Lado B
De política, escuela y amor a los libros
Pensar en la escuela implica de manera casi natural pensar en libros. Sin embargo, la relación entre escuela, aula, docente, alumno y libros no es tan automática en la vida real y habría que preguntarse al menos cuál es el tipo de contacto que tienen nuestros educadores y educandos con los libros en la vida cotidiana.
Por Lado B @ladobemx
06 de diciembre, 2011
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Martín López Calva*

“—Porque no hay nada más lejano de la muerte,

la crueldad y la brutalidad que el amor por los libros…”

Mario Vargas Llosa  

Pensar en la escuela implica de manera casi natural pensar en libros. Sin embargo, la relación entre escuela, aula, docente, alumno y libros no es tan automática en la vida real y habría que preguntarse al menos cuál es el tipo de contacto que tienen nuestros educadores y educandos con los libros en la vida cotidiana.

El reciente y muy comentado episodio suscitado en a partir de la participación del precandidato priista a la presidencia de la República en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara que se volvió “Trending Topic” en Twitter bajo la etiqueta #LiberíaPeñaNieto nos vuelve a hacer pensar sobre la triste realidad de un país que no lee.

Porque si bien es cierto que este episodio muestra un inaceptable nivel cultural de un político situado hoy en el primer nivel de las preferencias electorales y un muy mal manejo de sus asesores, el hecho no es nuevo y podemos recordar, como un mero ejemplo de los años recientes, los deslices de Vicente Fox siendo presidente de la república al cambiar de nombre a Jorge Luis Borges y atribuirle el premio nobel de literatura que nunca recibió.

Pero como han apuntado muchos analistas y ciudadanos que usan las redes sociales, estos casos no son aislados ni privativos de ciertos políticos o de la clase política sino un simple y muy lamentable reflejo de una sociedad que según muestra una encuesta publicada por CONACULTA tiene un promedio de lectura de un libro al año por persona mayor de quince años.

Este bajísimo porcentaje de lectura es el resultado, entre otros factores, de una casi total ausencia de libros en los hogares mexicanos y de una inadecuada y pobre relación con los libros en la escuela. Habría que preguntarse por ejemplo, cuántos de los maestros que se quejan de que sus alumnos no leen, no comprenden lo que leen y mucho menos pueden hacer una crítica de sus lecturas, pueden demostrar que ellos sí tienen este hábito y han desarrollado estas competencias lectoras.

Indudablemente en la escuela se usan libros todos los días y en todas las asignaturas. El problema estriba en cómo es el uso de los libros en el aula y qué tipo de relación se genera a partir de este uso entre los niños y adolescentes y los libros. Tal parece que los libros son vistos como objetos muertos que contienen información que hay que memorizar y ejercicios que hay que llenar para poder cumplir con el ritual del aprendizaje, que de este modo resulta no significativo.

El uso mecánico, ritual y sin sentido de los libros como instrumentos que repiten la misma información que el docente expone en el aula y no promueve un diálogo inteligente y una reflexión fundamentada sobre lo que se aprende, no puede generar una relación de amor por los libros en los educandos.

Resulta urgente si queremos cambiar la realidad nacional, promover esta relación de amor por los libros a partir de un uso significativo y reflexivo de los mismos. Una relación de amor que indudablemente empieza por hacer que la lectura sea un placer, algo que se disfruta y se hace por  gusto y recreación, pero no se agota ahí. Porque como el amor además de gusto y placer, exige disciplina, decisión y constancia, la relación amorosa con los libros exige también la creación de un hábito, la disciplina para enfrentar textos densos y difíciles de comprender y analizar, constancia para lograr esta comprensión y análisis que nos hará mejores personas a partir del conocimiento de los distintos campos de realidad que constituyen el mundo en que vivimos.

Es por ello que resultan no solamente deseables sino muy necesarios los esfuerzos sistemáticos como el Programa Nacional de Lectura –PNL de la SEP- y campañas como la de leer veinte minutos diarios con los hijos en casa diariamente, que paradójicamente ha sido muy criticada en los medios de comunicación.

Sin embargo, estos programas que implican materiales, bibliotecas de aula, planes de acompañamiento y formación y estrategias concretas para promover la lectura serán totalmente infructuosos sin el convencimiento de padres de familia y docentes de que vale la pena construir y promover cooperativamente una relación de amor por los libros si queremos realmente tener gobernantes cultos y promotores de la cultura y conjurar el sinsentido de la muerte, la crueldad y la brutalidad que hoy caracterizan la barbarie nacional. Para ello, paradójicamente, necesitamos de gobernantes cultos y preocupados por la cultura. ¿Por dónde iniciar el círculo virtuoso?

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y académico numerario en la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha hecho dos estancias postdoctorales por invitación del Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado diecisiete libros, cuarenta artículos y seis capítulos de libros. Actualmente es coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (REDUVAL), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y de la International Network of Philosophers of Education (INPE). Trabaja en las líneas de Filosofía humanista y Educación, Ética profesional y Pensamiento complejo y Educación. Ha trabajado como formador de docentes en diversos programas y universidades desde 1993.

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