Lado B
La ciudad (de Puebla) y sus sonidos callejeros
De las empanadas, a los churros y el gas, la ciudad está poblada de sonidos que la definen y le dan identidad, pero ese mismo ruido transformado en contaminación urbana es elemento importante del estrés y la sicosis urbana. Lado B hizo una revisión auditiva de la metrópoli y esto fue lo que capturó
Por Lado B @ladobemx
02 de diciembre, 2011
Comparte
Mely Arellano | Xavier Rosas | Flor Coca | Ernesto Aroche

@melyarel | @wachangel | @florecitacoca | @earoche

Si usted es uno de los 110 mil 495 desempleados de Puebla, y no encuentra opciones laborales en las “exitosas” ferias del empleo que organiza frecuentemente el estado, en las que se logran colocar entre 800 y mil personas, quizás la siguiente información le interese.

La ciudad de Puebla y sus sonidos callejeros

¡El gaaaaaassss!

Las calles de Puebla –como cualquiera del mundo- están llenas de sonidos. Con muchos de ellos estamos totalmente familiarizados desde niños: el afilador (dicen que cuando uno lo escucha deben sacudirse los bolsillos y ¡nunca verlo!, para que caiga la lana), el de los camotes y los plátanos, el de los merengueeeeeeeeeees, el pitido del globero, entre los más comunes.

Pero hace algunos años una compañía de gas decidió cambiar la manera de anunciarse y sustituyó el tradicional “¡el gaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!”, por una canción bastante pegajosa que se llama “Chiki, Chaka”, del grupo techno español Not Real Presence, del cual ya no queda nada salvo esa tonadita: amada cuando esperas que pase el camión, y odiada cuando lo hace a las 6 de la mañana de un sábado.

Después de esa revolucionaria idea -que ha sido copiada hasta el cansancio-, el siguiente sonido que desapareció en la capital poblana fue la campana de la basura -que sigue sonando en los municipios, dicen-, pues adoptamos el civilizado método de someternos al horario nocturno.

De pronto, una mañana, Puebla fue sorprendida por una voz aniñada que anunciaba: “empanadas, de crema, empanadas de piña, empanadas de jamón, empanada á-rabe”. Nadie sabe a ciencia cierta en qué zona de la ciudad se escuchó por primera vez, todos pensamos que en “nuestra” colonia, pero luego en las pláticas de café o de chela, incluso en la sobremesa, el tema fue saliendo y supimos que las empanadas estaban en cada rincón de la ciudad.

El perifoneo es lo de hoy

La palabra perifoneo está compuesta de las raíces griegas: peri, que significa alededor de; y fonos, que significa voces o sonidos. Así, se deduce que etimológicamente quiere decir “sonidos alrededor”.

Especial

El antecedente del perifoneo es el pregonero, que se perfeccionó en el siglo IV, en Roma y Grecia. Este personaje anunciaba de viva voz al público la llegada de embarcaciones cargadas de vinos, víveres y otros, a veces iban acompañados por músicos que daban el tono adecuado para el pregón; y eran contratados por comerciantes y por el estado. Esta forma de “publicidad” continuó hasta la Edad Media. En Francia, los dueños de las tabernas voceaban los vinos y empleaban campanas y cuernos para atraer a la clientela; en España utilizaban tambores y gaitas, y en México los pregoneros empleaban los tambores para acompañar los avisos.

El perifoneo en realidad nunca pasó de moda. En pueblos y municipios e incluso mercados del país continuó siendo la forma más efectiva para publicitarse. Fue en las grandes ciudades en las que se sustituyó por los espectaculares y, por supuesto, los anuncios en la radio y la televisión.

Hoy en día, al menos en la ciudad de Puebla, el perifoneo ha vuelto a tener popularidad no sólo para aquellos que anuncian lo que venden, como las empanadas, las naranjas o frutas en general y los churrrrrros-churrros-churrrrrros, sino también para dar a conocer eventos, ofertas, servicios y promociones.

Costos y consejos para difundir los sonidos

El costo por una grabación de empanadas o churros está entre los 150 y los 15 pesos. El producto –comprado o no- y la ruta dependen de usted, aunque en algunas zonas están medianamente organizados.

Si ignora cómo iniciarse en el negocio, hay manuales que le explican en muy sencillos pasos la Técnica de Ventas con Sistema de Unidad Móvil con Perifoneo: Estacionar el automóvil en una esquina; Hacer sonar la sirena del megáfono por 2 minutos, etc.

Lo que sí le recomendamos es que su grabación sea fuerte y clara, tome como ejemplo de lo que no se debe hacer el siguiente video:

“Presta tu trompeta, a ver”

En las inmediaciones del edificio Carolino se escucha, desde hace algunos años, una trompeta que resuena en la Plaza de la Democracia y que interpreta, una y otra vez, canciones de iglesia como “Pescador de Hombres” o “Altísimo Señor”.

El responsable de aquellas melodías es Andrés Castellanos Victoria, oriundo de Nochixtlán, Oaxaca, quien todos los días llega puntual a las 13:00 horas cargando su silla y trompeta, a sentarse frente a la Iglesia de la Compañía “para no estar durmiendo en casa, pues mejor me vengo a distraer un rato”, dice.

Fue a los 18 años cuando aprendió a tocar instrumentos musicales, ya que su papá y sus primos tocaban en una banda en Oaxaca: “pasaron una vez mis primos por donde vivía y tenían una trompeta nueva, les dije ‘presta tu trompeta, a ver’, y le empecé a soplar y sí, luego luego di con los tonos”, recuerda.

Su primer instrumento, un cornetín, lo obtuvo donado por el Ayuntamiento de Nochixtlán, el cual le permitió que desarrollara su pasión por la música, ya que antes se dedicaba a “sembrar terrenos a medias” y también trabajaba en la albañilería en su pueblo.

Fue hace 30 años cuando emigró de Oaxaca luego de que le quitaran las tierras que sembraba y un conocido lo invitó a trabajar cargando camiones de construcción en Puebla: “porque él era jefe de la cuadrilla y me dijo ‘si quieres aquí hay trabajo’. Laboró durante tres años: “cargando carros enfrente a la Central de Abastos, por donde estaba una Conasupo  grande, hay una de aceros; ahí cargábamos carros de acero, castillos, alambre galvanizado, de púas, malla ciclónica”, recuerda.

Don Andrés Castellanos cuenta que mientras se dedicaba a cargar camiones, observó a varios músicos que iban tocando por las calles y ganaban dinero al hacerlo, razón que lo llevó a dedicarse junto con sus hijos a la música: “como eran siete los niños que me traje, me dijo mi esposa ‘pues aquí los chamacos ya no me quieren obedecer’, le dije ‘me voy a dedicar a la música y mejor voy a andar con ellos allá por el centro’”.

“Me dediqué con mis niños a tocar, hacía dos turnos: salía a las 8:00 am con mis niños, me venía a tocar por las calles, en el Mercado La Victoria. A las 12:00 ya me iba (a casa) porque entraban mis niños. Llegaban, comían y se iban a la escuela. Tenía dos niñas en la Ciudad de las Niñas, ellas salían a las 1:00 (pm), comían y hacían su tarea y ya a las 3:00 de la tarde nos veníamos a hacer otro turno por los Portales, y ya nos íbamos hasta las 8:00 o 9:00 de la noche”, recuerda.

El Pescado Nadador, La Puerta Negra, El Buque de Más Potencia, La Danza de Zacatecas, Dios Nunca Muere, fueron algunas de las canciones que Don Andrés Castellanos interpretó mientras se dedicó en compañía de sus hijos a recorrer las calles de Puebla, así como los Mercados de La Merced, Jorge Murad, La Victoria y otros municipios como Tepeaca, San Martín e Izúcar de Matamoros.

También trabajó en el Ayuntamiento de Puebla como ayudante de albañil y barriendo calles; sin embargo comenzó a tener problemas de la vista y tuvo que dejar de trabajar: “gracias a dios estoy pensionado por parte del Ayuntamiento”, comenta.

“Me gusta tocar el acordeón, el  piano, todo eso toco. Estoy en el Señor de las Maravillas de 8:00 a 10:00 (am), y de 10:00  a 1:00 (pm) estoy en la iglesia de Santo Domingo. Me vengo para acá –a la Iglesia de la Compañía- de la 1:00 a las 5:00 o 6:00  de la tarde, porque como ahora oscurece más temprano ya me voy para la casa”, dice.

Sonidos antiguos de la calle

El crecimiento de las ciudades, el avance de la tecnología y la desaparición de los barrios tradicionales para ser sustituidos por unidades habitacionales, condominios y espacios cerrados, han permitido que poco a poco vayan desapareciendo sonidos que antes inundaban las calles de la ciudad de Puebla. Por ejemplo:

El carrito de helados y paletas: en la barra con la que se empujaba el carro de paletas venía inserta una barra llena de campanitas, que al paso del paletero sonaban para anunciar las paletas y helados.

La inconfundible campana de la basura que ya no es más parte de los sonidos habituales a la ciudad. En las colonias se deja la basura para ser recogida en el horario nocturno, sin más ruido.

“Botellas que vendan”, “zapatos usados”, “ropa usada que vendan”, los ropavejeros, que cambiaban cosas nuevas por la ropa, zapatos y botellas usadas, dejaron de existir. Su grito clásico se terminó. Ahora se compra fierro viejo y otros enseres, y van acompañados de un micrófono, en viejas camionetas y no con una bicicleta con contenedor, como antes.

Los afiladores cada día son menos. Con su tradicional silbato pasaban para afilar tijeras, cuchillos y navajas. Si encuentras alguno, avísame para afilar mis viejos cuchillos.

Una sociedad sorda

A las 11 de la mañana la ciudad es el ruido del claxon de los vehículos que tres calles mas adelante se pelean a bocinazos diez centímetros de asfalto, los anuncios del vehículo que compra fierro viejo y el datsun modelo año 90 que vende “empanadas de atún, empanadas de jamón, empanadas hawaianas, empanada á-rabe”.

Sonidos que seguro sobrepasan los 68 decibeles que se consideran como límite permisible en la ciudad, pero no hay nadie que pueda regular esa situación pues a pesar de que existe una ley —la Ley para la Protección del Ambiente Natural y el Desarrollo Sustentable del Estado de Puebla, en Materia de Prevención y Control de la Contaminación Provocada por la Emisión de Ruido— que establece parámetros de convivencia, esta está tan fragmentada que no hay quien vigile su aplicación.

Hay ahí una zona de silencio jurídico reconoce Verónica Mastretta, presidenta de la comisión de Ecología y Medio Ambiente del ayuntamiento de Puebla, que sumado al poco interés que genera el tema, “somos una sociedad sorda, o al menos muy permisiva con los ruidos”, sostiene la ambientalista, que abre la puerta a que vivamos en medio de un alto nivel de contaminación auditiva del que pocos parecen darse cuenta.

A pesar de que el ruido en altos niveles produce trastornos psíquicos y daños sicológicos como dolor de cabeza, hipertensión, problemas digestivos, cansancio, insomnio, estrés, irritabilidad, depresión, falta de concentración e inhibición del apetito sexual y pérdida de la agudeza auditiva.

El problema, explica la ambientalista, es que las atribuciones están muy fragmentadas al ayuntamiento le toca revisar el comercio establecido, al estado le corresponde vigilar los vehículos y el transporte y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profeco) la industria.

Por ello, sostiene en conjunto Marisa Ortiz Mantilla, titular de la Agencia de Protección al Ambiente, un organismo municipal, plantearán modificaciones al Código Reglamentario Municipal para que el ayuntamiento pueda hacer revisiones integrales.

“Ahorita por ejemplo, nosotros no podemos intervenir en los casos en que en una casa habitación estén generando ruidos, los agentes de tránsito municipal no pueden detener a vehículo alguno por más que esté contaminando auditivamente”.

A pesar de ello, sostiene, es justamente en ese punto donde están los focos rojos, en el ruido y los sonidos fuertes que genera el tráfico, y “los tamaleros, gaseras y demás”, es ahí donde más quejas han recibido.

Por su parte Ortiz Mantilla explica que están en la fase de establecer acuerdos con las diferentes órdenes de gobierno y autoridades para que se le permita al ayuntamiento la revisión de estos temas.

Y sostiene que en lo que les corresponde “han realizado 141 visitas para asegurar, prevenir y controlar las emisiones de ruido. Se han apercibido 102 establecimientos comerciales y prestadores de servicio, iniciándoles procedimiento administrativo a  39 giros comerciales. Y se han realizado 8 comparecencias en la Jefatura de lo contencioso en materia de ruido, para el seguimiento de su procedimiento administrativo y se han clausurado 2 fuentes fijas generadoras de ruido”.

Aunque, reconocen las dos mujeres, no hay hasta el momento estudio alguno para conocer que tan ruidosa es la ciudad de Puebla, porque si el parámetro para medir la intensidad de 68 decibeles es la plática de cuatro personas al mismo tiempo, y 70 –ya por arriba de la norma— una calle transitada, seguro que la ciudad tiene ya una tolerancia y un umbral bastante alto.

Pero la entrevista ha terminado, apago la grabadora y salgo de la oficina. Unos metros más adelante en un restaurante hay varios televisores prendidos en un canal de videos con un volumen que se oye desde varios negocios antes, pero ninguno de los comensales parece notarlo, ninguno de ellos tampoco parece estar interesado en la transmisión. Recuerdo entonces las palabras de Mastretta, “uno de los grandes lujos del siglo XXI será el silencio”, aunque nadie en el restaurante parece notarlo.

Trailer del documental «Puebla, sinfonía inaudible», dirigido por Juan Manuel Barreda que retrata los sonidos de la ciudad.

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion