Alejandro Badillo

¿Por qué el escritor argentino Jorge Luis Borges alcanzó la fama internacional que, incluso, lo llevó a las puertas del premio Nobel de Literatura que no lo ganó, por cierto, por sus deslices con la dictadura de su país y el escritor mexicano Alfonso Reyes sigue siendo un autor local, restringido a los especialistas? Hugo Hiriart (México D.F. 1942) se hace esta pegunta y la toma como pretexto para analizar la obra de estos dos autores y, así, delinear una teoría que explique cómo algunos autores, a pesar de su indudable calidad, son olvidados por el gran público.

Editorial Almadía, 1era edición 2010.

Es bien sabida la admiración que profesaba Jorge Luis Borges por Alfonso Reyes, hay intercambios epistolares en los que el argentino hace patente su deuda con el mexicano. Sin embargo, Borges obtuvo el reconocimiento internacional y Reyes quedó como una gloria nacional que se ha ido deslavando con el tiempo al grado de que muchas obras suyas no se han reeditado o están en bibliotecas acumulando el polvo. Una de las claves, según Hiriart, en El arte de perdurar, es la filiación de Borges a un tema: el infinito y lo que convoca como el paso del tiempo, la memoria y la dispersión de Alfonso Reyes cuya obra abarcó una gran cantidad de intereses y de géneros literarios.

El mexicano fue “políticamente correcto” con sus temas y, al contrario, Borges cultivó sus obsesiones sin importar que fueran, en su momento, extravagantes en un escenario en el que predominaban los temas realistas, sociales, llenos de un folclor que, con el tiempo, encandilarían a lectores y editoriales de todo el mundo. Reyes fue más disperso y se diluyó en la gran diversidad de temas que le interesaban.

Más allá de resolver el dilema, El arte de perdurar nos plantea dos elementos interesantes: los medios subjetivos o azarosos por los cuales una obra trasciende el tiempo, es popular y llega a varias generaciones de lectores y el análisis de dos escritores cercanos en el tiempo y cuyos caminos fueron en caminos opuestos. En el mundo editorial hay muchos mecanismos como la publicidad, el carisma del autor o los intereses comerciales que hacen que una obra logre perdurar en el corto plazo, sin embargo, aún falta la prueba del tiempo que someterá al escritor a un juicio más severo. Los argumentos de Hiriart no pretenden calificar la obra de Borges como “mediática” sin forman parte de un análisis que desmenuza los mecanismos siempre cambiantes del éxito, la identificación de los autores con un tema y la revalorización de Alfonso Reyes como un esteta que, desafortunadamente, no obtuvo la repercusión que merecía.

En la parte final de El arte de perdurar: tenemos el capítulo “La luz perfecta” que nos presenta breves ensayos un tanto desvinculados del tema principal y que abordan desde la perspectiva de la imagen el retrato de escritores y pintores, entre ellos Miguel de Cervantes Saavedra. La imagen, podemos concluir, es otra de las trampas que pone el tiempo y que a veces estigmatizan o reducen la obra de cualquier artista.

Además de lo expuesto anteriormente El arte de perdurar es un buen pretexto para acercarnos a la obra de Hugo Hiriart, un escritor sui generis en el panorama literario nacional que, además de sus ensayos que vinculan una prosa lírica con un tono filosófico lúdico como Sobre la naturaleza de los sueños o Disertación sobre las telarañas, tiene una novela, Galaor, que le da una vuelta de tuerca a la literatura de caballerías y que merece la atención de las nuevas generaciones de lectores.

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