Lado B
Hace falta humor
 
Por Lado B @ladobemx
30 de marzo, 2012
Comparte

Raquel Castro

@raxxie_

staba terminando mi texto sobre “Reescribir México en el siglo XXI” cuando comenzó a temblar. No fue algo del otro mundo (sí, fue de 7.8 grados en la escala de Richter, pero sólo grado II en la de Mercalli, lo que significa que fue “débil”), pero se convirtió en el tema dominante en las redes sociales por varias horas.

Lo que más me sorprendió fue la facilidad con la que la gente se convirtió en una turba dispuesta a linchar a cualquiera que hiciera un chiste sobre “la tragedia” que, acá entre nos, realmente no fue una tragedia. Un susto, tal vez. Una molestia. Pero ni punto de comparación con el terremoto aquel de 1985, que se ha vuelto referencia para todas nuestras movidas telúricas.

Entonces tiré a la basura el texto que estaba terminando y empecé de nuevo: tenemos que rescribir México desde el humor. Se supone que somos un país que se ríe de la muerte, que domina el humor negro y que no tiene miedo de carcajearse de sí mismo. Se supone que tenemos una tradición literaria que también sabe tomarse con humor las cosas, heredera del español Francisco de Quevedo, con representantes como José Joaquín Fernández de Lizardi, Jorge Ibargüengoitia, Emma Godoy, Jorge Mejía Prieto y Carlos Monsiváis, por mencionar sólo a algunos.

Se supone que incluso Sor Juana escribió gracejadas de vez en cuando, ¿no? Pero a veces se nos olvida. A veces, la literatura mexicana, reflejo fiel de la sociedad mexicana, se toma demasiado en serio a sí misma y se pierde en los laberintos sosos de la corrección política, que muchas veces es machista, agresiva y destructora.

Hay autores que tienen tanto miedo de no ser “solemnes” que su narrativa se convierte en sermón. Y, lo que es peor, se vuelven inquisidores de todos los demás, de todos aquellos que no estén dispuestos a indignarse ante cualquier muestra de humor: “Trivializan la tragedia”, se quejan cuando alguien escribe en tono ligero, y de inmediato ponen esas obras en el estante de los subgéneros, del que es tan difícil salir, o etiquetan al responsable de “poco serio”, enemigo de la academia, o exageraciones peores.

De nada sirve argumentar que la tan glorificada seriedad muchas veces es árida y pomposa, o que más de una vez esconde sólo el miedo a la autocrítica: “no me río de mí para que nadie pueda hacerlo”, que sería una variación de “el que se ríe se lleva”.

Algo es verdad: vivimos tiempos difíciles. La violencia, el colapso económico, el calentamiento global, el ocaso de un imperio del que sólo somos una provincia oprimida. No hemos logrado la equidad de género ni la incorporación de los pueblos originarios a la vida económica del país. Hay especies vegetales y animales en serio peligro de extinción.

Pero ¿serán realmente más difíciles nuestros tiempos que los primeros años del siglo XX, que los primeros del XIX? Al menos tenemos internet y vacuna contra la polio. No estoy minimizando la situación que nos ha tocado en turno: por el contrario,  creo que ésta es delicada y que bien vale la pena usar todas las herramientas a nuestro alcance para hacerle frente. El humor incluido. El humor sobre todo.

Porque la risa no es sólo frivolidad, pese a lo que quieren hacernos creer los serios-a-ultranza. La risa puede ser liberadora. No hablo de esa risa burlona, descalificadora, tóxica del que se siente superior; ni la risa amarga de la autocompasión y el victimismo. Me refiero más bien a la risa transgresora del que señala lo que podría estar mejor, la carcajada que ya por romper el silencio es muchísimo más que resignación.

Esto se entenderá mejor si exploramos las funciones del humor, que, según Avner Ziv, autor de El sentido del humor, son cinco:

  • Función intelectual o didáctica
  • Función agresiva (que puede ser derivada de un sentido de superioridad o de la frustración)
  • Función sexual (de la que no hablaré porque hay niños presentes en la sala)
  • Función social (en la que se incluyen las señales de amistad, distensión y solidaridad)
  • Función del humor como mecanismo de defensa (aquí entran el humor negro y el reírse de uno mismo)

Así pues, son estas dos últimas de las que hablo yo cuando digo que la risa es más que burla o resignación. Porque, como dijo Peter Berger, otro estudioso del humor y autor del libro Risa redentora, “quienes ríen unidos, permanecen unidos. El humor refuerza la cohesión.

Sin embargo, parece que al que se atreve a escribir con humor le espera el linchamiento de los serios que les platiqué hace rato.

Por eso me da gusto cuando me encuentro con obras de la literatura mexicana actual que se atreven a explorar el espíritu lúdico. Mencionaré solo algunos, para documentar nuestro optimismo:

José Luis Zárate (quien por cierto, debería haber sido invitado a este encuentro, ya que es uno de los mejores narradores no sólo  poblanos, sino de todo México), autor de series de minificciones delirantes, ingeniosísimas, risueñas, pero con el mérito de no convertirse en chistes fáciles.

Fernando de León, cuentista jalisciense, quien juega a poner en situaciones cómicas elementos de la alta cultura (por ejemplo, en uno de sus cuentos, el Conde de Saint Germain y el Diablo son un par de vividores en las calles de Guadalajara).

Francisco Hinojosa, autor extraordinario por combinar a la vez la ligereza y la crítica demoledora.

No son los únicos. Y quizá veamos más conforme aumente el número de escritores que se atreven a escribir de manera distinta a como exigía la tradición literaria del siglo XX. Ya hay muchos que están practicando técnicas y puntos de vista  que hubieran sido impensables apenas hace 20 años. ¿Por qué no podrá haber más escritores –y escritoras– que utilicen las facultades liberadoras del humor? Yo diría que incluso nos hace falta: reescribir al país en este siglo, si es posible, tiene que pasar por modificar nuestra manera de pensar y de relacionarnos con el mundo.

 

Escucha acá la ponencia leída por su autor y las ponencias que también participaron en esa mesa: Alberto Chimal, Cristina Rascón, Yussel Dardón, Penélope Córdova y Alicia Flores

Alberto Chimal

Como escritor me interesa lo que comúnmente, prejuiciosamente, se llama literatura fantástica. El término es equívoco porque se suele utilizar para un conjunto muy pequeño de obras, en general promovidas por grandes empresas de medios y dedicadas a ofrecer un entretenimiento inocuo, conservador y simplista. La imaginación fantástica, por otra parte, es mucho más que eso. En sus momentos más elevados propone nada menos que una crisis de la conciencia: la búsqueda de lo otro real, no impuesto, no prefabricado, que no es menos importante en el siglo XXI aunque no nos parezca urgente: de hecho, las experiencias interiores que señala son más apremiantes ahora, en la actualidad mexicana, que nunca antes».

Leer ponencia completa

 

Yussel Dardón

Pensar en las posibilidades de reescribir a México en el siglo XXI es una provocación disfrazada de tautología, incluso de tanatología. Entonces recuerdo la conferencia de Philip K. Dick titulada “Cómo construir un universo que no se derrumbe dos días después”. Sonrío, claro. Luego pienso en la multiplicidad de realidades que se conjugan en un espacio fragmentado que de poco en poco, en el mejor de los escenarios, se construye. Sin embargo, construir es destruir un espacio y viceversa.

Leer ponencia completa

 

Arturo Vallejo

Quiero comenzar aclarando que en mi opinión a México no sólo hay que reescribirlo. Habría que romper el papel y sacar otra libreta para comenzar de nuevo. Por lo menos así es como creo que se ve la cosa en estos momentos. Con esto dicho haré un esfuerzo para imaginar un nuevo país ahora, en este nuevo siglo.

Otra cosa que debería advertir es que desde siempre me han vuelto loco los superhéroes.

Leer ponencia completa

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion