Roberto Alonso*

La realidad es que la clase política no está dando los resultados esperados y que si esta afirmación se analiza desde el principio de locura einsteniano, es absurdo esperar efectos distintos si las cosas se hacen de la misma manera. Se impone, así, un replanteamiento de las reglas del juego que supone una vuelta de tuerca mayúscula y sustancial. Es posible que la salida que se propone en el desplegado firmado por 46 intelectuales, legisladores y gobernadores no sea la más afortunada e incluso se quede corta, pero merece la pena ser estudiada y analizada a fondo por la coyuntura electoral que se avecina y la necesaria armonía que se requiere para gobernar y sacar el país adelante.

El tema ya había sido puesto sobre la mesa en el marco de la discusión de la reforma política y -“casi sin querer” en palabras de Ricardo Becerra, presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática (IETD)-, precisamente por esta asociación integrada por más de 130 académicos, periodistas, especialistas de diversas áreas, funcionarios públicos, escritores y ciudadanos involucrados en los asuntos públicos, que hacia mediados de 2010 dieron a conocer el documento “Equidad social y parlamentarismo. Argumentos para el debate de una época”.

Destacan, entre los colaboradores y redactores de dicho documento del IETD, José Woldenberg, Raúl Trejo Delarbre, Ciro Murayama Rendón, Mauricio Merino Huerta, Rolando Cordera Campos, Adolfo Sánchez Rebolledo, Jorge Javier Romero, Sergio López Ayllón, Óscar Guerra Ford, Gilberto Guevara Niebla, Pedro Salazar Ugarte y el propio Ricardo Becerra.

Claramente, los horizontes de este documento son dos: equidad y parlamentarismo como retos “para modificar el rostro enmarañado y pesimista del país”, pero aunque el primero de ellos es capital, el debate se ha centrado en los últimos días en el cambio de régimen político. Al respecto, la presentación del documento es categórica y está cargada de un sentido de advertencia frente al vendaval con tufo autoritario circulante en el ambiente y que se materializado en la propuesta de construcción de mayorías artificiales mediante la cláusula de gobernabilidad. Se debe asumir “sin rodeos ni ambigüedades -se lee en el documento- que el pluralismo es un dato de la realidad, un hecho consustancial a la modernidad mexicana” del que no se puede prescindir a la hora de ajustar la estructura institucional a la realidad.

Más adelante, al introducir el tema del parlamentarismo y de manera previa a delimitar sus requisitos y ventajas se lee lo siguiente: “Hacia las elecciones del 2012, cuando la demo­cracia mexicana haya cumplido 15 años, el único vaticinio cierto es éste: ninguno de los partidos obtendrá mayoría congre­sual. Gobernar sin mayoría volverá a ser el dato estructural, y para resolver el acertijo será preciso arriesgar un tipo de gobierno de coalición inexplorado en nuestra his­toria política. Y si los actores políticos no son capaces de extraer las lecciones bási­cas de la post-transición, viviremos una nueva versión -más o menos frustrante, más o menos paralizada- de los sexenios previos, sea cual sea el partido que resulte ganador.”

De acuerdo con el jefe de Gobierno del Distrito Federal y aspirante a Los Pinos, Marcelo Ebrard, la disyuntiva es evidente: transitar hacia un gobierno de coalición o regresar al viejo régimen priista.

Un año después del debate impulsado por el IETD y a raíz, sobre todo, de la presentación en el Senado de la República de la iniciativa que contiene el proyecto de reforma constitucional para introducir al texto fundamental la posibilidad de establecer un gobierno de coalición desde el Poder Ejecutivo federal, diversos analistas han aportado valiosos elementos para enriquecer la discusión y vislumbrar nuevas formas de gobierno con una agenda básica común.

A tal cita han contribuido, entre otros y por orden de aparición en la prensa nacional, María Amparo Casar, Francisco Valdés Ugalde, Manuel Camacho Solís, Jorge Alcocer, Purificación Carpinteyro, Javier Corral, Federico Reyes Heroles, José Woldenberg, Alfonso Zárate y Agustín Basave. Las referencias son obligadas para entender las ventajas que puede acarrear un gobierno de coalición como instrumento parlamentario para asumir la corresponsabilidad en la tarea de gobierno.

Si bien existen argumentos suficientes para objetar la tesis que afirma que la no aprobación de las reformas estructurales es consecuencia de la ausencia de mayorías en el Congreso, la propuesta de conformar de manera opcional un gobierno de coalición con políticas públicas acordadas y un gabinete sometido a la ratificación del Senado, en caso de que el próximo presidente no cuente con el apoyo legislativo necesario, representa una alternativa positiva para la creación de una mayoría democrática y la inauguración de la puesta al día del régimen de gobierno, procesos -ambos- ineludibles para fomentar la capacidad de dialogar y conducir los cambios que el país requiere.

¿Será el gobierno de coalición el punto de quiebre?

*@rialonso es secretario del Capítulo Puebla de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI). Comunicólogo de formación, maestrante en Políticas Públicas y apasionado del derecho de la información y del periodismo. Participa en el Nodo de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Rendición de Cuentas de Actívate por Puebla y es miembro del consejo consultivo del observatorio de transparencia Con los Ojos Abiertos.

 Columnas Anteriores

[display-posts category=»con-copia-para» posts_per_page=»-1″ include_date=»true» order=»ASC» orderby=»date»]