Alejandra H. Sandoval *

@ZoilaRinhones

Ustedes se quejan de la papelocracia pero no saben lo complicado que es crearla. Detrás de cada visita a un centro de atención, a un hospital, a una oficina de predial o a un módulo de credencialización existen cientos o miles de empleados de gobierno haciendo funciones fundamentales para completar un servicio: desde la recepcionista, pasando por quien expide la Forma 001 para que sea sellada bajo la papeleta 001/12, regresando a que se selle en la mesa 7 para que se pase a caja y se expida un número de folio que compruebe que se pagó el servicio.

Departamentos enteros de logística dedicados a crear estos 10 controles para que se eviten 5 errores. Éstos, nada más, para ustedes, queridos y cumplidos contribuyentes-usuarios-derechohabientes.

Pero ustedes no trabajan con Lupito el de Personal. Yo creo que Lupito estaba en esta dependencia desde antes de la era de la computadora. Desde antes de la burocracia. Es de estos trabajadores que ha sobrevivido quién sabe a cuántos cambios sexenales haciendo exactamente el mismo trabajo. A quien las jefaturas y los niveles no le interesan mientras cada quinquenio llegue su merecido incremento por “aguante”.

Lupito tiene un territorio que opera desde una silla -de la que nunca se levanta- detrás de una vitrina de cristal. Con Lupito se va por los tarjetones de pago, por los formatos de entrada y de salida, por preguntas sobre cuándo llega el aguinaldo, etcétera. Y aunque maneja asuntos de Personal desde hace décadas, debería saberse de inicio a fin el Contrato Colectivo de Trabajo. Pero si lo conoce, nadie lo sabe. Ante cualquier cuestionamiento, Lupito tiene listo un formato o una papeleta qué llenar.

Hace dos días fui con Lupito por mi último tarjetón de pago. Me preguntó mi número de empleada, me hizo firmar el original y me entregó la copia. Al llegar a mi lugar de trabajo noté que mi periodo vacacional estaba próximo a vencer, por lo que regresé al área de Lupito para que me indicara cuándo podía pedir las ansiadas vacaciones.

–      Sus últimos dos tarjetones de pago…

–      Me acaba usted de dar el último, Lupito.

–      Necesito sus dos últimos tarjetones para poderle indicar…

–      Ahí los debes tener. Acabo de firmar el último.

–      Si no tiene los tarjetones, necesita regresar con un formato de su jefe de área para que le pueda hacer dos copias del tarjetón.

–      Tengo el último. El anterior se quedó en mi casa.

–      Pues necesita traer los dos últimos. Así no le puedo entregar.

Como sabía que la conversación podía seguir sin llegar a ningún lado, le di las gracias y me fui.

Cuando finalmente, un día después regresé con los mentados tarjetones, Lupito no estaba en la infame vitrina. El joven al que le pedí el formato para solicitar las vacaciones me entregó una hoja sin exigirme nada.

–      ¿Y los tarjetones, no los vas a necesitar?

–      No, ¿para qué?

Papelocracia, chatos. Hay legiones que de eso piden su limosna cada quincena. Sin la papelocracia, la estructura de personal de muchas dependencias se adelgazaría considerablemente. ¿Quién va a exigir que lleves el rollo de papel de baño, la constancia de bautizo y los dos últimos tarjetones de pago si se colocara en su lugar a gente con criterio más amplio?

¿Cuántas filas nos ahorraríamos? ¿Qué otras cosas podríamos estar haciendo mientras esperamos un sello o una firma?

Pero mejor me callo, porque si “el Lic.” escucha, seguro me corre a mí y pone a Lupito en mi lugar por andar haciendo la Revolución.

* Las personas y situaciones aquí referidas son ficticias. Absolutamente, de ninguna manera, representan situaciones reales, dentro de organismos gubernamentales reales, de países reales. Aunque, debo resaltar, en honor a la verdad, la labor olímpica que realizan esos servidores públicos – que sí existen- que trabajan todos los días por su país y que soportan la carga laboral de todos éstos mencionados… que no existen.

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