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Obesidad en jóvenes: resultado inesperado de políticas públicas
La tónica de las políticas públicas ha sido más o menos igual desde hace muchas décadas en la región latinoamericana según las décadas de referencia.
Por Lado B @ladobemx
31 de enero, 2012
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Rosana Renau Aymamí

La tónica de las políticas públicas ha sido más o menos igual desde hace muchas décadas en la región latinoamericana según las décadas de referencia.

Actualmente se están evaluando los resultados de algunas políticas que, en su momento parecían adecuadas y que -en cierto modo- respondían a ciertas necesidades de la población (y también al interés del estado de tener herramientas de control sobre la población).

Diversos estudios respecto a los efectos a diversas de estas políticas han demostrado dos cosas:

  1. No resolvieron el problema para el que fueron elaboradas y aplicadas y,
  2. Trajeron consecuencias adversas a los grupos a los que se les destinaron.

Curiosamente la obesidad de los jóvenes universitarios tendría en esto una explicación parcial. Recordemos que vivimos en una realidad en la cual ningún fenómeno se da de modo aislado sino que todo es parte de una totalidad dialécticamente integrada por lo cual necesitamos de múltiples explicaciones a cualquier dato o hecho social.

En esta entrega me voy a referir a los comedores escolares cuya implementación trajo tres formas de consecuencias para la población beneficiada y, sin mucha sorpresa, estas consecuencias corresponden a tres niveles económicos o a tres clases sociales.

Antes de referirme a estas consecuencias negativas (sólo visibles a largo plazo) quisiera establecer las bondades –para los núcleos familiares, y en particular para las mujeres- de esta política.  Estos comedores[1] reducían el trabajo de las mujeres y el costo de la alimentación familiar en términos generales.

La política de desayunos escolares, que podía haber sido una buena estrategia tuvo algunas fallas en planificación y resultados. Como no se establecieron a partir de diagnósticos específicos se asumió que lo que la clase media “planificadora” consideraba un buen desayuno funcionaría para el resto del país. Por lo que en términos inmediatos las consecuencias podríamos resumirlas en:

  • Si los seres humanos suspenden la ingesta de leche pierden la enzima que les ayuda a procesar la lactosa: consecuencia, niños que no siguieron consumiendo leche luego del destete sufrieron de muchas diarreas y algunos hasta fallecieron por esta causa.
  • La famosísima pirámide alimenticia no toma en cuenta las posibilidades reales de la población ni se hace un esfuerzo por reelaborar esta pirámide considerando las opciones locales.[2]

–        A largo plazo los resultados son aún más alarmantes para cada nivel económico considerando lo que debería ser la ingesta diaria de nutrientes que, dada la ampliación de la cobertura, no se cubría ni con los desayunos ni con los comedores:

  • Las clases medias y altas consumían más calorías de las que podían metabolizar por lo que se inició el viaje a la obesidad ya que comían en la escuela y luego volvían a comer en casa.
  • Para los más pobres estos alimentos escolares se traducían en ahorro para el núcleo familiar por lo que los asumían como suficientes y como éstos no cubrían los mínimos necesarios en nutrientes, sólo se perpetuaba la desnutrición.

Dicho de otro modo, esta política en particular no logró el objetivo para el que fue creada y, por el contrario creó nuevos problemas para la población cubierta. Esto es consecuencia de la centralización y la verticalidad de las políticas aplicadas así como de la pretensión de universalidad que no toma en cuenta, por ejemplo en este caso, que mientras más población se incluya se invertirán menos recursos por beneficiario.


[1] Esta política también incluía los comedores de los trabajadores pero no incluyo a esta generación en esta cuestión de la obesidad juvenil

[2] Esto implicó la desvalorización de los alimentos locales, la desinformación respecto a otras posibilidades de obtención de nutrientes, etc.

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