Lado B
Gonzo, la delirante búsqueda de la verdad
 
Por Lado B @ladobemx
27 de octubre, 2011
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Marga Britto*

@MargaBritto

Este viernes se estrena en cines de Estados Unidos la película Rum Diary, basada en el libro homónimo de Hunter S. Thompson (Julio 18, 1937-Febrero 20, 2005).

No es casualidad que Johnny Depp protagonice de nuevo una película basada en las letras del pionero del periodismo Gonzo. La primera vez fue en 1998 junto a Benicio del Toro, en Fear and Loathing in las Vegas. En esa ocasión y en preparación al rodaje, Depp vivió durante un mes en el sótano del Owl Farm, el rancho de Thompson en Woody Creek, Colorado. La estrecha amistad entre Thompson y Depp ha sido ampliamente publicitada.

Hace un par de semanas en una entrevista con Larry King, Depp reveló cómo mientras hojeaba algunos documentos privados en el sótano de Thompson, descubrió una carpeta con la leyenda «Rum Diary» en la tapa. Al leerlo le dijo a Thompson: ¡Tienes que publicar esto! Llamaron al editor y aquel mismo año se publicó.

Rum Diary fue la segunda novela de Hunter S. Thompson. Tenía 22 años cuando la escribió basándola en sus experiencias como reportero «en apuros» en Puerto Rico, en 1960. El protagonista, Paul Kempt, también es un periodista que se muda de Nueva York a Puerto Rico para trabajar como reportero en un diario venido a menos y con pocas probabilidades de supervivencia.

Los personajes no son complejos, pero sí violentos, trastornados y sobre todo muy alcohólicos. No faltan las escenas hilarantes, las ironías y el cruce de límites: Hunter S. Thompson calentando motores a sus 22 años, cuando aún no se imaginaba el monstruo literario en el que se convertiría en tan solo una década.

Thompson era adicto a la política y escribió sobre los eventos más importantes de la historia moderna de Estados Unidos, pero además rebasó los límites impuestos por la «objetividad» periodística, porque éstos no le funcionaban al poner sobre papel su percepción y punto de vista, siempre punzantes y crudos, pero a la vez con una profunda visión de los acontecimientos y sus alcances.

Su odio hacia Nixon se convirtió en casi una patente y con ese mismo estilo que caracterizaron sus criticas hacia el protagonista del Watergate, trazaría su propia versión de la vida política estadounidense, esa que no se leía en los diarios, la del lenguaje inapropiado, la que no guarda las formas, la que roza los límites de la histeria, la que era como el blog político antes de Internet.
En 1994, despidió a Nixon dedicándole su columna en la revista Rolling Stone y una de mis líneas favoritas es la siguiente:

«Que no haya error en los libros de historia …. Richard Nixon fue un hombre malvado –malvado en una forma tan solo comprendida por aquellos que creen en la realidad física del demonio. Absolutamente falto de ética o moral, sin una pizca de sentido sobre la decencia. Nadie confiaba en él– con excepción, tal vez de los estalinistas chinos. Los historiadores honestos lo recordarán principalmente por ser una rata que nunca dejó de luchar por subirse de nuevo al barco».

– Memo from the National Affairs Desk, Junio 16, 1994

Cuando se le criticaba de falta de objetividad periodística argumentaba que esa objetividad no había previsto en su lenguaje palabras suficientes para caracterizar con justicia a Richard Nixon, y que para asimilar con exactitud la vileza y mezquindad de aquel hombre había que recurrir a la subjetividad.

En 1967, Thompson publicó su primer libro Hell Angels, donde recuenta sus experiencias con el legendario club de motociclistas. Lo que empezó como un reportaje para The Nation, terminaría en un testimonio de primera mano, pues Thompson se montó en una motocicleta y viajó por varias semanas junto al entonces líder Sonny Barger.

Este libro lo colocaría en el radar de críticos y lectores, pero también de los medios masivos, ya que la controversia provocada por las fuertes declaraciones, incluyendo evidencia en video de una violación multitudinaria durante una de sus acampadas, provocó la ira de los «angelitos» , llevando el debate entre el líder de los motociclistas y el escritor a las cámaras de televisión.

Pero tanto fue la política su pasión, que en 1970 se lanzó como candidato a Sheriff de Aspen, Colorado, abanderado por el Freak Power. No ganó, pero sus propuestas pusieron de cabeza a demócratas y republicanos por igual: Legalizar las drogas para uso recreativo o cambiar el nombre de la ciudad al de Fat City Austin, entre otras.

Reportó sobre las elecciones de 1972; en las elecciones de 1976 siguió la campaña de Jimmy Carter, y así cada cuatrienio hasta la última campaña presidencial de Bush, en 2004.

Su estilo periodístico, a veces intenso otras delirante, siempre apuntaba a ese lado oscuro de la política estadunidense, de la que no se escuchaba tan a menudo ni tan abiertamente como en estos días.

Hunter Thompson sin duda en alguna época de su vida, tuvo esperanza de que las cosas mejorarían para los estadounidenses después de Nixon y el jefe de la FBI J. Edgar Hoover (al que se refería como «Calígula»).

La tuvo hasta que apareció Bush: «Miren a Bush, que ha trabajado horas extras para darle un mal nombre a la política….Nixon era genéticamente deshonesto, y también lo es Bush. Ambos representan lo que Bobby Kennedy solía llamar «los impulsos más oscuros del espíritu humano» (Septiembre 17, 1992).

De George W. Bush llegó a afirmar durante una sonada entrevista radiofónica con Mick O’Regan a un año de los atentados a las torres gemelas del 9/11, que el presidente hacía «ver a Nixon como un liberal y un estadista».

Hunter S, Thompson siempre mantuvo que consideraba descarado el nivel de manipulación del gobierno de Bush durante los atentados terroristas, y desde entonces acusó a su administración de desfalcos a la Tesorería de la Nación, de apoyar a las grandes empresas y a los bancos, mientras dejaba a los empleados sin pensiones, y la economía nacional en un estado deplorable.

Es inevitable preguntarse qué pensaría Thompson, al ver sus pronósticos de 2002 materializarse en la crisis financiera que hemos estado padeciendo desde el 2008, de la que, por cierto, Bush no ha pagado un solo plato roto.

Un dato al margen sobre las «manías» de Hunter S. Thompson que en lo personal me ha cautivado: más de una vez, con el propósito de aprender su ritmo y estilo, mecanografió las novelas El Gran Gastby de F. Scott Fizgerald, y Adiós a las Armas de Ernest Hemingway.

Hunter S. Thomas murió el 20 de febrero de 2005, en su Owl Ranch, en Colorado. Genio delirante, amante de las armas, del whiskey, de las drogas, del rock and roll, pero sobre todo, un patriota sin remedio.

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