Roberto Alonso*

@rialonso

“Si México ya no es como antes, ¿por qué tendríamos que gobernarlo como antes?”, se pregunta Enrique Peña Nieto en uno de sus spots no previstos, sino realizados a partir de la percepción en aumento de que el regreso del PRI a Los Pinos supondrá la reinstalación del autoritarismo como modo de gobierno. Y agrega: “Como presidente de México, voy a gobernar bajo los principios de las democracias más sólidas y libres del mundo. Con apertura, con transparencia, escuchando todas las voces y respetando todos los puntos de vista. Eso es lo que demanda el México de hoy, y voy a responder a la altura de sus exigencias.”

El spot comenzó a ser transmitido en las últimas semanas de su campaña, y recupera la esencia del Manifiesto por una Presidencia Democrática, en el que a escasos días del inicio de las movilizaciones en su contra destacó como principios políticos de su eventual gobierno: la libertad de manifestación, la libertad de expresión, los derechos humanos, la libertad religiosa, la no discriminación, la división de poderes, las elecciones libres, la transparencia y la rendición de cuentas, y el federalismo. La Constitución para principiantes.

En respuesta a la percepción, Jorge Castañeda publicó la semana pasada en El País un artículo en el que argumenta las razones por las que el triunfo de Peña Nieto no desembocaría en una restauración autoritaria y corrupta, de tal modo que no debería ser motivo de miedo o preocupación. Desgraciadamente, primera advertencia, su victoria podría ser interpretada como lo han hecho algunos gobernantes, a manera de cheque en blanco, y tendría lugar en un contexto en el que los contrapesos están aún en proceso de construcción, con una sociedad amenazada por la violencia del crimen organizado y del propio Estado. Al rebatir a Castañeda, Jorge Zepeda señala que, en efecto, la sociedad civil es otra, pero los poderes fácticos son los mismos y con intereses crecientes.

Como recolección de evidencias, segunda advertencia, Juan Pablo Proal rescató el fin de semana un conjunto de noticias de los últimos días en las que se registra que simpatizantes del PRI han amenazado y atacado a quienes cuestionan al candidato de su partido. Las historias confirman que la idea del “nuevo PRI” es contradictoria con la realidad, donde la cara de este partido puede traducirse en agresiones físicas. Prácticas como estas, no fantasmas, son las que ponen los radares en alerta, de ahí que, tercera advertencia, Alberto Aziz ubique una disyuntiva para elegir el próximo 1 de julio: el regreso del PRI o una opción progresista.

Ante tal dilema, llama la atención la decisión de cuatro personajes al margen del movimiento pro AMLO, quienes en sus distintos espacios de opinión pública han compartido con sus lectores que votarán por Andrés Manuel López Obrador. A ninguno le convence el candidato ni le genera mayor entusiasmo, sin embargo, sostienen que su gabinete podría apuntalar una agenda conveniente para el país.

Primera reflexión. Juan Villoro, escritor, apunta que en la coyuntura actual “votar por el menos malo puede significar un cambio histórico”. Pero subraya: “en un país políticamente deficiente, no se vota para celebrar al menos malo sino para perdonarlo”. López Obrador, reflexiona, es ajeno a la autocrítica y no ha revisado sus errores, no obstante, “tuvo una gestión satisfactoria en el Distrito Federal y ha presentado un gabinete plural y competente. Si el PRD gana, Juan Ramón de la Fuente y Marcelo Ebrard podrían encabezar la construcción de una socialdemocracia moderna.”

Segunda reflexión. Sergio Aguayo, investigador, concluye que dada la emergencia nacional su voto será para López Obrador. Con Cuauhtémoc Cárdenas y Javier Sicilia, reconoce en su carácter rasgos de intolerancia, aunque advierte que “ni viola los derechos humanos ni es corrupto”. Su lucha, añade, ha sido pacífica, y tuvo una buena gestión en el DF, por lo que “es la esperanza de un cambio que será más equilibrado si participa la sociedad.”

Tercera reflexión. Jorge Volpi, escritor, declara que nunca se había sentido tan frustrado en una elección presidencial desde la primera oportunidad que tuvo de votar. López Obrador, refiere, le ha hecho daño a la izquierda mexicana con su irresponsabilidad, tozudez e intransigencia. Aun así, resalta que representa “una vía de izquierda que, si continúa la senda emprendida por el PRD en el DF, defiende la agenda socialdemócrata en la que confío.” Además, anota, un voto “por AMLO es un voto por dos de las figuras públicas que lo acompañan: Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente.”

Cuarta reflexión. Lydia Cacho, periodista, escribe que López Obrador le parece todo “menos un tipo peligroso”. Acentúa que su disciplina “le permitió gobernar el DF de buena manera” y que es un hombre “conservador y puritano con un discurso socialista bastante anquilosado”. A pesar de ello, “se ha rodeado de personas que serán capaces, en caso de ganar, de impulsar políticas de igualdad similares a las que implantó Ebrard con gran éxito en el DF.” Tras descartar que “no se parece en absoluto a Chávez” pues “carece de sus convicciones y de sus delirios dictatoriales”, remata: “no admiro a López Obrador, pero votaré por él y por legisladores del Movimiento Progresista, así si gana el PRI al menos lograremos un Congreso que haga contrapeso al ignominioso autoritarismo neoliberal, corrupto y retrógrada del tricolor.”

Ante la caída en las preferencias electorales de Josefina Vázquez Mota, decenas de artistas e intelectuales convocaron la semana pasada a emitir un voto útil a favor de López Obrador. El razonamiento es lógico: dicho voto no exime a quienes lo practiquen de mantenerse críticos frente a él, mientras que sí podría frenar una restauración antidemocrática en una democracia todavía frágil. Coincido con muchos en que uno de los móviles a la hora de votar debería ser el de ponderar aquel escenario donde será posible ejercer derechos y libertades sin temor ni amenaza. Nada menos.

*@rialonso es secretario del Capítulo Puebla de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI). Comunicólogo de formación, maestrante en Políticas Públicas y apasionado del derecho a la información y del periodismo. Participa en el Nodo de Transparencia de Actívate por Puebla.

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