Lado B
La canción del agrarista. O de cómo se me puso la piel de gallina
Por Lado B @ladobemx
19 de junio, 2012
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Quitzé Fernández

@QuitzeFernandez

No sé quién vaya a ganar las elecciones. Pero el que sea, por favor, que el respeto y la democracia rijan su andar el próximo sexenio. Aunque dudo que cualquiera de los candidatos logre eso: en redes sociales y espacios informativos se les ha ridiculizado.

Y los últimos Presidentes han sido llamados Espurio, o les han pintado cuernos en actos públicos.

…En un pueblo muy muy remoto de Parras de la Fuente, Coahuila, vive Feliciano Pérez, un hombre que el pasado 18 de mayo cumplió 94 años. Lo encontramos de pura casualidad, buscando historias de monte y desierto.

Fue una sorpresa, cuando en verdad el tema no venía a cuento, saber que fue de Los Primordiales del 36. Esos hombres que fueron beneficiados durante el Reparto Agrario por Lázaro Cárdenas del Río, conocido en la memoria colectiva de la gente de los pueblos de la zona de La Laguna, como El General, o Tata.

Ese hombre robusto, serio y respetuoso que se alejó a caballo repartiendo tierras, que en la mayoría de las escuelas ejidales tiene un busto conmemorativo, y que la gente de antes contaba que algún día regresaría galopando por la estepa para seguir repartiendo tierras.

Porque más de una generación creció (crecimos) escuchando en las escuelas primarias el himno, o canción agrarista, inculcado por los maestros y entonado, incluso antes que el himno nacional a la hora de los honores a la bandera.

“…Señores voy a empezar a cantarles la canción del agrarista, les diré muchas verdades señores capitalistas…”.

Esa gente como don Feliciano Pérez, con las imágenes borrosas que aún tiene, contó que Lázaro Cárdenas era un hombre respetable, caballero, que su hijo no le llega ni a los talones.

Incluso recitó algunos fragmentos, recordando las épocas de bonanza económica. También conocí en otro lugar y en otro tiempo, a Lupe Gallegos,  una de las primeras reinas ejidales de 1936, princesa de algodón olor a uva. Ella me dijo que Tata regresaría. Así lo prometió.

“…El General Lázaro Cárdenas era un señor bien buena gente, el hijo es el que jamás regresó después de las elecciones, antes venía mucho cada 20 de Noviembre. El corazón se me hace así al recordar (cerró el puño)…”

…Es imposible olvidar aquella tarde en Alfredo V. Bonfil, Cancún. Ejido poblado de campesinos de Coahuila y Durango que no alcanzaron el reparto agrario, pero sí propiedades en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, cuyos dueños han hecho mucho dinero por la venta de hectáreas al aeropuerto.

Su mayor riqueza, según ellos, son las historias de lucha para salir adelante en medio de la selva. María Santos, una anciana nacida en Banco Nacional, Durango, relató algunos pasajes de su lucha, de la nada recordó el himno agrarista: cantando y llorando por su esposo muerto.

“…Ay ay ay, luchando por nuestro anhelo, murieron muchos hermanos, que Dios los tenga en el cielo…”.

Son tres historias de norte, lejanas unas de otras. Todas dejan un sentir ahora que se aproximan elecciones, porque el respeto y los ideales han quedado atrás, se han ido muriendo con la memoria de aquellos que vivieron hace años; años de crisis, épocas donde nunca hubo bonanza, ni dinero, pero sí campos verdes, blancos y amarillos de tierra que les fue heredada de generación en generación.

Pensándolo bien: ojalá gane la izquierda: motor del campo, industria y mano de obra.

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