Camilo Useche*

Es verdad que la infancia o por lo menos mis recuerdos de ella, remite a un mundo fantástico en donde salir de la casa o simplemente separarse de los padres por instantes es toda una aventura llena de riesgos, de misterios. Todo ese mundo fantástico que puede crear un niño, un preadolescente, alguien que está próximo a conocer el amor, el sexo, la verdadera amistad, el autodescubrimiento del cuerpo, la independencia, todo ese mundo que puede tener visos maravillosos o traumáticos, es recreado ahora por un Wes Anderson exageradamente infantil, en una película, ambientada en los años sesenta, que parece más bien una obra de teatro hecha para la clausura de un curso de sexto grado, que la obra tierna e inocente que quizás intenta ser.

Sin embargo, los Fans de este simpático director pueden estar tranquilos, pues no cambia para nada el efecto visual y artístico de sus anteriores películas, algo si la complejidad de su historia, con personajes y diálogos mucho más anodinos, pero manteniendo la esencia colorida que ya lleva su nombre.

Moonrise kingdom

Dirección: Wes Anderson

Guión:  Wes Anderson, Roman Coppola

Intérpretes: Jared Gilman, Kara Hayward y Bruce Willis

Género:  Comedia, drama

País: Estados Unidos

Duración: 94 min.

Lo cierto es que Wes Anderson no traiciona su estilo, mantiene la excentricidad de su estética, pero Moonrise Kindom está lejos de ser esa obra artificial -pero tan elegante y hermosa- como el El fantástico Mr. Fox o la sátira provocadora de The Royal Tenembaums.

Esto no quiere decir que la película no tenga una excelente elaboración técnica, ni que su historia no sea sólida,  pero al ver en retrospectiva el mundo que este director había intentado crear, nos encontramos ante una obra repetida y demasiado caricaturesca. Lo interesante, también, es ver cómo una serie de actores de gran prestigio prestan sus interpretaciones infantilizadas hasta la exageración en esta película: allí podemos ver a Bruce Willis, Edward Norton, el sempiterno Bill Murray, o la excelente Tilda Swinton. Todos ellos entran en este juego, en el que uno se divierte por instantes, se conmueve en otros, pero que en definitiva, por lo menos a mi, no logra convencer.

*Candidato a Doctor en Historia por I’ Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Paris. Maestro en Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos UAM, Madrid. Historiador y sociólogo por la Pontificia Universidad Javeriana y por la Universidad Nacional de Colombia.

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