persona, también mujer, aunque duró poco.

–Y luego tuve unos novios y a veces salía con alguna chava hasta que conocí a mi pareja actual. Con él llevo ocho años. Sabe bien quién soy y no le importa. Estamos juntos por amor, no sólo por nuestra hija.

–¿Pero todavía te gustan las mujeres tanto como los hombres?

–Sí, claro. Pero no me interesa nadie, ni hombre, ni mujer. Ahorita, al menos ahorita, así estoy bien.

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