Alfonso Álvarez Grayeb*

El afán de conferirle un orden al Universo, o sea, la visión de un cosmos inteligible, podría señalarse como la génesis de las Matemáticas. Ya Pitágoras y sus discípulos atribuían al número el poder de develar la fuente y raíces de la naturaleza, y el ser una herramienta para comprender el mundo sensible pero también el mundo conceptual asociado. Hay una dimensión estética de las Matemáticas, una belleza que Platón decía que podía verse con los ojos del alma, y que conectaba con la armonía universal y aún con la divinidad. Pero las Matemáticas sirven también a fines pragmáticos, como hacer modelos de la realidad para intentar explicarla con su lenguaje hiper-sintético. Esta capacidad de hacer modelos no está exenta de misterio, pues tenemos, como decía Einstein, una herramienta conceptual desligada de la experiencia que puede, sin embargo, servir para representarla.

Esto ha convertido a las Matemáticas en el lenguaje de las ciencias y de la tecnología, aunque varias áreas de las matemáticas nacieron por actividad lúdica (juego de cartas o el reto para recorrer los puentes de Königsberg). Junto con la lectoes­critura, son vistas como condiciones mínimas para enfrentar la escuela y la vida.

Su aprendizaje es problemático: muchos se sienten temerosos e inseguros al enfrentarlas. Algunos psicólogos piensan que existe algo llamado la ceguera de los símbolos, o sea, la incapacidad para prescindir de lo concreto y para comprender el cambio controlado de los símbolos.

Hay controversia. San Agus­tín: “el buen cristiano debe estar alerta en contra de los mate­máticos y todos quienes hacen profecías vacuas. Existe el peligro de que los matemáticos tengan pacto con el demonio y la misión de ofuscar el espí­ritu del hombre para confinarlo en los linderos del infierno”. Juristas romanos: “se prohíbe aprender el arte de la geometría, arte tan condenable como las matemáticas, y así también tomar parte en ejercicios públicos”. Blas Pascal: “considero a las matemáticas el ejercicio supremo del espíritu; pero al mismo tiem­po las sé tan inútiles, que hago poca distinción en­tre el hombre que sólo es matemático y el artesano común”. Arthur Schopenhauer: “la actividad más baja del espíritu era la aritméti­ca, como lo demostraba el hecho de que hasta una máquina pudiera ejecutar sus operaciones”.

En contraparte, Platón: “las Matemáticas son el medio de adiestrar la mente para la filosofía”. En la Edad Media se enseñó Matemáticas como prólogo del razonamiento teológico, y el hombre educado del siglo XVIII sentía que debía estar al corriente de los temas matemáticos de vanguardia. La controversia sigue.

*Académico de Tiempo, UIA-Puebla

**El artículo expresa la opinión personal de la autora, que es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla

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