Lado B
Espejo, espejo, espejo…
Por Lado B @ladobemx
14 de junio, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Comenzaré a vivir de día y dejaré que la noche se ocupe de las estrellas. 

“A partir de aquí, dejen afuera todos sus prejuicios”.

Faltaban como diez escalones pero esa fue la advertencia que nos hizo Darling antes de entrar al antro por primera vez.

 Nos detuvieron en la entrada, pidieron nuestros nombres y nos entregaron un par de tarjetitas que parecían cartoncitos de Bingo. No entendí nada de cómo se marcaba el consumo y a decir verdad, no me importaba. Ni siquiera intenté descifrar el montón de números que estaban impresos, las lentejuelas de un vestido negro me arrebataron la vista. Por fin estaba ahí, en la antesala de un mundo prohibido.

El lugar, hay que decirlo, era un muladar. Pero yo era feliz. No me importaba que no cupiera un alma ni que me empujaran cada cinco segundos.  Se me llenaban los ojos viendo a hombres de todos tipos besándose con otros hombres,  siluetas grandes y corpulentas enfundadas en microvestidos bajo kilos y kilos de maquillaje. Por ahí dispersas algunas mujeres de aspecto rudo que bien podían ser traileras. Ese día no ví chicas guapas.

 Supongo que tenía los ojos de plato cuando empezó el show y uno de los strippers se desnudó por completo. Un anillo de látex le ayudaba a mantener la erección mientras todo mundo observaba en medio de un silencio cómplice del morbo. Creo que el éxtasis podía respirarse en el ambiente.

Salió la reina del show rompiendo el silencio entre mentadas y bromas sórdidas. Todo mundo sonreía y parecía tener un papel en el guión de esa pasarela. ‘Espejo, espejo, espejo…’ corearon al unísono y entonces escuché por primera vez lo que básicamente es un himno en los antros de ambiente.

Debo confesar que mi mayor felicidad fue la visita a los baños. Por mi apariencia, suelen correrme o al menos confundirme en los en los lugares hetero pero aquí,  a nadie parecían importarle los letreritos de ‘Hombres’ y ‘Mujeres’ que colgaban de la puerta de cada uno. Cada quien entraba al que se le daba la gana. Qué maravilla! Hasta me saludaban y me preguntaban si podían pasar. Luego hice una investigación de campo para comprobar la libertad de tránsito entre un baño y otro. Tuve éxito y regresé sonriente a los tres milímetros de silla de los que disponía.

Que si la ‘putivuelta’, el cuarto oscuro, que si aquí las chicas pagan cover (al contrario de los antros bugas), que si los strippers, el espejo… No hubo antro o lugar de ‘ambiente’ que no visitara con toda la actitud de ver cosas nuevas. Hubo un sitio que incluso puso una pequeña sala exclusiva para mujeres que tuvo su propio show. Ojos de plato otra vez con sonrisa extendida incluída.

Luego alguien descubrió que la Comunidad LGBTTTI era un mercado con mucho potencial y se diversificaron las opciones. Los cafés, los bares y ahora los antros fresas sacaron del clóset a un montón de chicos y chicas ‘nice’. El Mercado Rosa tenía fiesta para rato y yo seguía sonriente.

Al final algo pasó y muchos lugares cerraron sus puertas. Los sobrevivientes nos mandaron de nuevo a vivir la fiesta en una especie de clandestinidad. Total, ya estábamos cautivos y lo seguimos estando.

Por el momento, se me borró la sonrisa y sólo me quedan los ojos de plato. ‘Lástima, demasiado bonito para ser verdad…”

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Autor Lado B
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