Lado B
Educación y tradición a propósito del día de muertos
Por Lado B @ladobemx
02 de noviembre, 2011
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

No quiero escribir un artículo chauvinista o nacionalista a ultranza. No es mi intención hacer una apología de “lo nuestro” y descalificar lo que viene de fuera. Es indudable que estamos en un mundo globalizado y que no solamente no es posible sino que, desde una perspectiva de “ciudadanía terrestre” como la que propone Morin, no es deseable pretender que una cultura local, regional o nacional permanezca estática y aislada de otras culturas.

Carlos Fuentes plantea con claridad el dinamismo que implica la vitalidad de las culturas y la necesidad de que toda cultura sea “contaminada” y “contamine” a otras para poder subsistir y desarrollarse, poniendo siempre atención al riesgo de la uniformidad y la destrucción de la diversidad.

Sin embargo, para quienes estamos en el mundo de la educación es imprescindible la reflexión sobre el papel de las tradiciones culturales en la formación de nuestros estudiantes y pensar en las mejores formas de construir una educación que sea capaz de conciliar el aprendizaje de la propia herencia cultural con el de otras tradiciones con las que los niños y adolescentes de este siglo XXI van a convivir necesariamente.

Este sábado 29 de octubre, caminando por el centro histórico de Puebla pude comprobar la coexistencia de las ofrendas o altares de muertos con un “desfile de zombies” , niños y niñas disfrazados de monstruos o brujas caminando de la mano de sus padres, niños pidiendo para su “calaverita” junto a otros que recostados en la calle peatonal simulaban estar muertos con una estaca clavada en el pecho y la ropa manchada de sangre. Al mismo tiempo, a través de las redes sociales pude también leer que muchos de mis contactos escribían con toda naturalidad sobre el Halloween, los disfraces y los niños recorriendo las casas pidiendo dulces al estilo estadounidense.

¿Qué nos dice esta mezcla tan diversa e indiferenciada de tradiciones que coexisten en las mismas fechas? ¿Cuál es la mejor postura ante este nuevo sincretismo cultural que se suma al que desde hace siglos combina la visión indígena de la muerte y la perspectiva cristiana impuesta por los conquistadores españoles? ¿Cómo asumir educativamente este desafío cultural de la escuela globalizada en que hoy nos toca educar?

Como ya he dicho, me parece totalmente infructuoso y además indeseable adoptar la posición de “Quijotes” defensores de nuestras tradiciones y combatir desde el aula todo lo que tenga que ver con Halloween. Pero al mismo tiempo, me parece irresponsable dejar pasar estas fechas llenas de símbolos cargados de historia sin la mínima información, análisis y reflexión.

Es indudable que la educación tiene la función de transmitir la herencia cultural a las nuevas generaciones. Pero para que este aprendizaje sea realmente significativo es necesario que la escuela adopte estrategias didácticas creativas que permitan a los educandos leer, entender y reflexionar los símbolos y rituales que están detrás de las tradiciones, en este caso la del día de muertos, para que esta herencia les permita enriquecer su propia experiencia.

Solamente así los niños y adolescentes aprenderán que esta fiesta es la manera compleja que nuestros antepasados construyeron para relacionarnos con la muerte y con nuestros muertos, que refleja al mismo tiempo reverencia, homenaje , humor y reencuentro. Porque el altar de muertos u ofrenda es al mismo tiempo un recuerdo agradecido y afectivo para quienes han muerto y un espacio para invitarlos a “convivir”, mediante la comida, la bebida, la fiesta y el ritual de la continuidad entre la vida y la muerte.

Del mismo modo habría que promover el aprendizaje de los significados que tienen los símbolos y costumbres de Halloween u otras formas culturales de recordar la relación con la muerte y trascender la simple atracción de los disfraces y los dulces tratando de que los niños y jóvenes se acerquen a seres humanos diferentes a nosotros, a través de sus propios elementos mitológicos.

Porque la peor manera de vivir estas fechas en el aula y la escuela es la que parece desafortunadamente predominar en nuestros días: una mezcla de ofrendas, altares y catrinas que no sabemos “leer” en su significado profundo con brujas, “zombies”, “monstruos” y “muertos sangrantes” – una confusa revoltura de Halloween y películas hollywoodenses de terror- y niños que piden dulces sin saber por qué lo están haciendo.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y académico numerario en la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha hecho dos estancias postdoctorales por invitación del Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado diecisiete libros, cuarenta artículos y seis capítulos de libros. Actualmente es coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (REDUVAL), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y de la International Network of Philosophers of Education (INPE). Trabaja en las líneas de Filosofía humanista y Educación, Ética profesional y Pensamiento complejo y Educación. Ha trabajado como formador de docentes en diversos programas y universidades desde 1993.

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