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Deprivación sociocultural
Deprivación no existe en el diccionario, sin embargo se le ha ocupado para nominar la ausencia de educación escolarizada o la desventaja en la adquisición de ésta. La deprivación sociocultural es un término que se ocupa para hablar sobre individuos cuya cultura y educación se encuentran en un nivel paupérrimo, es decir, muy por debajo de lo que se considera normal en el occidente moderno.
Por Lado B @ladobemx
07 de mayo, 2012
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Rolando Hernández Alducin*

Deprivación no existe en el diccionario, sin embargo se le ha ocupado para nominar la ausencia de educación escolarizada o la desventaja en la adquisición de ésta. La deprivación sociocultural es un término que se ocupa para hablar sobre individuos cuya cultura y educación se encuentran en un nivel paupérrimo, es decir, muy por debajo de lo que se considera normal en el occidente moderno. En este sentido, tanto la educación como la cultura son discriminadas por este concepto, sin embargo ha sido funcional para explicar algunos fenómenos sociales.

Imagen: http://fc02.deviantart.net

Si se habla de la baja educación como un problema de individuos que no tienen capacidad suficiente para aprender, se está siendo discriminatorio e ignorante. Si se habla de una baja cultura, todavía más. Una baja educación es el resultado de la pobreza extrema, de la falta de oportunidades, de la necesidad de dejar la escuela para trabajar, de la pésima educación impuesta por el estado, que suele ser aburrida, repetitiva, desplegada por maestros poco preparados, con autoridades ignorantes. Una baja cultura, por su parte, es un intento por imponer la alta cultura de los exquisitos, refinados e intelectuales del primer mundo occidental (incluidos los remansos en el tercero), esto es, un tipo de cultura elitista.

Deprivación sociocultural se refiere a las desventajas adquiridas en la educación y en la cultura. Su uso puede dirigirse a la discriminación de bastos estratos sociales, o bien a la crítica de la acumulación de desventajas en el mundo occidental moderno, cuyo caso prefiero.

Pensemos en el hombre de 50 años de una zona rural marginada, campesino, analfabeta y alcohólico, el cual durante una discusión en una cantina por cuestiones de dinero ha acabado por matar a machetazos a su compadre. Este sujeto ha cometido un homicidio, ahora se encuentra en la cárcel y está sufriendo lo que a primera instancia parece un error personal. Pero no es sólo eso, la postura personal frente al entorno es sólo la mitad de la verdad, la otra mitad se encuentra en fenómenos fuera de su alcance. Ahí aparece la deprivación sociocultural.

Ser campesino en este país es por sí mismo una desgracia. Sumémosle analfabeta y alcohólico… un desastre. La alta cultura y la buena educación nos harían despreciarlo al instante. Pero este individuo no es campesino, analfabeta y alcohólico por elección propia, sus circunstancias socioculturales y económicas le fueron impuestas históricamente.

El hecho de que el campo esté tan desgraciado a nivel nacional no es culpa de los agricultores, si el campo no es productivo es por culpa del abandono estatal, por la preferencia de inversión en la industria, por el cambio climático, por la conversión del ejido en propiedad privada y por la rapiña de los poderosos, no por la acción de un campesino, el cual se levanta a las cuatro de la mañana a trabajar muy duro tratando de hacer que el campo le dé de comer a él y a su familia.

Ser analfabeta es otra desgracia, y lo es no porque estar alfabetizado sea condición indispensable para la existencia, lo es porque la realidad en la vida cotidiana está compuesta por letras, palabras y conceptos. Pero esta desgracia también tiene que ver con olvidos históricos y políticos. La ignorancia de las masas también es un proyecto para mantenerlas controladas y que la desgracia compartida no amenace las normas y reglas emergidas desde la alta cultura y la buena educación.

Imagen: http://skoolmagazine.com

Por su parte, el alcoholismo es una industria nacional propagada por los medios de comunicación y auspiciada por los dueños del capital. Recordemos a personajes como Pedro Infante o Vicente Fernández como íconos culturales que hacen una apología del borracho mujeriego y chistoso que a todo mundo sorprende y cae bien; esta figura icónica no actúa por sí sola, los alcohólicos pueden y suelen elegir serlo, pero también es cierto que es más fácil ceder a la reproducción de esta figura cuando todos los elementos están a disposición: bombardeo mediático; proliferación en tiendas, bares y restaurantes; enfermedad, dependencia; y, sobre todo, el mundo de alegría que por un momento genera el estado alcohólico, el cual se hace adictivo cuando las condiciones de vida son tan desesperantes.

De esta forma, el hombre de 50 años, campesino, analfabeta y alcohólico que ha matado a machetazos a su compadre, por una parte puede ser un tipo violento e irracional que ha desplegado una conducta antisocial, o por la otra un producto directo de las miserables condiciones de existencia en que lo ha dejado el sistema económico-político. Prefiero esta última versión (aunque probablemente sea una combinación de ambas).

La deprivación sociocultural es similar a una acumulación de desventajas para los estratos más bajos de la escala económica. Este fenómeno no es fortuito, responde a procesos históricos complejos, cuyos componentes más radicales son la economía y la política del mundo occidental moderno. Dicho fenómeno contiene un potencial enorme en términos delictivos, produce desigualdad, antagonismo y conflictos en la vida cotidiana, los cuales, en conjunto con un interior alterado por esas mismas condiciones de vida, fácilmente se traducen en violencia y agresión. Después la nominación del delincuente. Pero antes está la estructura que lo produce.

Maestro en Sociología, Sociólogo del Consejo General Técnico Interdisciplinario de la Dirección General de Sentencias y Medidas, autor de la novela Mientras Lucrecia Muere, especialista en Sociología Criminal.

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